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Tribuna:DEFENSORA DEL LECTOR
Tribuna
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Errores que alimentan prejuicios

La falta de vigilancia ha llevado a publicar datos equivocados que pueden contribuir a crear estereotipos negativos sobre determinados colectivos. Tres casos para la reflexión

Milagros Pérez Oliva

De vuelta de vacaciones he encontrado el correo de la Defensora con una gran cantidad de asuntos que resolver. Parece claro que en verano la Redacción baja la guardia, pues aparte de un considerable número de quejas por errores gramaticales y de lenguaje, las quejas relativas a errores en el contenido o el enfoque de las informaciones son también numerosas. Cualquier error puede causar perjuicios a los lectores, pero algunos pueden tener además, como efecto colateral, el reforzamiento de ciertos prejuicios y estereotipos sociales negativos. En ellos me centraré hoy, con tres ejemplos que considero paradigmáticos de cómo el periodismo, aun sin pretenderlo, puede contribuir a consolidarlos.

En el suplemento de Negocios del 29 de julio aparecía un artículo titulado "Contrabando chino en Ceuta", firmado por Juan Diego Quesada , que terminaba así: "Según fuentes oficiales ceutíes, el negocio de contrabando en El Tarajal mueve unos 500 millones de euros al año. Fuentes marroquíes lo elevan a 700. La crisis había hecho que muchas naves regentadas por españoles y marroquíes colgaran el cartel de Se alquila. 'Durante los primeros cinco años, los empresarios chinos no pagan impuestos. Su margen de beneficio, al contrario que el nuestro, es positivo de esta manera', explica un comerciante del polígono".

Alfonso Matarán aclara que "es falso que los ciudadanos chinos ni de cualquier otra procedencia tengan ninguna exención de impuestos diferente de la que tienen los españoles". Publicar una frase como esa sin contrastar constituye, en su opinión, una falta de ética periodística. Lo mismo opina Remedios Madrona: "Cualquiera que lea el artículo y no esté al tanto de la legislación española en materia de impuestos creerá o simplemente confirmará lo que se anda diciendo por ahí: que los chinos disfrutan de unos beneficios fiscales que los españoles no podemos ni soñar. Semejante falsedad fomenta el racismo y la aversión hacia un colectivo que, en su conjunto, no es en nada diferente a cualquier otro", escribe.

Una afirmación de esa naturaleza debería haber llamado la atención del reportero. Juan Diego Quesada explica: "Recogí las declaraciones de un empresario y las di por buenas. Es cierto que debí comprobar que sus palabras eran ciertas, pero el entrecomillado deja bien claro que es la opinión de esa persona. Doy fe de que no dirigía esas palabras en tono despectivo a los empresarios chinos, sino que comentaba unas ventajas fiscales que han resultado ser falsas. No quería ofender, solo daba un dato que él creía objetivo".

El problema no está en la actitud de la fuente, sino en lo publicado. Es obligación del periodista comprobar todo lo que publica. No puede escudarse en que otro lo ha dicho, y menos si ese otro ni siquiera se identifica. Al respecto, quiero llamar la atención sobre algo que considero relevante: el hecho de que la fuente sea anónima. Si el comerciante hubiera sido consciente de que iba a aparecer con su nombre como autor de esa frase, tal vez no la hubiera pronunciado. Recurrimos con excesiva facilidad a las fuentes anónimas y en este caso creo que no estaba en absoluto justificado hacerlo.Juan Pedro Velázquez-Gaztelu, redactor jefe responsable del suplemento Negocios, lamenta lo ocurrido: "Se trata de un error en cadena. Ni el autor de la información ni yo, que la edité, fuimos lo suficientemente rigurosos para contrastar la afirmación de que los comerciantes chinos están exentos de determinados impuestos en Ceuta. Se trata, a todas luces, de una acusación ilógica, pues están sometidos a los mismos impuestos que todos los comerciantes. Siento mucho que nuestro error pueda ser utilizado para fomentar actitudes xenófobas, como sugieren los dos lectores. Nada más lejos de nuestra mente".

El siguiente error incide sobre otro prejuicio basado en premisas falsas. En la sección de Cataluña del martes 24 de agosto se decía a cuatro columnas: "La Generalitat recuerda que rotular en catalán es obligatorio desde 1998" . Y en un despiece, se titulaba: "Las multas de 10.000 euros por los carteles en castellano entran en vigor" . Falso. La ley no establece multas por rotular en castellano. Los comerciantes pueden hacerlo libremente siempre que quieran. Lo que se sanciona es no hacerlo en catalán. Este titular abunda en la idea de que, a través de esta normativa, se persigue al castellano en Cataluña. Josep Gómez Roso, de Vilanova i la Geltrú, escribe: "Si bien en el texto se aclara que las multas son por no rotular al menos en catalán, el mal ya está hecho: los catalanes, de nuevo contra España, multan por rotular en español, etcétera, cuando no es cierto". Oriol Güell, responsable de la sección de Cataluña, reconoce que el titular era incorrecto.

Por contribuir a la estigmatización de los gitanos protesta ante la Defensora, muy dolido, Manuel Blanco Santiago: "Le escribo para transmitirle mi consternación por el tratamiento que han realizado sobre el luctuoso accidente que se cobró la vida de mi querida esposa. El artículo viene, a mi parecer, a corroborar el lenguaje que se suele utilizar, ensañándose de forma especial cuando las noticias se refieren a las personas de mi raza". Su esposa murió atropellada por el tranvía del Besòs. Ocurrió el 13 de agosto, pero la noticia, a cuatro columnas, se publicó el 19, es decir, seis días más tarde, con el siguiente titular: La policía refuerza la vigilancia en el Trambesòs tras un atropello mortal .

En presente y abriendo página, daba a entender que existía grave riesgo de violencia. Pero cuando ese titular se publicó estaba ya muy claro que no había ocurrido nada. ¿Qué justificaba pues que se destacara de ese modo la amenaza de disturbios si ya se sabía que no se habían producido? La crónica únicamente refería un incidente ocurrido el día del atropello: "Pasada la medianoche, un familiar se dirigió a la zona del accidente, quemó papeleras y amenazó con bloquear el tranvía, que ya no circulaba". Manuel Blanco escribe: "No sé qué quieren decir con que un familiar quemó papeleras. Nadie de mi entorno ha protagonizado esos incidentes". La información se basa en una fuente policial no identificada, de la que procede también el dato de que "esa misma noche, una cincuentena de familiares se desplazaron a la comisaría de la Guardia Urbana para pedir explicaciones por lo ocurrido".

Jesús García, autor del reportaje, lamenta que "los familiares se hayan sentido estigmatizados. En modo alguno era el propósito", dice. "El refuerzo de seguridad se produjo por temor a posibles disturbios. Lo cierto es que, después, no ocurrió nada y, por tanto, quizá hubo un exceso de prudencia policial. El hecho de que haya un refuerzo de la vigilancia tras un accidente puede considerarse noticioso, pero también es verdad que la información debería haber puesto más el foco en el atropello mortal que en unas consecuencias que no se concretaron en incidentes graves".

Oriol Güell, responsable de la sección de Cataluña, defiende el titular y también el tratamiento de la noticia. "Lamento que el lector considere que hay 'ensañamiento' con personas de su 'raza', pero puedo asegurarle que el hecho de que la fallecida fuera gitana no tuvo ninguna influencia. La información se centra en lo ocurrido, algo relevante, pues afectó a un importante medio de transporte. El que la fallecida era gitana solo se cita una vez, y es para señalar que pertenecía a una de las familias con más arraigo en Sant Roc, Badalona. El tratamiento hubiera sido el mismo fuera quien fuera el protagonista de la triste información. Lo criticable sería cambiar el enfoque de una información según el colectivo con el que estuviera relacionada".

Aclarado que no hubo intención de estigmatizar, considero que persiste el problema de fondo: ¿era realmente una noticia digna de ese tratamiento el que la policía hubiera reforzado la seguridad para prevenir unos disturbios que ya se sabía que no se habían producido? Creo que no.

Estos tres casos permiten reflexionar sobre hasta qué punto los estereotipos sociales con los que convivimos pueden acabar impregnando, si no extremamos la vigilancia, nuestras propias decisiones. Les propongo un ejercicio: si en lugar de gitanos, hubieran sido 50 vecinos cualquiera los que hubieran ido a comisaría a "pedir explicaciones por lo ocurrido", ¿no hubiéramos titulado Los vecinos exigen más seguridad en el Trambesòs? Dada la fuerza con que operan los estereotipos, los periodistas debemos hacernos este tipo de preguntas para poder despojarnos de prejuicios.

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