Boicoteo a la memoria histórica
Los torturadores del franquismo, con haber sido extraordinariamente cobardes, hay que reconocerles, al menos a algunos de ellos, que no negaron sus felonías; incluso las han justificado alegando un odio visceral hacia sus víctimas. Lo que resulta vergonzante es la actitud de sus cómplices de tapadillo, que miraron y aún miran para otro lado, manteniendo una actitud pusilánime; eso sí, bien apalancados en los privilegios que les granjearon las felonías de sus patrocinadores. Las últimas declaraciones del juez Garzón denunciando que el boicoteo a la recuperación de la memoria histórica hace que las víctimas aparezcan como los victimarios, en un satánico juego malabar, nos debería urgir a tomar las medidas oportunas para resolver de una vez por todas los flecos sueltos de la transición y hacer justicia a los que aún están huérfanos de ella.
Sin duda, hay que mirar hacia adelante y construir el futuro con generosidad y magnanimidad, pero sin correr el riesgo de ver en el retrovisor una marea de basura que pueda poner en peligro la dignidad de un pueblo que aún hoy cuenta con cientos de miles de víctimas del franquismo en edad todavía no provecta. Máxime en estos tiempos de crisis en los que es muy fácil exacerbar los sentimientos contrariados. El presente nos exige ser valientes.
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