Rouco contó con el apoyo unánime de los representantes de los sacerdotes
Para cerrar una parroquia, el arzobispado de Madrid necesita el apoyo del Consejo Presbiteral, que reúne a 50 representantes de los curas de la región, según el Código Canónico. Así ha ocurrido en el caso de la parroquia de San Carlos Borromeo: la semana pasada, el cardenal Antonio María Rouco Varela, arzobispo de Madrid, consiguió "la unanimidad" del consejo, según fuentes del arzobispado. Tan sólo un sacerdote se abstuvo.
En la reunión, el consejo -con parte de los miembros elegidos por los mismos sacerdotes y otros por el arzobispo- votó la reestructuración de las parroquias de Entrevías. Es decir, que la desaparición de la de San Carlos Borromeo y la recolocación de sus feligreses en los templos de San Francisco de Paula y de Santa Eulalia de Mérida.
El siguiente paso es que la decisión del cierre tiene que constar en un decreto que necesita la última firma de Rouco.
La Iglesia madrileña, ya en 1985, eximió a la parroquia de sus responsabilidades pastorales. Pero no ha sido hasta ahora cuando Rouco ha tomado la decisión de prohibir de manera tajante las liturgias en esta iglesia. Sucede justo dos semanas después de que el papa Ratzinger llamase a los católicos a la "lucha ideológica" en un momento de crisis. Y de que Congregación para la Doctrina de la Fe del Vaticano condenase al teólogo salvadoreño Jon Sobrino. El expediente implica la prohibición a Sobrino de enseñar y la retirada del nihil obstat (visto bueno eclesial) a sus obras. La notificación -una medida excepcional que en más de 40 años sólo ha sido utilizada contra otros 11 teólogos y religiosos- se basa en la defensa de Sobrino de la naturaleza humana de Jesús.
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