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No entierren aún a Sarkozy

A pesar de que los sondeos pronostican su derrota en 2012, el presidente francés cuenta con la baza de la experiencia frente a los socialistas Hollande y Aubry

Millones de franceses se disponen a elegir hoy al candidato que representará al Partido Socialista (PS) en las presidenciales de la próxima primavera. El ganador de las primarias ciudadanas saldrá de un dúo mal avenido y en el fondo bastante similar: el favorito, François Hollande, y la aspirante, Martine Aubry. Las encuestas afirman que, venza quien venza, el candidato del PS debería ganar sin problemas la elección crucial a Nicolas Sarkozy dentro de seis meses. El presidente actúa como si la cosa no fuera con él, aunque ha comenzado su campaña de forma oficiosa (en teoría la oficial empezará en febrero) y ha dejado algunos gestos que delatan su inquietud. El miércoles, a la misma hora en que empezaba el último debate del PS, Sarkozy salió a cenar con su embarazadísima esposa, Carla Bruni. Para que las cámaras lo vieran.

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Algunos medios franceses, quizá animados por la notable onda de pasión generada por las primarias, han dado estos días por cerrada la etapa en el poder del líder de la Unión por un Movimiento Popular (UMP), que en 2007 derrotó a Ségolène Royal por seis puntos y con cerca del 84% de participación. Pero otros muchos piensan que, pese a lo que digan las encuestas, no resultará fácil que la izquierda vuelva al Elíseo 17 años después de la retirada de François Mitterrand.

En la calle y en los sondeos se detecta un creciente malestar con Sarkozy, aunque quizá habría que usar una palabra más fuerte. Muchos franceses parecen hoy tocados por una especie de odio personal contra el jefe del Estado. Por un hartazgo que se parece mucho a una obsesión. "Mucha gente te dice que cuando sale Sarkozy en televisión cambian de canal, que ya no pueden ni verlo", cuenta Pierre Hasky, director del periódico digital Rue89. "Y entre la gente de izquierda es normal que pase eso. Lo curioso es que les sucede también a muchas personas de derechas".

Dany Robert Dufour, profesor en la Universidad París VIII y especialista en filosofía del lenguaje, de la política y del psicoanálisis, cree que "la palabra que define mejor ese sentimiento es repulsión", y que ese "rechazo visceral" se basa en dos aspectos: "Por un lado está el lado bling bling (expresión familiar que define a los raperos que van cargados de oro), esa forma obscena de presumir de que tiene un Rolex, ese estilo de nuevo rico, esa vulgaridad. Y en segundo lugar está su proyecto ideológico y político, que ha consistido en una ruptura violenta con las instituciones y los valores republicanos más respetados". Sarkozy ha modificado profundamente el Estado de bienestar creado tras la II Guerra Mundial, explica el filósofo. "La solidaridad ha dejado sitio a los intereses personales, y Sarkozy ha fomentado un egoísmo y un narcisismo generalizado. Su círculo más cercano solo tiene un principio: dinero, dinero, dinero. Defienden una amoralidad sin contención. Además, ha atacado y cambiado la justicia, la sanidad y la escuela para hacerlas funcionar según la lógica del mercado. Hoy todo acto administrativo tiene su evaluación económica. Si pones una denuncia, debes pagar 35 euros. La policía contabiliza el coste de las vallas que coloca. Con la reforma de la educación superior es lo mismo, convierte a las universidades en empresas evaluadas por su rendimiento, y promueve un clima de competición exacerbado", añade.

El relato del filósofo recuerda a lo que ha sucedido en Italia en los últimos años. Parecidas reformas, idéntico espíritu, y similar talante denigratorio hacia quienes no piensan igual. Phillipe Ridet, autor del libro irónicamente titulado El presidente y yo, conoce muy bien a Sarkozy y a Berlusconi. Siguió las últimas elecciones presidenciales francesas empotrado en el equipo de Sarkozy, y desde 2008 es corresponsal de Le Monde en Italia.

Por teléfono desde Roma traza este análisis de los parecidos y diferencias entre los dos populistas alpinos: "Hace tres años pensaba que no se parecían casi nada, pero he cambiado de idea porque cada vez se van pareciendo más. Los dos entienden muy bien el peso de la imagen en la política moderna. Sarkozy es hijo de la televisión y tiene buenos amigos que le tratan bien, pero Berlusconi le supera de largo: es dueño de tres televisiones y controla otras tres. Les une además la vulgaridad en el lenguaje, aunque debo admitir que Berlusconi, cuando no habla por teléfono con sus proxenetas, resulta más civilizado que Sarkozy en público".

El filósofo Dufour apunta otros elementos: "Sarkozy desprecia la sintaxis y la gramática, y aunque estigmatiza a los granujas y los ladronzuelos, utiliza ese mismo lenguaje golfo. Habla desde la desinhibición absoluta, es rápido, directo, brutal. Gobierna como habla, provocando, y eso es nuevo en la derecha francesa, que antes era civilizada y elegante. Como Berlusconi, mezcla lo público y lo privado: su divorcio, la boda, las revistas de cotilleo. Les distingue el factor sexual, pero les une el uso de la vida íntima, la burla de las convenciones morales y sociales. Los dos se mueven en el registro de la pulsión. Como la publicidad. Sin complejos. Sarkozy se arrima a los grandes patrones de la economía, los yates, los aviones. Berlusconi los posee".

Cuando llegó al poder, Sarkozy prometió una "República irreprochable". Cuatro años y medio después, los escándalos protagonizados por su círculo más íntimo desde los años noventa tienen poco que envidiar a los que ha vivido la povera Italia bajo el berlusconismo. Financiación con comisiones ilegales de la venta de armas, maletas llenas de dinero africano, espionaje a periodistas, fondos ocultos chez madame Bettencourt... La gran ironía es que Berlusconi sueña con tener un estatuto de inmunidad como el que protege al presidente francés.

"Pero al menos comparten el espíritu combativo, muy basado en la mitología deportiva", enfatiza Philippe Ridet. Si Berlusconi cree que Italia es el Milan, "Sarkozy adora el Tour de Francia y siempre dice que el partido no acaba hasta que el árbitro pita, esos tópicos. Quizá la gran diferencia", concluye Ridet, "es que Sarkozy no tiene una fortuna personal como la de Berlusconi, y eso le impide fichar diputados...".

Pese a todo lo anterior, es demasiado pronto para dar por depuesto al monarca republicano. Según Hasky, el director de Rue89, "el balance de su reinado es catastrófico, y seguramente el malestar es irreversible. Ha dividido a los franceses en buenos y malos, ha estigmatizado a los extranjeros y en vez de integrarnos nos ha separado. Es difícil encontrar algo positivo. Quizá él venda la guerra de Libia como un éxito, pero los intereses que hay detrás...".

"Como un jugador de casino, Sarkozy malgastó su crédito político ante los franceses en dos días, cuando tras ganar en 2007 se fue a celebrarlo a Fouquet's con los ricachones, y luego cogió un jet privado hasta Malta para descansar en el Paloma, el yate de su amigo millonario Vincent Bolloré", recuerda el corresponsal de Le Monde. "Pero es prematuro afirmar que va a perder. Aún no se ha presentado. Y las presidenciales se juegan en los dos últimos meses".

Mucho dependerá de la economía. "Si Francia mantiene su triple A, podría plantear su campaña diciendo, aunque no sea cierto, que no ha cumplido sus promesas por la crisis pero que ha mantenido en orden las cuentas, y que Hollande no tiene la menor experiencia. Cosa que es verdad", señala Ridet. Dany Robert Dofour piensa que serán las clases populares quienes desalojen a Sarkozy del poder: "Tuvo su apoyo visceral en 2007, y ahora recibirá su reprobación igualmente visceral".

El presidente francés, Nicolas Sarkozy, en el palacio del Elíseo el pasado 30 de septiembre.
El presidente francés, Nicolas Sarkozy, en el palacio del Elíseo el pasado 30 de septiembre.ERIC FEFERBERG (EFE)

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