Esperanza es nombre de rumba
Si lees las últimas cinco letras de Esperanza al revés, te sale Aznar; y si sumas los cinco ejes del discurso que dio ayer la presidenta de la Comunidad en la Asamblea, también. Esos cinco ejes, que la oradora repetía ante el micrófono con una machaconería propia del estribillo de una rumba, eran éstos: jactancia, vanagloria, zaplanazo, cifra, promesa.
Y eso es lo que bailamos los presentes una hora y tres cuartos, sin que nadie le diera la vuelta al disco. Aguirre fue prolija y yo me sacié hasta desear ir a tomarme algo fuerte al bar, como si ella recordara a Voltaire, que escribió que "el secreto de aburrir a la gente consiste en decirlo todo", y yo a Oscar Wilde, que aseguraba que él siempre bebía "para hacer más interesantes a los demás".
La jactancia lo abarcó todo: economía, justicia, políticas sociales, sanidad, medio ambiente, educación, seguridad, desarrollo, vivienda, transporte, cultura, inmigración y energía. Teniendo en cuenta que juró sobre siete biblias que todo eso ha mejorado hasta límites increíbles bajo su mandato, lo único sorprendente fue que al final de la disertación no se sacase una capa roja de debajo del vestido y se diera dos vueltas volando por el techo de la Asamblea.
La vanagloria de su Madrid empezó justo después de clamar que en la España del PP no se discriminaría a los ciudadanos dependiendo de dónde vivieran, como hace el Gobierno socialista, con lo cual su doctrina se convirtió en una paradoja: todos los españoles somos iguales, pero los madrileños somos mejores que nadie. Aguirre alardeó de que nuestra economía es la que más ha crecido en todo el país; y nuestra renta media supera a la de las demás regiones; y los pacientes esperan aquí para ser intervenidos "un máximo de 30 días, y no seis meses, como los catalanes"; y el presupuesto destinado a Educación y a Desarrollo es el más alto; y en Madrid se construyen más viviendas protegidas "que en Cataluña y Andalucía juntas y sumadas"... En fin, que ella misma lo resumió al final de su intervención: Madrid es "la primera comunidad de España en prácticamente todo".
Los zaplanazos fueron continuos aguijones contra el Gobierno y la oposición "catastrofista" del PSOE, a cuya desastrosa herencia Aguirre opuso su montaña de cifras, todas en números azules por el simple sistema de reducir las cuatro operaciones básicas a sólo dos: la suma y la multiplicación. Y como donde no llegan las matemáticas llega la fe, el último eje de su perorata lo constituyeron las promesas: bajará el IRPF, nos dará el derecho a elegir médico y hospital, incrementará el número de policías municipales, reciclará más agua... Para que las cuentas le cuadrasen, la presidenta usó todos los sistemas de medida: metros cuadrados, hectómetros cúbicos, kilovatios... ¿En qué se mide el autobombo? Quién sabe, pero, sea lo que sea, el suyo fue de un billón, como mínimo. Como dijo Sartre, a quien la presidenta también citó en su discurso, "las noticias nunca son malas para los elegidos de Dios".
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