La madre de todo el mundo
Grandes pechos amplias caderas es una novela tan desmesurada y desbordante que abarca la historia de China del siglo XX, valiéndose de múltiples personajes que se entrecruzan, desaparecen y vuelven, en un periodo de grandes trastornos y agitación; se inicia en la anclada Edad Media de los medios rurales y la Guerra Chino-Japonesa que concluyó con la derrota de Japón en 1945, sigue con el avance del Partido Comunista, la entronización de Mao, la imposición de la Revolución Cultural, la caída del régimen maoísta y el posterior caos que condicionó la llegada del capitalismo chino, todavía hoy de consecuencias imprevisibles. Una mujer, Shangguan Lu, cruza toda la narración, desgastándose y sobreponiéndose a la locura, las penurias y los desórdenes de la historia. Madre de ocho niñas, antes de tener al deseado varón (todos fuera del matrimonio), criará y educará también nietos legales y espurios que se dispersarán, cada uno según la época que le toca vivir. Víctima y superviviente, Shangguan Lu representa la brutal transformación de China; nace en el feudalismo de la crepuscular dinastía Qing, que aún obligaba a las mujeres a llevar los pies vendados, y morirá, casi ciega, en la aldea en que nació, convertida en un gran centro urbano de taxis amarillos.
GRANDES PECHOS AMPLIAS CADERAS
Mo Yan
Traducción de Mariano Peyrou
Kailas. Madrid, 2007
836 páginas. 22,90 euros
Aunque traspasada de conflictos agrarios, sociales y políticos, de hazañas de héroes de leyenda y refriegas bélicas, de atropellos y codicias del poder, movimientos de tropas, asesinatos, ejecuciones, etapas de hambruna y breves ciclos de holgura, la novela resulta más doméstica que épica, la crónica dramática de "una familia de viudas y huérfanos". El narrador es Jintong, el único varón, cuya obsesión por los pechos femeninos -se nutrirá exclusivamente de leche materna hasta la adolescencia, pero mantiene la adicción en la edad adulta- lo convierte en un ser pusilánime, en contraste con la energía de Shangguan Lu y la vitalidad de sus hermanas, en las que hay una prostituta, una revolucionaria, un hada-pájaro... Arrastradas por la pasión, las circunstancias y el instinto de supervivencia, sus enrevesados destinos, en general desgraciados, sostienen la novela, mientras el narrador -acusado de necrófilo, será condenado a quince años de prisión, y pasará tres más en un sanatorio mental- sólo se concede a sí mismo la desesperación de su nulidad. Esta disparidad desacredita la jerarquía del varón, y se refuerza con cierto exceso para resaltar la tenacidad y abnegación del universo femenino.
Como en una exuberante ale
goría, que resuena en el mismo título, Mo Yan (Shandong, China, 1955) concentra en la mujer china la esencia de un país simultáneamente opulento y paupérrimo que se prolonga por su capacidad de sustentar con su propio cuerpo a sus hijos. La novela es más que un homenaje a la mujer; es la expresión de un asombro inmensurable. De ahí que las descripciones de mujeres sean extraordinarias, de una materialidad física que remite a Faulkner. Poco importa que a los varones se les relegue con un retrato más atolondrado y escueto. En novelas de esta envergadura los defectos, las desproporciones y asimetrías, son las burbujas de un caldo que hierve a la temperatura adecuada. Leer esta extensísima novela, que agota y enaltece por su deslumbrante pasión literaria, es una inmersión en las contiendas primordiales de la naturaleza humana. Grandes pechos amplias caderas es un novelón, es decir, un lugar para permanecer hasta que nos destierre la última página.
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