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Columna
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Santas y buenas

La venerable cofradía del Santo Enredo desfila con cajas destempladas de juzgado en juzgado, las procesiones se tornan manifestaciones, los hábitos disfraces, los nazarenos lucen un lazo, los estandartes se hacen pancartas, lo sagrado se profana, las jaculatorias se convierten en consignas. Semana Santa en Madrid, los Legionarios de Cristo, los pretorianos de Marcial Maciel, se desmarcan de su fundador, niegan, reniegan, tres veces, en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo que les abandonó a su suerte en estos momentos de tribulación.

El Vaticano recela e investiga, la Comunidad de Madrid sigue subvencionando y concertando con la cristianísima y huérfana legión cristera. El proceso de canonización de Marcial Maciel, pederasta, morfinómano y fornicador, amigo predilecto y confesor de Juan Pablo II, ha entrado en vía muerta. La vox pópuli tardó mucho tiempo en hacerse vox Dei. Dios hizo oídos sordos al clamor de las víctimas y sus vicarios, sicarios, en la Tierra protegieron y encubrieron a la oveja perdida que resultó ser un cabrón con pintas al que sus adeptos tratan de convertir en chivo expiatorio.

La Comunidad de Madrid sigue subvencionando la cristianísima y huérfana legión cristera

El legionario Acebes y la cantinera Ana Botella ni se rompen ni se manchan. Las obras, malas obras de Dios, siguen su curso en estos tiempos de crisis, peores temporales han capeado. Por la gracia divina y la intercesión del Opus Dei, superaron los desmanes de Marcinkus y los pufos de la banca vaticana. Ahorcaron a su Judas, el banquero Roberto Calvi, bajo el puente londinense del Fraile Negro y taparon con oraciones y conjuros las conspiraciones financieras de las logias y las congregaciones, los óbolos de San José María Escrivá remediaron, parchearon los agujeros negros de las arcas de la Santa Sede insaciable.

Las santas mafias siguen cobrando su peaje de Dios y del César, Benedicto XVI, zapatillas de Prada y sotanas de diseño, abre los brazos para acoger en el seno de la Santa Madre Iglesia a los borregos que se descarriaron por la senda de la extrema derecha de Dios Padre. Es verdaderamente justo, equitativo y saludable que los que creen, o dicen creer, que el Sumo Hacedor creó al hombre con una pella de barro y a la mujer de su costillar, se reafirmen negando el Holocausto entre latines degradados, los turiferarios tienden cortinas de incienso para camuflar los malos olores de su olla podrida y los fieles, fidelizados por el culto de la Santa, Católica y Apostólica secta, desfilan, procesionan, se manifiestan enlazados por el cíngulo de Rouco Varela, ojo de lince y plumaje de cuervo.

A la santa parafernalia de cristos agónicos y vírgenes doloridas se suman este año santo de nuestros desvelos el bebé lince, sobreprotegido y en vías de extinción, y el bebé humano, desprotegido según el sagrado cónclave de obispos célibes, mutados por inspiración del Espíritu Santo en expertos en reproducción y fecundación, que hablan, con más desparpajo que conocimiento, sobre células madre y abortos terapéuticos. Tiempos de penitencia y expiación. Para condenar el aborto, los propagandistas de la catolicidad, no utilizan en su iconografía imágenes de nonatos, los fetos no son tan fotogénicos. En el nombre del lince protesto, en el nombre del niño que lo hagan sus progenitores, la bastarda utilización de una imagen infantil en una campaña propagandística sería impugnada por cualquier comité de ética, pero cuando oyen hablar de ética, los moralistas católicos echan mano del hisopo y del agua bendita, huelen a azufre y cambian bendiciones por maldiciones para conjurar al Maligno. En la Comunidad de Madrid, los legionarios, millonarios, de Cristo, reciben muníficas ayudas para deseducar a los niños y confundir a las futuras madres. Ni condón, ni aborto, a la fecundación por la castidad, al infierno por el camino de la ciencia y de la razón.

La cofradía del Santo Embrollo desfila por las calles de Madrid, la procesión del Silencio es un rumor que se diluye en el Rosario de la Aurora, pero entre los penitentes y flagelantes no se ven banqueros arrepentidos, ni alcaldes prevaricadores, ni funcionarios sobornados, ni financieros descalzos, ni espías subcontratados. No se perciben signos de arrepentimiento, sino de contumacia, ni los fariseos se atreven a rasgarse sus lujosas vestiduras estos días aunque financien su guardarropa empresarios corruptos, estamos en crisis y hay que conservar el fondo de armario. La caridad cristiana brilla por su ausencia. Esperanza Aguirre no respeta la tregua de Semana Santa y acosa a su hermano en la fe, nuestro alcalde, por un quítame allá esos árboles de Serrano.

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