Fracaso en Endesa
Con la venta a Enel, España pierde la oportunidad de crear un gran grupo energético nacional
Después de 17 meses de cohabitación tormentosa en Endesa, Acciona acaba de vender el 25% del capital de la empresa eléctrica española a Enel, el grupo italiano con un 30% de capital público y que ahora dominará el 92% de Endesa. Por muchas razones, la operación puede considerarse como un fracaso político y económico de primera magnitud. La primera razón y más poderosa es que la economía española pierde una referencia empresarial importante; no en vano es la compañía eléctrica más importante de América Latina y estaba llamada a convertirse en lo que se conoce como un campeón nacional, es decir, un grupo empresarial con capital español capaz de ocupar cuotas de mercado significativas en Europa y en América Latina. Ahora, esa posibilidad ha desaparecido y Enel ha dado el gran paso para dominar el mercado energético mediterráneo.
También confirma el fracaso de quienes, con el Gobierno a la cabeza, pretendieron fabricar un núcleo accionarial estable en la compañía española frente a las pretensiones de la alemana E.ON. La mayor responsabilidad de este fracaso hay que atribuirla al Gobierno de Rodríguez Zapatero, pero no está de más recordar el turbio conflicto que ha acabado con Enel como dueño de Endesa. Los directivos y el Consejo de Endesa, nombrados a instancias de José María Aznar y Rodrigo Rato, boicotearon activamente en 2005 la OPA de Gas Natural sobre Endesa, una solución que podía haber consolidado la idea de un campeón energético español. Como parte de ese boicoteo, respaldado públicamente por el PP, los directivos buscaron a la empresa alemana E.ON, que lanzó una OPA sobre Endesa. El Gobierno aceptó públicamente un desafío que tenía que haber resuelto con mayor firmeza y discreción y, después de utilizar indebidamente a la Comisión Nacional de la Energía para cerrar el paso a E.ON, fabricó artificiosamente un núcleo accionarial mixto con Enel y la constructora Acciona para dirigir Endesa.
Hoy se puede decir que la solución no fue acertada. Las endiabladas relaciones entre Acciona y Enel no han aguantado ni siquiera el plazo de 2010 fijado para recomprar las acciones de Endesa. Tampoco fue muy afortunada la elección de una constructora como accionista capaz de dotar de estabilidad una compañía eléctrica tan compleja como Endesa. Ni su capacidad financiera, más deteriorada todavía por el hundimiento de la construcción, ni sus intereses profesionales, avalaban el papel de Acciona.
La constructora española ha obtenido en la operación unas plusvalías de casi 1.900 millones de euros. Si acudió a Endesa como un favor al Gobierno o lo hizo por iniciativa propia, el caso es que ha obtenido pingües beneficios. El beneficio de Enel es que controla una parte del mercado español y latinoamericano. Pero se ha perdido una gran oportunidad, quizá la única, para configurar un mercado energético español tan sólido e inatacable como, por ejemplo, el alemán. Y la historia de este fracaso puede repetirse en breve.
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