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Columna
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La legionela no tiene padre

Lo invisible también se puede encontrar, pero solo tanteando, es decir, con una suma de persistencia, intuición y suerte, y eso es lo que hace muy complicado dar con la madriguera de esa enfermedad con nombre de sabandija, la legionela, que ha vuelto a Madrid, ha matado a dos personas y ha puesto su veneno en otras 31, hasta el momento. La gente de Sanidad sigue su rastro, pero la ciudad es grande y el foco mortal no aparece; lo buscan por los distritos de Centro y Retiro, han inspeccionado el sistema de aire acondicionado del Gregorio Marañón, la Fábrica Nacional de Moneda y Timbre y otras doscientas y pico instalaciones, sin éxito, y uno empieza a ver su lucha contra la epidemia y contra el reloj como una mezcla de novela de detectives y ciencia-ficción. A las cosas que nos asustan les damos forma de monstruo, y la legionela es algo viscoso, frío y que repta; algo gris, con escamas húmedas, sangre verde, colmillos curvados y ojos que ven en la oscuridad. "Una amenaza tiene el tamaño de las personas que la temen", dice Juan Urbano, mientras tomamos nuestro desayuno enfrente de la oficina, "por eso hay que evitar que crezca y se haga gigante. Como dijo André Maurois, de entre todos los sentimientos colectivos, el más peligroso es el miedo".

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Mientras leíamos las noticias, y comentamos lo complicado y desesperante que debe resultar el trabajo de los investigadores, a los dos nos ha llamado la atención que mientras ellos persiguen a la legionela la Asociación Nacional de Empresas de Frío y Refrigeración intente desmarcarse y emita un comunicado en el que exige, o sea, que no "solicita", ni "pide", ni "recomienda", sino que "exige" para estar a la moda, porque ese es el verbo del año entre los políticos, que todo el tiempo están exigiendo algo al rival, de manera que ellos también exigen a quien corresponda que se comprueben todas las instalaciones de riesgo, incluidas las duchas de piscinas, los gimnasios y los spas, puesto que la bacteria puede alojarse en cualquier lugar con una concentración de agua que esté a una temperatura de entre 30 y 40 grados. Y afilan la exigencia afirmando que "es absolutamente imposible que una torre de refrigeración en Centro o Retiro sea el foco". Por su lado, la Asociación Nacional de Empresas de Control de Plagas también lanzó al aire un comunicado, qué menos, en el que "reclama" a los propietarios y usuarios de instalaciones con riesgo de dispersión de la enfermedad que cumplan la legislación. Ya lo ven, la legionela no tiene padre, es mala para el negocio y, por tanto, no hay quien la quiera en su familia.

"Lo bueno de los problemas es que siempre tienen dentro la solución", dice Juan Urbano, así que tal vez la gente del Ministerio de Sanidad y las autoridades locales podrían aprovechar que están inspeccionando la ciudad para obligar a las personas que no cumplen la legislación, esas a las que la Asociación Nacional de Empresas de Control de Plagas acusa de ponerle una autopista a la legionelosis, a hacer más seguros sus negocios. Si eso ocurre, el peligro pasará de largo y la legionelosis volvería a los diccionarios de latín. No hay mal que por bien no venga, tal vez.

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