"Pensé que era un gato"
Un hombre que paseaba a su perra salva a un bebé al que encontró abandonado junto a un portal - El crío tenía aún el cordón umbilical
No responde si le llaman Francisco. Él es Paco, así, campechano. Un tipo normal, con cara de sanote y espalda de atleta al que le cuesta asumir la etiqueta de héroe. "Pero si yo no he hecho nada", insiste. Es su novia, María José Moreno, la que le convence de que sí, que ha hecho mucho y se tiene que saber. Le ha salvado la vida a un recién nacido abandonado junto a un portal. "Bueno, han sido él y la perra, claro", puntualiza ella. Tiene los ojos llenos de orgullo. La perra, una boxer marrón de cinco años, se llama Iris.
Paco Fernández, madrileño de 36 años, llegó ayer cerca de las siete a casa tras su jornada de portero en un local de copas del paseo de la Castellana. Cogió a Iris para darle el paseo rápido antes de echarse a dormir. Lo justo para que estirara las patas y poco más. Una vuelta a la manzana. Al torcer la esquina en Duque de Sesto (distrito de Salamanca), Iris se puso nerviosa. Empezó a ladrar. Y se oyó un gemido. "Pensé que era un gato", cuenta Paco. Pero la perra insistía. Y el gemido se convirtió en llanto débil. Junto al portal del número 7, en una bolsa de deporte azul, había un niño. Morenito, minúsculo, un recién nacido de tres kilos. Tenía la carita pálida, dice Paco, y estaba muy frío.
Cuando levantó la toalla y la manta que lo envolvían, encontró sangre. Lo arropó y llamó al 112. La ambulancia del Samur y los coches de Policía Municipal llegaron rápido. La doctora del Samur que lo atendió, Natividad Ramos, explica que tenía el cordón umbilical sin pinzar, restos de placenta y signos de hipotermia. Lo trasladaron rápido a la maternidad de O'Donnell. El pequeño está a salvo.
Y Paco, que se fue a dormir con los nervios todavía en el cuerpo, se alegra cuando se entera de que todo ha ido bien. "Iba a pasar por el hospital con mi novia para preguntar cómo seguía, pero si me dices que está bien, me quedo más tranquilo, eso es lo importante", cuenta bajito. Y sonríe. Paco ríe mucho, con los ojos muy cerrados. Sólo se pone serio cuando piensa en la madre del bebé: "Ojalá encuentren a quien ha hecho esto para que le encierren y no salga".
Después de tres horas justas de sueño intentó pasar el día sin hacerse notar. Salió a comer fuera como tenía previsto. Evitando las cámaras que se acercaron durante todo el día al barrio a filmar el portal del milagro, ajeno a todo. Sólo se lo contó a su madre -"me ha dicho que por qué no me lo he quedado", ríe de nuevo- y a la suegra, que tuvo que leer dos veces el mensaje que le mandaron porque no se lo creía.
Paco sólo libra los domingos. De lunes a viernes, trabaja en una ferretería en Leganés. Los fines de semana, de portero en el local de copas. "Por la hipoteca, ya sabes", justifica. María José es peluquera en la calle de Alfonso XIII. A Paco Fernández le gusta leer ("no lo hago mucho por los horarios") y el deporte. "Muchísimo", asegura. Hace pesas, monta en bicicleta y corre por el Retiro con su perra que, cuenta, se lleva muy bien con los niños. Dice que está muy contento y ella repite que es un héroe, su héroe. Y le abraza.
Sus colegas aún no lo saben. Tampoco en la ferretería. "Verás cuando me vean mañana en el periódico", dice. Y se echa las manos a la cabeza. "Pero si yo no he hecho nada...", insiste.
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