Final de partida
Obama abre un nuevo ciclo político al anunciar la retirada de las tropas de EE UU de Afganistán
El presidente Obama anunció ayer el comienzo de la retirada de las tropas norteamericanas que combaten en Afganistán. El repliegue será más rápido de lo que solicitaba el general al mando de la misión, David Petraeus, y más lento de lo que reclamaba el vicepresidente, Joe Biden. Obama se inclina así por una vía intermedia en la que se trasluce un mensaje político meridiano: la guerra tiene que terminar.
Ni la economía ni la opinión pública estadounidenses permitían prolongar el despliegue militar, estancado en una peligrosa situación de no victoria y no derrota que solo beneficiaba a los insurgentes. Tanto por la naturaleza peculiar de la guerra como por la manera en la que se ha conducido, la retirada de Afganistán fue quedando vinculada a un juicio de oportunidad, no a la estricta evaluación de los objetivos militares alcanzados. El estallido de las revueltas árabes y la ejecución de Osama bin Laden han ofrecido a Obama los hechos simbólicos con los que justificar el repliegue, por más que, en el campo de batalla, EE UU no haya roto la situación de tablas en la que se encuentra la partida.
El anuncio de la salida gradual abre un nuevo ciclo en la política afgana y en el orden regional, con consecuencias sobre la seguridad mundial. Del combate militar contra los talibanes se pasa a un intento de negociación cuyo liderazgo corresponderá al Gobierno de Kabul. En cuanto al orden regional, el final de la implicación directa de Estados Unidos en el conflicto interno permitirá afrontar el principal problema que ha generado la estrategia de la guerra contra el terror: el grave deterioro de la disuasión convencional, que ha alimentado una carrera nuclear sin precedentes desde la caída de la Unión Soviética.
Aunque el fin de la misión militar de EE UU en Afganistán no afecta a las tareas de estabilización desarrolladas por la Alianza Atlántica, la modificación del contexto le afectará a corto y medio plazo. Dependiendo de cómo avance la negociación con los talibanes, las fuerzas de la Alianza podrán convertirse en una aportación a la estabilidad afgana -su vocación inicial-, o en el nuevo y exclusivo objetivo militar de los insurgentes, reacios a cualquier presencia de tropas extranjeras. Por más que Obama se haya inclinado por una opción intermedia entre Petraeus y Biden, la decisión del repliegue conlleva riesgos. Pero hubieran sido mucho mayores si el presidente de EE UU hubiera preferido mantener la situación de tablas.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.