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Polémica sobre un portátil para el Tercer Mundo

Cuando los ejecutivos de la industria informática oyeron hablar de un plan para fabricar ordenadores de 100 dólares para niños del mundo en desarrollo, en general se burlaron de la idea. ¿Cómo iban a poder fabricar ordenadores de ese tipo, preguntaban, cuando sólo las pantallas ya cuestan 100 dólares?

A Mary Lou Jepsen, ingeniera jefe del proyecto, le gusta calificar la idea que transformó la utopía en prototipo operativo de “realmente excéntrica”.

Jepsen, ex diseñadora de chips de Intel, encontró un modo de modificar las pantallas convencionales de los portátiles, rebajando el coste de fabricación a 40 dólares y reduciendo al mismo tiempo su consumo de energía en más del 80%. Como ventaja añadida, la pantalla es claramente visible a la luz del sol.

Esa ventaja y otras han permitido que el proyecto sin ánimo de lucro, Un portátil por niño, fuera convenciendo a muchos escépticos a lo largo de los dos últimos años.

Cinco países (Argentina, Brasil, Libia, Nigeria y Tailandia) han alcanzado compromisos provisionales de poner los ordenadores en manos de millones de estudiantes, y se espera que la producción en Taiwán empiece a mediados de 2007.

El portátil no utiliza un sistema operativo de Microsoft Windows,ni siquiera lleva disco duro, y la pantalla es pequeña. Y el coste se acerca más a los 150 que a los 100.

Pero el precio, incluso comparado con los portátiles de gama baja de 500 dólares ya existentes, transforma la ecuación económica para los países en vías de desarrollo.

Eso no ha impedido que la iniciativa, concebida por Nicholas Negroponte, destacado investigador informático, se haya convertido en centro de un debate sobre el valor de los ordenadores para el aprendizaje y para el desarrollo económico. Entre los detractores se encuentran dos gigantes del sector informático, Intel y Microsoft, que presentan enfoques alternativos.

Intel ha desarrollado un portátil de 400 dólares destinado a colegios así como un programa educativo centrado en los profesores en lugar de los alumnos. Y Bill Gates, presidente de Microsoft e importante filántropo para el Tercer Mundo, duda si el concepto no “se limita a tomar lo que hacemos en el mundo rico” y da por hecho que también es bueno para el mundo en desarrollo.

Negroponte, director fundador del Media Laboratory del MIT, está asombrado por la atención que ha suscitado esta maquinita. No es la primera vez que le critican por proclamar la promesa de la tecnología.

“Es como si la gente toda su atención a la carabela de Colón y no al lugar hacia donde se dirige”, decía recientemente en una entrevista. “Hay que recordar que de lo que esto trata es de educación”.

Seymour Papert, informático y educador que asesora el proyecto, sostiene que si a los jóvenes se les dan ordenadores y se les permite explorar, “aprenderán a aprender”. Ésa, sostiene Papert, es una aptitud más valiosa que las estrategias de enseñanza tradicionales que se centran en la memorización y la experimentación.

La idea es también que los niños pueden asumir buena parte de la responsabilidad del mantenimiento de los sistemas, en lugar de crear o basarse en burocracias que lo hagan. Esa filosofía, base de la visión del mundo planteada por el proyecto, ha suscitado críticas.

“Me parece maravilloso lo de poner las máquinas en las manos de niños y padres, e influirán en su vida si tienen acceso a la electricidad”, decía en una entrevista Larry Cuban, profesor de educación en la Universidad de Stanford. “Sin embargo, si parte de su argumentación es que el ordenador revolucionará la educación en diversos países, no creo que ocurra, y son ingenuos e inocentes acerca de la realidad de la enseñanza formal”.

El debate entrará con seguridad en una nueva fase cuando Quanta Computer, el segundo mayor fabricante de portátiles del mundo, comience la producción a gran escala. Aunque no estará disponible para los consumidores, el portátil podría convertirse en el más vendido del mundo.

El proyecto tiene compromisos de compra provisionales de tres millones de ordenadores y empezará la fabricación a gran escala cuando alcance cinco millones con compromisos separados de al menos un país de África, Latinoamérica y Asia. Basándose en las negociaciones actuales, Negroponte espera que ese objetivo se alcance a mediados de 2007.

El proyecto recibió un significativo empujón el 15 de noviembre, cuando el Banco Interamericano de Desarrollo firmó un acuerdo para proporcionar préstamos y becas para comprar los ordenadores.

“Hace unos años, me parecía una ilusión o una utopía”, comenta Juan José Daboub, director general del Banco Mundial y experto independiente en desarrollo económico. “Pero ahora es real y alentadora”, concluye.

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