La prensa se convierte en el paladín contra la corrupción en Brasil
El Gobierno ha destituido a 14 funcionarios del Ministerio de Transportes
El Gobierno brasileño anunció ayer la destitución de tres funcionarios más del Ministerio de Transportes, debido a un escándalo de corrupción aireado por la prensa. Hasta ahora han perdido el puesto 14 altos cargos, incluido el ministro. La depuración comenzó después de que la prensa publicara los continuos fraudes en contratos públicos y desvíos de recursos públicos en el ministerio.
Así, la prensa brasileña ha tomado el relevo de la oposición que ha permanecido paralizada bajo la popularidad del carismático expresidente Luiz Inácio Lula da Silva, a quien la clase más pobre le perdonaba todo, hasta los casos más evidentes de corrupción en los políticos de su partido. La mayoría de los funcionarios destituidos están afiliados al Partido de la República (PR), formación que ha apoyado a los Gobiernos del oficialista Partido de los Trabajadores (PT) y que controla el Ministerio de Transportes desde 2003.
La gota que ha colmado el vaso ha sido la noticia de que la ayuda enviada puntualmente desde Brasilia a las víctimas de las inundaciones que arrasaron en enero las ciudades turísticas de la sierra de Río de Janeiro -la mayor tragedia natural del país en 40 años- acabó engullida por la corrupción de los políticos locales. Las torrenciales lluvias dejaron más de mil muertos y cerca de 10.000 personas perdieron sus casas. Tampoco ha sentado bien la reciente noticia de que el 70% de los municipios desvía el dinero destinado a las escuelas y a la sanidad. Los grandes diarios brasileños como O Globo, Folha de São Paulo, Estado de São Paulo o semanarios como Veja o Istoé y cientos de blogueros han denunciado reiteradamente los casos de corrupción que abrazan todas las esferas del poder.
Y si es inédito en Brasil el papel de denuncia que ha asumido la prensa, no lo es menos que, por vez primera, la presidenta Dilma Rousseff haya tomado medidas sobre los casos difundidos por los medios de comunicación. Para destituir a los funcionarios involucrados en los casos de corrupción en el poderoso Ministerio de Transportes -que maneja miles de millones de reales en obras públicas- no esperó al resultado de la investigación judicial. Primero los puso en la calle.
Rousseff sabe que no cuenta con el carisma personal de Lula. Tiene que ganarse a la nueva clase media -que para 2014 será mayoría en el país- por otros caminos. Quizás se esté dando cuenta de que la lucha contra la corrupción podría ser su mejor bandera. Sobre todo porque es esta nueva clase media la que no parece dispuesta a cerrar los ojos ante el asalto a las arcas públicas mientras sus infraestructuras -carreteras, puertos, ferrocarriles y aeropuertos- no corresponden a la pujanza económica que vive Brasil. No es casualidad que la limpieza haya comenzado en el ministerio responsable de dichas obras, paralizadas en parte por la corrupción.
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