Un símbolo siniestro
El bosque de Katyn es el siniestro símbolo de un capítulo pendiente en las relaciones entre Rusia y Polonia. Entre los pinos, a 20 kilómetros de la ciudad rusa de Smolensk donde ayer se produjo el accidente aéreo en que murió el presidente polaco, Lech Kaczynski, fueron asesinados en 1940 varios miles de oficiales y miembros de la élite polaca. Habían ido a parar a campos de concentración soviéticos tras la partición de Polonia entre la URSS de Stalin y la Alemania de Hitler en virtud del pacto Mólotov-Ribentrop de 1939.
Cerca de 22.000 polacos fueron ejecutados en 1940 por el NKVD (los servicios precursores del KGB) en diversos lugares de Rusia, Bielorrusia y Ucrania (incluido Katyn) en virtud de una orden del régimen comunista dirigido por Stalin. Los alemanes, que exhumaron los cadáveres de Katyn en plena II Guerra Mundial, culparon del crimen a la URSS, pero durante décadas Moscú acusó a la Gestapo y negó la responsabilidad por la matanza por medio de tiros en la nuca, en la que se emplearon pistolas alemanas, que en el frenético ritmo de las ejecuciones se calentaban menos que las soviéticas.
Fuerzas rusas mataron en 1940 a miles de militares polacos cerca del lugar del accidente
En 1990, a resultas de la política de transparencia conocida como perestroika, Mijaíl Gorbachov entregó a Polonia pruebas documentales de la responsabilidad de la URSS por aquellos crímenes. La fiscalía soviética inició entonces una investigación que continuó en los noventa, pero que se cerró en 2004 siendo Vladímir Putin presidente de Rusia.
Ahora, en vísperas del 65º aniversario del fin de la II Guerra Mundial, Rusia trata de acercarse a Polonia y muestra de ello ha sido la presencia de Putin y su colega polaco Donald Tusk el miércoles en Katyn. Allí, el ruso se hincó de rodillas, criticó al "totalitarismo inhumano" y llamó "crimen injustificable" al fusilamiento de los oficiales polacos. Fue un avance, pero insuficiente, porque Putin, que ayer mismo visitó el lugar del siniestro aéreo, no ha levantado el secreto sobre la investigación (116 de los 183 tomos son secreto de Estado) ni ha dado orden para que esta continuara, tal vez porque, según las encuestas, los rusos en su mayoría se niegan aún a creer que el crimen fue obra soviética, ni siquiera tras la emisión por televisión de la película Katyn, del polaco Andrzej Wajda.
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