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Columna
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Un túnel que va a dar en un libro

Miraba las fotografías del nuevo túnel estrella de Madrid, que es una conexión ferroviaria de Cercanías entre las estaciones de Atocha y Chamartín, e imaginaba a los miles de viajeros que lo usarán para ir cada mañana, bajo tierra, a sus trabajos o a sus casas: 250.000, según los políticos que se reunieron para vender cada uno su vagón del tren.

Así que debemos de alegrarnos porque la ciudad va a tener un cuarto de millón de personas más felices cada día, lo cual es importante en este mundo apresurado en el que, además de la polución ambiental o la acústica, existe la polución temperamental, esa nube negra de mal humor que a veces, sobre todo en las horas punta, llena las calles de electricidad negativa y malas ondas.

Un túnel puede empezar en Atocha y acabar en una novela de Juan Marsé

Mucha gente se subirá a ese tren de Cercanías y tendrá la oportunidad de enriquecer su vida porque el tiempo es oro, como recordó en la inauguración de la obra la ministra de Fomento, y de adelantar posiciones en la carrera contra el tiempo de cada día laborable: ya se sabe, porque lo dijo el empresario multimillonario Rupert Murdoch, que vivimos en una época en la que ya no es el grande el que gana al pequeño, sino que es el rápido el que gana al lento, y a Juan Urbano le pareció que eso iba a misa, cómo no, si en el siglo XXI son los economistas y los empresarios los que deciden de qué lado sopla el viento y, por lo tanto, es a quienes más atentamente conviene oír.

Pensó eso y después, ya puestos a ironizar, hizo lo que hace siempre, que es llevarlo todo al rincón de la filosofía, y se dijo que tal vez era hora de ir corrigiendo las ideas básicas del pensamiento occidental, tomar, por ejemplo, a Francis Bacon y donde dice que "el conocimiento es poder", tachar la palabra "conocimiento" y cambiarla por la palabra "velocidad". Qué mundo éste.

Los viajeros del nuevo túnel van a llegar en apenas 8 minutos de Atocha a Nuevos Ministerios y en 12 desde Atocha a Chamartín, y según calculan en Renfe, los pasajeros que vengan de Parla y Aranjuez se ahorrarán 10 minutos al no tener que hacer los lentos transbordos que ahora hacen para ir al centro y norte de Madrid, a Colmenar Viejo, San Sebastián de los Reyes, Alcobendas y Tres Cantos. Y también le recortarán minutos de viaje a sus relojes los usuarios de la C5, la que va de Móstoles a Fuenlabrada, al incrementarse la frecuencia de trenes y los que se beneficien de la descongestión de línea 1 de Metro, que se liberará más aún a mediados del año 2009, cuando entre en servicio el intercambiador de Sol.

Juan Urbano se preguntó en qué iban a invertir todas esas personas el tiempo que ahorrarían cada mañana, y se dijo que tal vez podría aprovecharse que el Pisuerga pasa por Valladolid para hacer una campaña de fomento de la lectura en los transportes públicos. ¿Por qué no? ¿En qué podría gastarse mejor el tiempo que en aumentar la cultura de un país que sigue siendo el segundo que menos lee de Europa? ¿Qué les parece aumentar las bibliotecas dentro de las estaciones de Metro? O, incluso, seguir esa tendencia, que está tan de moda en otros países, de alentar a los usuarios a dejar libros que ya hayan leído en canastas, o algo así, donde otros puedan encontrarlos y leerlos a su vez, lo cual a Juan Urbano le parece una iniciativa maravillosa.

Aunque, claro, hay otras muchas cosas que podrán hacer los ciudadanos con esos minutos que volverán a ser suyos a diario. Podrán dormir un poco más. Podrán acostarse un poco más tarde y acabar un libro o una película. Podrán hacer el amor con sus parejas. Podrán llevar al colegio a sus hijos o desayunar con ellos.

Tiene toda la razón del mundo la ministra de Fomento, el tiempo es oro y en las ciudades del tamaño de Madrid hay que buscarle el subsuelo a la ciudad para hacer por abajo lo que ya es imposible hacer por arriba, que es quitarle las calles a los automóviles, porque es imposible o no interesa. Pues nada, si la única manera de avanzar es no viendo la luz del sol, todos al túnel y, en cuanto los ojos se acostumbren a la oscuridad, a abrir un libro y ampliar nuestra cultura de 12 en 12 minutos, que al fin y al cabo son 84 minutos a la semana, de lunes a viernes, y 336 al mes.

No se lo tomen a broma, porque a ese paso, en una década escalamos puestos en las listas en las que estamos los penúltimos. Un túnel puede empezar en Atocha y acabar en una novela de Juan Marsé o en un poema de Pablo Neruda, por qué no y qué bueno si eso pasa.

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