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11-M: el recuerdo a las víctimas

Lágrimas en el tren de las ocho

Madrid conmemora la matanza del 11-M con el dolor encallado y más unidad políticaEl recuerdo del día de los atentados sigue afectando a muchos madrileños

Pilar Botejara, ayer, cogió el tren temprano, como siempre. Al cabo de un rato, el vagón se paró en mitad de la vía. Sólo un instante; luego volvió a arrancar. Pero fue suficiente para que la veinteañera rompiera a llorar. Eran poco más de las ocho de la mañana. En ese instante se activó algo en su mente.

Hace seis años, el mismo día del mismo mes, 11 de marzo de 2004, Pilar se despertó a las 7.33. Un tren acababa de reventar delante de su edificio en la estación de El Pozo (Villa de Vallecas). Ella y su madre, María Luisa Uriel, se habían quedado dormidas y no pudieron tomar el tren en el que viajaban cada mañana. Se levantaron y se asomaron a la ventana.

"Fue horrible", recuerda María Luisa. "El tren abierto. La ceniza. Los restos del vagón que caían delante de nosotras como la nieve. Y nosotras teníamos que ir en ese tren".

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Las dos recordaron ayer en un acto en El Pozo a los que no corrieron su suerte. En esta estación, una de las tres donde murieron 192 personas metidas en trenes bomba, se celebró la última ceremonia de la jornada en recuerdo de las víctimas de la masacre terrorista. En un día en que los políticos pusieron una de cal, con la unión del PP y el PSM en el acto de la Puerta del Sol, y otra de arena, con las ceremonias del Ayuntamiento y la asociación de Pilar Manjón solapándose en Atocha.En el Bosque del Recuerdo (parque del Retiro), un montículo con 192 árboles en memoria de los muertos del 11-M, Maribel Poblete, de 48 años, cumplía ayer por la mañana con su rito íntimo. El día de la masacre, providencialmente, rompió sus hábitos y esquivó a la muerte. "Llevaba dos años cogiendo el tren que explotó en la calle Téllez, pero esa mañana mi marido insistió en llevarme en coche al trabajo", relata Maribel, con gafas de sol y una calma amarga.

Desde aquello, acude cada año a la conmemoración del 11-M para exorcizar sus demonios, que, sin base real, viven con una lógica propia: "Sigo sintiendo una especie de culpa por estar viva. No puedo dejar de pensar que alguien me cambió el billete aquel día".

Su memoria es un archivo de recuerdos traumáticos, desde el modo en que supo del atentado ("un mensaje de un familiar donde ponía: 'Por favor, dime que no ibas en ese tren", cuenta Maribel) hasta el día siguiente, cuando se volvió a montar en otro tren, en la misma línea y a la misma hora que de costumbre ("Todos mirábamos alrededor y veíamos la gente que faltaba: el señor del maletín, aquella chiquita del gorro... Había un silencio sepulcral y la gente lloraba"). Desde el 11 de marzo de 2004, cada día que sube al tren para ir a Madrid, como ayer, Maribel Poblete vuelve a sufrir: "Siento siempre lo mismo. Nunca cambiará".

Pero la casualidad no siempre es providencial. Héctor Cortés (1971-2004), el único chileno que murió en el tren que estalló en el Pozo, nunca debió entrar en aquel vagón. Cada mañana lo cogía con su suegro para ir a trabajar. El 11-M se retrasó y el padre de su mujer decidió irse sin él hacia Atocha. Héctor tomó el siguiente tren. El que llevaba la bomba.

La historia de este trabajador, padre de un hijo, la cuentan su suegra, María C., y otro familiar, Miguel Rojas, que ayer asistieron al acto de la Asociación de vecinos del Pozo: "Todos pensamos que Héctor estaría ayudando a la gente. Él siempre ayudaba. Contactamos con su suegro y estaba bien, pero no supimos nada de él hasta que identificamos su cuerpo en Ifema".

La esposa y el hijo de Héctor viven ahora en Boñar, un pequeño pueblo de León. Según Miguel, primo de la mujer, "porque no podían soportar el recuerdo. Y porque allí no hay trenes", añade. Él sigue cogiendo el tren en la estación donde murió Héctor. "Ya no hay rastro de la explosión", dice, "sólo una fisura en un ladrillo, pero no puedo evitar fijarme en ella cada mañana".

Los vecinos del Pozo (asistieron más de un millar) se alegran porque, por fin, el año que viene celebrarán el homenaje ante el monumento que llevaban reivindicando todo este tiempo sin éxito. Adif cederá el terreno y el Plan E sufragará la obra.

Ayer hacían su ofrenda floral y encendían velas ante una de las paredes de la estación. Sobre el muro, decenas de poemas y fotos que recordaban a los vecinos que se quedaron en el tren. Imágenes como la de Adrián Adrianov y Kalina Vasileva, una pareja búlgara que se abraza y sonríe a la cámara. Tenían planeado casarse en mayo de 2004. Hoy descansan, en la misma tumba, en un cementerio de Torrejón de Ardoz. Los enterraron vestidos de novios.

Un asistente al acto en la estación de Atocha de la Asociación 11-M Afectados por el Terrorismo y los sindicatos, frente al lugar donde se depositaron flores.
Un asistente al acto en la estación de Atocha de la Asociación 11-M Afectados por el Terrorismo y los sindicatos, frente al lugar donde se depositaron flores.SAMUEL SÁNCHEZ

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