Los perros estrella de la policía
Cuatro agentes caninos sobresalen entre sus 145 compañeros de raza
El pastor alemán no es el primer perro en nada: ni en rastreo, ni en defensa y ataque, ni en salvamento, ni en detección de explosivos o estupefacientes. Pero es el segundo en todo, y, por tanto, el más completo. Por eso, la mayoría de los 145 perros que trabajan bajo las órdenes de los 71 policías de la sección canina madrileña son pastores alemanes. Cada guía cuida al menos de dos perros, y todos creen que los suyos son los mejores, pero entre las grandes figuras, aquellos con los que se quedarían los máximos responsables, no sólo se cuentan pastores alemanes; sobresale también un pastor belga asiduo de coches de ministros, moquetas y todo lo susceptible de colocar bombas, y habría que contar también con una pequeña springer spaniel, enamorada de los te chos de chabolas donde se esconde droga.Cada mañana, en la Casa de Campo, sueltan a todos los animales para que depositen sus excrementos y correteen en busca de alguna pelota o rodillo. Suelen registrarse peleas y mordiscos entre los agentes caninos, pero si hay algún animal respetado por sus compañeros, uno al que casi todos temen, ése es Alf, un rottweiler negro de dos años, enemigo principal de los cabezas rapadas que se abalanzan sobre las alambradas de los campos de fútbol. Cuando alza las dos patas delanteras sobre la puerta de su jaula parece uno de esos perros de dibujos animados que andan a dos piernas como culturistas. El espacio que no despejan seis agentes increpando y blandiendo porras lo abre Alf con la exposición de su dentadura.
Y, sin embargo, Alf, que acaba de engendrar una camada de siete descendientes, no sería el mejor en defensa y ataque. Ese papel habría que reservárselo a Kanto, todo un prodigio de equilibrio y serenidad hasta en sus andares.
Lo difícil no es conseguir que los animales de defensa y ataque se abalancen sobre alguien, sino lograr que se sienten a la orden de sit, a pesar de que el entorno presagie alboroto, y, sobre todo, obligarle a que suelte la pieza mordida inmediatamente a la orden de ¡Auss! Cuando atrapan algo entre sus fauces sienten un placer que les lleva hasta cerrar los ojos de puro delirio. Algunos guías tienen que presionarle el cuello con los dedos Para que dejen de morder la pieza. Hacer que se desprendan de eso que ellos consideran un premio es cuestión de carácter y adiestramiento.
Cada guía posee dos perros que no salen a trabajar jamás si no es bajo, sus órdenes. El equipo de adiestradores lo forman 67 hombres y cuatro mujeres.
Alejandro Moreno, el guía de Kanto, dice que cuida a ese perro mejor que nadie. No le falta ni su calefacción especial ni su cama de paja. Arpos, otro perro de Alejandro, un pastor belga mucho más agresivo que Kanto, no goza de tantos mimos por parte de Moreno, pero tampoco ha sufrido la lesión que Kanto hace meses durante una exhibición. Mientras Kanto rehúye las peleas con sus compañeros de raza, se aparta y observa cuando ve algún revuelo, el pastor belga entra a todos los trapos que le tienden. En consonancia con su carácter agresivo, Arpos se encela con Kanto cada vez que lo ve con el guía, pero Kanto rehúye cualquier enfrentamiento, a no ser que le agredan o intenten quitarle su pelota de juegos.
Moreno no quiere perros en casa, dice que sería imperdonable meter un animal de esos en un piso de Madrid, pero su compañero José Antonio lleva todos los días a Jana a casa. Jana es para muchos policías la mejor entre todos los canes, tal vez porque duerme en casa de su dueño; de hecho, es propiedad exclusiva de José Antonio, y la compenetración con el guía es total. Esta pastora alemana, especializada en rastreo, guarda en su hoja de servicio el descubrimiento del cadáver de una mujer en Pamplona. Su última labor de mérito la desempeñó en Toledo hace dos meses. Se había perdido un anciano por unos maizales, según su hijo, pero Jana decía que nada, que el viejo se había metido por un camino cercano a la vía del tren. Anocheció y tuvieron que regresar a Madrid. El anciano volvió aquella noche a casa por el camino que Jana había señalado.
La perra ha desarrollado un espíritu de líder valiéndose del espíritu alegre y juguetón heredado de su padre, un pastor alemán especializado en explosivos que se llamaba Kai y, al que apodaban El Alegre. "Hay perros
que van a coger su pelota y si llega otro perro le muerden, pero a Jana nunca. Ella tiene que ser la primera al entrar en los coches, la primera en salir y la primera en todo. Sólo me ha dado satisfacciones; si hoy me da una grande, mañana, otra mayor. El único defecto de estos animales es que tienen una vida muy corta. En servicio, un perro sólo aguanta unos nueve años, y a los 11 se mueren". Todos los días, un Coche habilitado para el traslado de perros recoge a Jana para desplazarla hasta el lugar de trabajo.José Antonio adiestra también a Yako, un boxer atigrado que pega saltos de tres metros cada vez que engancha una presa. "Yako tiene demasiadas pelotas. Normalmente, un perro engancha un brazo y tira para el suelo, pero éste tira y tira, y salta sin cansarse hasta que no se hace con la presa. Y después, Yako es muy noble, le encantan los niños. Lo único que pasa es que, como es un perro sin rabo, nunca sabes lo que siente, su cara parece siempre de mal genio, y no sabes cuándo se va a tirar a por alguien".
Yako es el único boxer policía de Madrid. Entre todos los de defensa y ataque no hay ni un solo doberman. Los agentes adiestraron a Linda, una doberman que sólo se limitaba a vigilarles el recinto, pero no quieren ese tipo de perros en sus filas.
El aspecto que se asocia con el de perros policía suele coincidir con un físico imponente, nada parecido al de Senda, una springer spaniel de dos años que encaraman en lo alto de cualquier chabola y meten por los bajos de cualquier cama. Senda descubrió dos kilos y medio de hachís en las chabolas de unos marroquíes en Alcorcón y colaboró en el desmantelamiento de un laboratorio de cocaína sintética.
Para Senda, como para el resto de los perros, el trabajo no es más que un juego, y jugar es lo que más les gusta. Pero Senda ja más ha probado la droga; su principal motivación son las pe lotas que los guías le ponen en la boca después de encontrar algún producto, o las palabras de afecto -"Senda, bonita, guapa"- de sus dueños.
Puede buscar 10 o 12 objetos distintos sin tener que añorar recompensa alguna. "A cualquier otro animal, a los pastores alemanes, por ejemplo, has de darles premios, pero ella lo hace sólo por el afán de buscar", dice Antonio, su guía. La mejor cualidad de Senda, para su amo, es el dinamismo, la vitalidad de que hace gala, no como Solo, el otro perro de Antonio. "Senda siempre anda pendiente de mí, deseando que yo le diga o le mande algo, es feliz corriendo, ladrando, saltando".
Lo mismo que cuenta Antonio de Senda relata el guía de Coby de su perro. Este pastor belga de seis años ostenta en su historial la detección de dos kilos y medio de amonal en un banco sevillano. Está adiestrado para operar a 30 metros de distancia de Alejandro, su guía.
Se han realizado experimentos para que este tipo de animales trabaje a mayor distancia con auriculares incorporados que transmitan la voz de su amo, pero las experiencias resultaron infructuosas.
Fiel a su oído
Cualquier aparato de sonido, por muy leve que sea, distorsiona la voz del guía -y eso que las ordenes que reciben los agentes caninos son muy precisas y escuetas, casi todas basadas en monosílabos ingleses- y la vuelve extraña para el perro. Pero el animal es fiel a su oído y no admite interferencias entre la garganta del amo y su organismo.
Coby y Alejandro realizan unas siete intervenciones por semana. Cuando no mete sus narices en el coche de un ministro es en el del Rey, en el Congreso de los Diputados o en cualquier colegio de los muchos que reciben falsas amenazas de bomba. Si Coby olfatea el explosivo, se sienta. Llegará Alejandro, le dará la pelota y se sentirá satisfecho, como todos sus compañeros, con una palmada en el lomo. El juego ha concluido.
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