Solo faltan las carrozas
Un taller de carruajes abre sus puertas como mercadillo de muebles 'vintage'
En el viejo almacén hay palanganas antiguas, un balancín oxidado y una cajonera que debió pertenecer a un boticario. Las magulladuras y desconchones de los muebles forman parte de su historia y de su valor. Esto es un mercadillo vintage, la lija y el barniz están prohibidos. Son de mal gusto.
Madrid in Love es una pop-up store creada por un grupo de jóvenes interioristas. Una tienda que brota esporádicamente y solo durante dos semanas en distintos lugares de la ciudad. Para su tercera aparición (hasta el día 14) ha elegido el antiguo taller de carruajes de Lamarca Hermanos. "Es una localización perfecta, tiene ese estilo decadente y desgastado de nuestros muebles", dice la decoradora Naroa Quirós en medio del patio empedrado de principios de siglo. Muchos de los cristales de la galería están rotos y hay agujeros en el techo. Los interioristas han puesto flores y han pintado de gris las columnas de forja que tenían ese feo tono marrón tan usado después de la guerra (por los excedentes de pintura militar); pero han dejado las goteras: "No nos molestan".
Muchos de los cristales de la galería están rotos y hay agujeros en el techo
Aparte de para ver bonitos muebles, esta una ocasión única para colarse en un edificio industrial histórico. De Lamarca Hermanos salieron, desde su fundación en 1840, muchos de los carruajes de la corona (que forman parte de las Colecciones Reales). En 1849, cuando montaron las carrozas del Congreso con piezas traídas de Francia, el diario La Época publicó: "Harto conocido es el crédito de que justamente goza esta casa, una de las primeras de Madrid y de cuyos talleres salen carruajes de paseo de toda índole, desde la charrette de corte inglés, graciosa y ligera, hasta el severo y majestuoso mail coach, pasando por el landó de cinco luces, la berlina, el break y la infinita variedad de tipos que la moda y el capricho inventan".
"Creo recordar que a mis tioabuelos les tocó la lotería y así montaron la empresa", explica Maribel Lamarca, descendiente de los carroceros que nació en este edificio mixto que proyectó Santiago Castellanos en 1902. El inmueble alargado de pisos y tiendas servía de cerramiento al establecimiento industrial, dignificándolo con dos pabellones en las esquinas y una fachada con frontones y palmetas. En el centro, una preciosa tipografía modernista con el nombre de la familia. "Allí pasamos la guerra, en su sótano; en una de las torres colocaron los soldados una ametralladora...", recuerda Maribel. "Eran unos pisos enormes, de techos altísimos, había hasta capilla", apunta su prima Carmen. "El edificio no es la SGAE, pero es monín... y me hace gracia ver mi apellido en la fachada". "Los hermanos hicieron fortuna", continúa, "pero cuando se dejaron de usar carruajes, la cosa se vino a menos".
Los hermanos Lamarca llegaron a carrozar coches con motor de manera artesanal hasta que la industrialización pudo con ellos. También las divisiones entre decenas de hermanos y primos (ya en 1921 La Correspondencia de España informaba de un pleito entre los herederos). Los almacenes fueron después taller de bordadoras y tienda de telas: "La muñeca parisién, ¡qué nombre tan cursi!", recuerda Maribel. Con los años su madre fue comprando al resto de herederos los pisos: "Hubo épocas en las que valían muchísimo y otras en las que no valían nada". Finalmente, hace ocho años, se vendió a una inmobiliaria que está tramitando las licencias para construir un hotel en los abandonados talleres traseros donde esta semana los curiosos se pueden asomar a ver una reliquia. La fachada con el nombre de los carroceros sobrevivirá porque está protegida. El año pasado la restauraron. "La pintaron de blanco, cuando nunca lo fue", se queja Maribel, "no me gusta, parece una tarta". En eso está de acuerdo con la joven interiorista que vende muebles dentro: "Vieja y desconchada era mucho más auténtica".
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