¿Bienvenido, Mr. Adelson?
Madrid y Barcelona se disputan la inversión multimillonaria de un empresario de casinos de Las Vegas, que exige cambios legales y condiciones inasumibles para construir un megacomplejo de ocio y apuestas
En 2002, un hombre perdió cinco millones de dólares apostando en un casino de Las Vegas (Estados Unidos). "No quise que se volviera a casa con las manos vacías", explicó después uno de los directivos del complejo, según el diario Las Vegas Sun. Así que el casino amañó un sorteo para que ganara un coche. Era un Mercedes de 50.000 dólares, un escaso premio de consolación, es cierto. Pero, además, era tongo. La Comisión de Juego del Estado de Nevada multó al casino con un millón de dólares. Los directivos implicados fueron despedidos.
En 2010, la policía irrumpió en un casino de Macao (China) y arrestó a más de un centenar de prostitutas y a una veintena de proxenetas. Unos meses antes, había frustrado un asesinato por encargo del grupo criminal Wo Hop To, o lo que es lo mismo, de las triadas. Durante el juicio salieron a la luz los presuntos vínculos entre esa organización mafiosa y el juego en la excolonia portuguesa. Según un testigo citado por Reuters, un presunto capo regentaba una sala VIP en un casino, y compartía sus beneficios.
Los tres casinos mencionados pertenecen a la misma persona: Sheldon Adelson. Asesorado por el bufete Cuatrecasas y la auditora PricewaterhouseCoopers, este millonario estadounidense de 78 años planea ahora convertir España en la cuarta pata de su imperio (con Las Vegas, Singapur y Macao). Su plan es un delirio de ambición: de 15.000 a 18.800 millones de euros de inversión entre 2011 y 2022 (5.882 millones de aquí a 2015), según un informe de Boston Consulting al que ha tenido acceso este diario. Solo este año, en gestiones, gastará 16 millones. Planea hacer 12 resorts (36.000 habitaciones), seis casinos (1.065 mesas, 18.000 máquinas recreativas), 50.000 plazas de restauración, nueve teatros, hasta tres campos de golf, un escenario con 15.000 asientos...
Pero requiere de la complicidad de Gobierno central (PSOE), Comunidad y Ayuntamiento (PP). La promesa de crear 164.000 empleos directos y otros 97.000 indirectos (en total, la mitad del paro de la región) ha seducido al ministro de Industria, Miguel Sebastián; a la presidenta regional, Esperanza Aguirre; y al alcalde, Alberto Ruiz-Gallardón.
Hasta el momento se han mantenido una decena de reuniones, y ya se conocen las exigencias del millonario: para empezar, que se le cedan de forma gratuita 5,8 millones de metros cuadrados. La ley prohíbe este regalo. La ubicación barajada para el complejo es Valdecarros, un nuevo barrio aún en desarrollo en el sureste de la ciudad, en el distrito de Villa de Vallecas. Muy cerca del vertedero de Valdemingómez, que el millonario quiere reubicar para evitar que se vea o huela desde sus hoteles. Pero esta es solo una de sus pretensiones descabelladas. Según fuentes conocedoras de la negociación, quiere que se modifique el Estatuto de los Trabajadores para poder contratar a precio de saldo. Quiere que se concedan visados especiales a trabajadores que traería del extranjero (que se quedarían parte de los empleos creados). Quiere que los menores accedan a los casinos. Y que se permita fumar en los espacios cerrados del complejo. Y quiere que sus inversiones y ganancias estén prácticamente libres de impuestos. Todo ello requiere de cambios de leyes regionales y estatales. Aguirre ha dicho: "Si hay que hacer cualquier modificación que esté dentro de mis principios, se hará".
Según un estudio financiero de una firma de Wall Street al que ha tenido acceso este periódico, Adelson baraja dos ciudades en España para ubicar su complejo, Madrid y Barcelona. Considera que la ciudad catalana tiene mayor potencial, pero la capital cuenta con ventaja por una cuestión geográfica. Fuentes de la Generalitat de Cataluña han confirmado la existencia de conversaciones con la empresa, informa Clara Blanchar. En las negociaciones, el millonario también ha mencionado Alcorcón y Alcalá de Henares, aunque parece un farol. En Alcorcón, PP y PSOE aseguran no saber nada del asunto, informa Juan Diego Quesada.
Según la firma de Wall Street, el millonario quiere replicar el sistema que usó en Macao: primero construye un casino, invirtiendo 1.000 o 2.000 millones de dólares, y con el dinero que genera financia el resto del complejo.
Cuenta además que la negociación con la Administración tiene dos frentes prioritarios: fiscal y laboral. El empresario busca rebajar la presión fiscal al 10%, e incluso neutralizarla por completo en los primeros años. Y desea mantener a los sindicatos bien lejos, como hace en Las Vegas.
Por el momento cinco consultoras están realizando el proceso de due diligence (un análisis de viabilidad). El mayor obstáculo para los accionistas es el margen de beneficio que se maneja: un 20%. Comparado con el que obtiene en Asia, resulta ridículo. Por ello, la empresa baraja en paralelo desplazar su plan a Corea del Sur o Japón (hace solo unos días, se vio involucrada allí en un escándalo de corrupción). Si saliera adelante esa apuesta, el proyecto español se congelaría.
Sheldon Adelson es un anciano de aspecto frágil, que se presenta en las reuniones sostenido por una persona a cada lado y rodeado de accionistas de la empresa, que le tratan con un respeto absoluto propio de un patriarca. Porque, además, Sheldon Adelosn es el 16º hombre más rico del planeta, según la revista Forbes, con 21.500 millones de dólares. Su fortuna creció pareja a la de su empresa, Las Vegas Sands, y estuvo a punto de irse a pique con ella. Hijo de emigrantes lituanos, creció en un barrio pobre de Boston donde los chavales irlandeses no le perdonaban su origen judío. Su padre era taxista; toda la familia dormía en una habitación. Adelson empezó vendiendo periódicos; pidió dinero prestado a su tío, y lo invirtió en asegurarse una esquina mejor para su negocio. En 1979, con 45 años, se inventó Comdex, la mayor feria de ordenadores del planeta. En 1995 se la vendió al gigante de las telecomunicaciones japonés Softbank por 862 millones de dólares. Comdex cerró en 2004. Para entonces, Adelson había construido ya un casino de 1.500 millones de dólares en Las Vegas que recreaba Venecia con canales, gondoleros de camisa de rayas y campanario de San Marcos incluidos. En 2008 invirtió 1.900 millones en otro. Era el tercer estadounidense más rico, a tiro de piedra de Bill Gates. Un emprendedor, la encarnación del sueño americano. Y entonces llegó la crisis. Su empresa perdió el 90% de su valor, y Adelson casi la mitad de su fortuna, en parte, según analistas citados por Las Vegas Sun, por asumir riesgos excesivos. La recesión le dejó sin financiación para mantener la que entonces era su principal apuesta, entrar en el mercado asiático.
Las Vegas Sands rozó la bancarrota. Adelson invirtió parte de su fortuna en rescatarla. Eso, unido a los ingresos en EE UU, le permitió salir adelante. Pero a la postre, lo que salvó su apuesta fue la inversión en Macao, donde había abierto en 2004 el primer casino en manos occidentales. Según el New Yorker, un empresario de Hong Kong con contactos en el Gobierno chino fue clave. Luego le demandaría por no abonarle sus servicios. Adelson fue condenado en primera instancia a pagarle 44 millones de dólares.
Macao (la única ciudad china en la que se permite apostar) ya supera a Las Vegas como capital mundial del juego. En la actualidad el 90% de los ingresos de Adelson provienen de Asia. Y también sus problemas legales. En Las Vegas se precia de mantener a los sindicatos fuera de sus casinos. Es más, llegó a defender en los tribunales (sin éxito) que no se pudieran manifestar frente a ellos porque las aceras son propiedad privada. En Macao (donde uno de sus casinos es también una réplica de Venecia, eso sí, el doble de grande que la versión norteamericana) su problema es la mafia, a la que una investigación de Reuters y la Universidad de Berkeley vincula con su empresa. Según menciona este trabajo, algunos casinos de Macao ponen sus salas VIP en manos de las triadas, que se encargan de gestionar además las deudas de juego. Presuntamente, el Gobierno chino hace la vista gorda, debido a los fuertes ingresos generados vía impuestos, y porque Macao goza de pleno empleo gracias a ellos. Actividad económica y puestos de trabajo: un binomio goloso y muy fácil de exportar.
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