El inquietante enigma de Jacob Zuma
El nuevo líder surafricano recuerda el estilo autoritario de Mugabe, pero está sometido al partido de Mandela
A primera vista Suráfrica ha vivido esta semana un giro político de consecuencias catastróficas para un país considerado hasta la fecha como el ejemplo político y el motor económico del África subsahariana. Jacob Zuma, un polígamo zulú populista que no ha gozado de una educación formal, ha sucedido por mayoría como presidente del Congreso Nacional Africano (ANC) a Thabo Mbeki, un hombre culto, moderno y sofisticado que fácilmente podría haber optado por una vida académica tras el máster en economía que obtuvo durante los años sesenta en la Universidad de Sussex, Inglaterra.
Si Zuma evita ir a la cárcel, ya que la ley lo investiga por supuesta corrupción, sucederá a Mbeki como presidente de la nación tras la inevitable victoria del ANC en las elecciones generales que se celebrarán en abril de 2009. Sin embargo, el pasado viernes la fiscalía general de Suráfrica le hizo llegar documentos en los que le informa de cargos en su contra. Esto implicaría un procesamiento formal por supuesta corrupción en un caso que se remonta a 1999, cuando, el entonces vicepresidente de Suráfrica, exigió cuatro millones de rands (unos 600.000 euros de entonces) a la empresa francesa de armas Thint para asegurar que no sería investigada por los sobornos que presuntamente había pagado para conseguir contratos con el Gobierno.
Un largo artículo del Daily Mail de Londres después de la victoria electoral de Zuma en un congreso interno del ANC se hizo eco de los temores de mucha gente -especialmente blanca- dentro y fuera de Suráfrica. El Mail evocó el fantasma de Robert Mugabe, el presidente de Zimbabue, y advirtió que la expropiación a agricultores blancos era casi inevitable; que los 220.000 propietarios británicos de segundas residencias en Suráfrica deberían echarse a temblar.
Lo curioso es hasta qué punto las apariencias engañan. Zuma es un líder de corte tradicional en el sentido de que le gusta vestirse con pieles de leopardo y cantar canciones de guerra zulúes. También ha tenido 19 hijos, con sus cuatro esposas y otras mujeres.
Pero al mismo tiempo la mayoría de los 4.000 delegados en el congreso del ANC -es decir, la misma gente que eligió a Zuma- votó a favor de una nueva resolución según la cual de ahora en adelante las mujeres deben ocupar el 50% de los puestos ejecutivos del partido. Y, lo que es incluso más significativo, es que Zuma consiguió su triunfo electoral gracias a una fuerte corriente innovadora dominada por gente joven del ANC que repudia lo que consideran el autoritarismo en el que ha caído Mbeki después de ocho años y medio en el poder.
Jackson Mthembu, diputado del ANC que fue portavoz del partido durante la presidencia de Nelson Mandela, es uno de los que votó a favor de Zuma. "Hoy estamos con Zuma, pero que quede advertido: en el caso de que pretenda gobernar de la misma manera que Mbeki, le haremos lo mismo a él".
Mbeki es un hombre frío y distante por naturaleza que muchas veces da la impresión de tratar a la gente con desdén. Su problema es que así se percibe su actuación tanto en el nombramiento de miembros del partido en puestos ejecutivos regionales, como en las grandes decisiones de estado, particularmente en el caso de la gran emergencia nacional que sigue viviendo Suráfrica a causa del sida, enfermedad que mata a casi mil personas cada día.
"Hubiera sido preferible que Mbeki se hubiera retirado de la contienda, y que hubiera abandonado el poder con dignidad, como Mandela", dijo Pallo Jordan, actual ministro de Cultura.
Lo decía el cartel que llevaba un joven delegado del ANC mientras celebraba la victoria de Zuma: "¡Aquí Zimbabue, no!".
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