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Columna
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Todo más caro

El escritor Peter Handke dijo una vez que los idealistas son unos aristócratas vocacionales que desprecian a quienes aceptan la realidad, y para Juan Urbano esa frase es la demostración de que a veces basta con cambiarle una palabra a aquello con lo que no estás de acuerdo para que diga justo lo que tú piensas: en ese caso, quitó idealistas, puso políticos y asunto arreglado. Hay que decir, eso sí, que eso lo estaba pensando dentro de un autobús de la EMT, que como todo el transporte urbano de Madrid había vuelto a subir una barbaridad, que es el modo de combatir la crisis que tienen los gobernantes de nuestra comunidad: ¿Que no hay dinero? Pues se sube el transporte, se ponen el doble de multas, se aumentan los impuestos y las tasas municipales y cuando la recaudación haya terminado, se da un discurso hablando de austeridad y se marcha uno en su coche oficial a casa. Dentro de la palabra recaudación está la palabra curación y también la palabra cuerda, así que unos la pueden usar para sanear el déficit y otros para ahorcarse.

Fue hasta su trabajo, donde naturalmente el sueldo era el mismo del año pasado

Los aristócratas de la crisis son los políticos, los banqueros y los ricos en general, como siempre, que desde las alturas de la sociedad siguen ganando dinero de dos formas: ahorrándoselo o haciendo que los demás se gasten lo que no tienen. Así, a unos los despiden y a otros se lo ponen todo más caro. No hay más que acordarse de todas las proclamas sobre el horror de la recesión económica que hemos oído el año pasado, ver cómo empieza este 2009 y preguntarse para qué necesitan paredes algunos cuando llegan las elecciones, si se podrían pegar la propaganda directamente en la cara, que también es de cemento. Así, aunque el precio del combustible ha bajado, la subida media del transporte es del 4,93%, lo que supone que en un año, sumando las tres subidas que ha habido desde enero de 2008 a enero de 2009, los madrileños pagamos, de media, un 8,36% más. O si lo prefieren de uno en uno, el título de 10 viajes pasa de 7 euros a 7,40; el abono A, de 43,50 a 46; el B-1, de 50,80 a 53,70 y el joven de 28 a 29,50. Claro que también se puede parar un taxi, y afrontar la nueva tarifa, que es un 6,05% más cara. O coger el coche, aunque teniendo cuidado de dónde lo dejas, porque los parquímetros suben un 4,9% de media, la zona azul subirá en las horas punta un 6,4% y el resto del día un 3,9%. Y si lo dejas en cualquier parte y se lo llevan, la grúa te cobrará 145,1 euros por devolvértelo, un 4,5% más. La verdad es que si comparas la multa que le ponen a uno en este país por aparcar mal y la que le ponen a un juez por propiciar un crimen o negarse a cumplir la ley, te quedas tan a cuadros que se podría jugar al ajedrez encima de ti.

Y no hay manera de escaparse, porque si prefieres no salir a la calle, los precios irán a buscarte a casa, donde la electricidad subirá, como mínimo, el 3,8% que quiere el Ministerio de Industria, aunque la Comisión Nacional de la Energía quería subir la luz un 31%, con lo que uno se pregunta si sus miembros llevan batas rojas y son Gabi, Fofó, Miliki y Fofito, o algo así. El recibo del agua sube un 2,4%, tras la revisión que ha hecho el Canal de Isabel II. El teléfono, si uno es cliente de Telefónica, incrementa su cuota un 4,12%. Y claro, los impuestos y tasas, como decíamos, no iban a quedarse atrás, de manera que el impuesto de bienes inmuebles, el temido IBI, se pone en la capital a 284 euros, tras una subida del 12%, y el impuesto de vehículos se encarece un 4,5%, para alcanzar los 136,9 euros. Eso sí, el Gobierno suprimirá el impuesto de patrimonio, con lo que los millones y millones de madrileños que heredan cada día una fortuna, están de enhorabuena. ¿O serán sólo, más bien, los afortunados que heredan millones y millones? ¿Lo ven? Cambias un par de palabras o su orden en una frase, y su significado cambia tanto que dice lo contrario de lo que decía.

Juan Urbano se bajó en su parada y fue hasta su trabajo, donde naturalmente el sueldo era el mismo del año pasado. La crisis iba a ser muy dura, especialmente para los de siempre, y sobre todo si vives en este Madrid. Se acordó de un libro de Gabriel Celaya que se llama Todo más claro, y se dijo que a un poeta social de hoy le bastaría con quitarle la ele a ese título para denunciar lo que le hacen a los ciudadanos humildes de nuestros días.

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