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Un pacto con 'bombas' sin desactivar

El acuerdo alcanzado con Corea del Norte para que renuncie al programa nuclear no menciona el enriquecimiento de uranio

Cuando los jefes de delegación de los seis países que participaban desde el jueves de la semana pasada en Pekín en las negociaciones para poner fin al programa de armas atómicas norcoreano decidieron alargar la reunión hasta bien entrada la noche del lunes, e incluso al día siguiente, quedó claro que la conclusión de un acuerdo estaba al alcance de la mano. Las conversaciones habían estado a punto de fracasar como ya lo habían hecho tantas veces desde que Corea del Norte, EE UU, China, Corea del Sur, Rusia y Japón se reunieron por primera vez en agosto de 2003.

Se produjeron arduos regateos, pero al final, el martes, hubo fumata blanca. Pyongyang aceptó paralizar su principal central nuclear -Yongbyon- en un plazo de 60 días y permitir el regreso de los inspectores del Organismo Internacional para la Energía Atómica (OIEA), a cambio de 50.000 toneladas de petróleo o su equivalente en ayuda. Una vez que facilite la lista completa de sus programas nucleares y desmantele todas sus instalaciones atómicas, recibirá "ayuda económica, energética y humanitaria" por valor de otras 950.000 toneladas de crudo. En paralelo, EE UU y Japón iniciarán conversaciones con el régimen de Kim Jong-il para normalizar las relaciones diplomáticas.

El negociador jefe estadounidense, Christopher Hill, se apresuró a advertir que lo acordado es únicamente "el primer paso". La cautela revela hasta qué punto ha sido difícil llegar a un texto común, y el trato tiene aún bombas por desactivar. La lista en la que Corea del Norte debe revelar todas sus instalaciones y existencias nucleares deberá incluir el plutonio que ha reprocesado, y que es susceptible de ser utilizado para fabricar armamento atómico.

Pero el texto no hace mención al programa de enriquecimiento de uranio, que, según EE UU, tiene Corea del Norte, aunque Pyongyang lo niega. Esta acusación provocó en 2002 la ruptura del pacto bilateral alcanzado en 1994 bajo la presidencia de Bill Clinton.

El acuerdo tampoco se refiere a las sanciones económicas que impuso EE UU a Corea del Norte tras acusar al país asiático de falsificar dólares y blanquear dinero, y que, hasta ahora, Pyongyang había exigido que fueran levantadas antes de hacer ninguna concesión. Hill ha asegurado que espera que este asunto esté resuelto en 30 días.

Petróleo por desarme

Uno de los puntos que estuvieron a punto de hacer naufragar las conversaciones fue la cantidad de petróleo exigida por Corea del Norte. Su representante, Kim Kye-gwan, pidió una cifra concreta para acceder a paralizar Yongbyon. A cambio, Hill reclamó más compromisos de desarme de los inicialmente contemplados.

Aunque el pacto es similar al de 1994, tiene novedades: Pyongyang no sólo se ha comprometido a paralizar sus instalaciones, sino a desmantelarlas, mientras EE UU ha ofrecido recompensas concretas. La clave puede estar en si Pyongyang está dispuesto a abandonar del todo su programa de armas atómicas, y prescindir del poder de disuasión que supone. Pero, especialmente, puede radicar en hasta qué punto los dos países son capaces de gestionar su desconfianza histórica, y mantener sobre raíles un proceso que podría durar años.

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