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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Poética y piscina

Los libros de Ismael Grasa (Huesca, 1968), poco más de media docena, ligeros, intensos, misceláneos, pueden apoyarse sin dificultad, todos, detrás de una botella de ginebra MG, que es achaparrada y de culo gordo. MG con tónica bebía Zenón, el protagonista de su primera novela, De Madrid al cielo (Anagrama, 1995). En la solapa de aquel libro se decía del autor que había estudiado guión cinematográfico, había sido camarero nocturno y era profesor de castellano en Xi'an (China). Varios libros misceláneos después, entre ellos, una muy notable mirada hacia el muy mitificado campo de minas que es la infancia de uno (La Tercera Guerra Mundial, Anagrama, 2003, un libro como los de su compadre Félix Romeo, con más intensidad poética que páginas), Grasa logra entusiasmarme con una excelente colección de relatos -como me pasó hace meses, si tiene uno algún crédito, con Playa de los alemanes, de Eduardo Jordá, en Algaida; búsquenlo-, que aparece en una editorial de su pueblo: la gracia sólo tiene sentido si se sabe que Xordica, de Zaragoza, con un muy estimulante catálogo, donde acaba de aparecer este estupendo puñado de cuentos. Si en De Madrid al cielo, su primera incursión, había un excesivo paisaje nocturno por los malecones de las (malas) vidas juveniles, tomaran o no MG (esa ginebra que gustaba, en los primeros sesenta, a los escritores españoles y que en tiempos de Grasa debía tener, la botella, un anillo de polvo a modo de olvido al fondo del malecón, supongo), ahora, en esta espléndida docena de historias cotidianas, bocados de realidad todas ellas, sus personajes ya andan enredados en la complejidad de la vida, aunque no hayan perdido todavía, ninguno de ellos, una sana cara de perplejidad. Ellas y ellos, gente normal y con complicaciones, cargan ya, en estos relatos, con distintos trabajos, con decepciones sentimentales, con obligaciones familiares. En una de estas páginas se habla de la poética de las piscinas y de alguna forma desde Ángel, el observador de la vida que va viendo cómo su hermana cambia de identidad siendo abducida por una forma de vida (norteamericana), tan lejana aunque su ciudad tuviese aquella Base (es excelente 'Mecedoras' con el que se inicia el libro), hasta ese otro que se casa con la hija del dueño de un restaurante chino, o el que acompaña a su madre a un pueblo perdido en las brumas de la memoria o la separada con hija que va a otra localidad a ganarse como profesora su primer sueldo, hasta llegar a la docena, parece como si esas 12 historias, 12 bocados de realidad fuesen piscinas que recorriese, una a una, aquel nadador del inolvidable relato de John Cheever. Grasa, sin duda, conoce bien las piscinas de la tradición norteamericana del relato corto.

TRESCIENTOS DÍAS DE SOL

Ismael Grasa

Xordica. Zaragoza, 2007

140 páginas. 11 euros

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