Dinero trasplantado
A veces uno se siente como una flor tropical trasplantada al frío norte, dice en una de sus novelas Benito Pérez Galdós; y es verdad que en este mundo hasta los sentimientos pueden ser arrancados del corazón y sembrados en lugares que parecen estar más allá de nuestra propia vida, en algunas ocasiones para crecer más fuertes y en otras para secarse y que se los lleve el viento.
Si eso se puede hacer con las emociones, imagínense qué va a pasar con los árboles y los billetes de 500 euros. Sobre esto último, Juan Urbano acababa de leer una noticia que insinuaba que en la Edad del Bronce del caso Gürtel algunos destacados miembros del PP ya tenían tinta morada en las yemas de los dedos, y para intentar demostrarlo hablaba de que el tesorero del PP ingresó en una sucursal del Banco Popular 330.000 euros en esos billetes del color de la sospecha que suelen oler a negocio turbio cuando les levantas la tapadera.
¿Se acuerdan de los millones de árboles que iban a plantar en Madrid si ganaban las elecciones?
Hacienda fue a meter la nariz de inmediato en la caja fuerte, y de hecho abrió una investigación, pero les dijeron que aquello no era nada más que un crédito que se había pedido para pagar unos cuadros y que, como al final el trato no se pudo cerrar, los cincuenta y tantos antiguos millones se volvieron a poner donde estaban.
Como resulta que ese crédito concuerda con los apuntes de supuestos sobornos de la trama corrupta de Madrid, el que registra la entrega de esa misma cantidad, 330.000 euros, al tesorero del PP, y que figura en la contabilidad B de la red de Francisco Correa, la cosa genera dudas enormes. Uno de los sinónimos de la duda es la suspicacia, pero otro es la palabra indicio, y habrá que ver cuál de ellos es el más preciso en este caso. En total, el juez Garzón acusa a la persona que encubren las iniciales L. B. de haber recibido 1.300.000 euros fraudulentos. Mala cosa.
En cuanto a los árboles, Juan Urbano andaba por la plaza del arquitecto Ribera, en la calle de Barceló, como si fuese por la calle Serrano, es decir, entre aceras vacías donde antes hubo plátanos de sombra que ahora han sido sustituidos por explicaciones sombrías y disculpas oficiales: que no, que no es que los cortemos, ni que Madrid se desangre en verde, sino que los saneamos, les hacemos podas y, en la mayor parte de los casos, los trasplantamos...
Será verdad, pero antes de hacer eso van a tener que coserlos, porque el caso es que muchos de los árboles que había y ya no hay en esa calle fueron talados y troceados antes de echarlos a un camión.
Otros 51 ejemplares, según fuentes municipales, han sido "trasplantados", a unos centenares de metros del domicilio del alcalde.
Los vecinos del barrio de Justicia protestan al sol, y cuando les dicen que los árboles han desaparecido para que se pueda construir el nuevo mercado de Barceló, lo que hará que se creen muchos empleos, ellos responden con toda la lógica que "con el paro se acaba plantando árboles, no cortándolos". O sea, que lo que podrían hacer tres jardineros lo hace un solo leñador.
La palabra mañana es la que más sale en los discursos, que están más llenos de promesas que de hechos, porque las promesas no tienen límites, ni se las puede medir en metros cuadrados, o kilos, o vatios.
Es verdad que lo que sí hacen las promesas es dejar huellas, aunque sólo sea en los oídos y en los titulares de los periódicos, pero, y qué, un clavo saca otro clavo y una promesa se hace con los ladrillos que sobraron de la anterior. ¿Se acuerdan de los millones de árboles que iban a plantar en Madrid? ¿Se acuerdan del nuevo Retiro y la nueva Casa de Campo que iban a hacer si ganaban las elecciones? ¿Y del bosque sobre el río Manzanares? Pues Juan Urbano echó cuentas y llegó a la conclusión de que si un mono quisiera ir de la plaza de España a Prado del Rey tendría que hacer el 70% del camino andando, así que algo falla.
Todo puede trasplantarse, los sentimientos, el dinero y las plantas. Lo raro es que eso no signifique que cambian de sitio, sino que desaparecen. Qué misterio.
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