El dinero secreto del 'rais'
Arafat vivía sin lujo pero manejaba una gran fortuna con la que fomentaba adhesiones y apaciguaba a opositores
Como de costumbre, fueron los israelíes los que tiraron la primera piedra. "Arafat dispone de grandes cantidades y las dificultades de la transición en el poder palestino están también relacionadas con esto", declaró en Pekín el ministro israelí de Asuntos Exteriores, Sylvan Shalom. La reciente disputa entre Suha Arafat, la esposa del rais, y los dirigentes palestinos parece también tener como trasfondo la cuantiosa herencia.
Arafat poseía mucho dinero, pero no se comportaba como un hombre rico. La revista norteamericana Forbes le colocó, el año pasado, en el puesto número seis de su clasificación de los "reyes, reinas y déspotas" del mundo tras evaluar su fortuna en unos 300 millones de dólares (232 millones de euros). Sus detractores israelíes van más allá. Calculan que maneja entre 1.000 y 4.000 millones de dólares. Incluso una cadena de televisión como Al Yazira, tan simpatizante con el nacionalismo palestino, señalaba días atrás en sus informativos que Arafat poseía hoteles en España, Italia, Francia, Suiza y Austria y que era un gran accionista de compañías de móviles privadas en Túnez y Argelia.
La revista 'Forbes' le atribuyó el año pasado una fortuna de unos 300 millones de dólares
Said Aburich, un palestino autor de una de las biografías más críticas de Arafat (Arafat: from defender to dictator), desmiente tajantemente que el rais sea un corrupto. "He analizado al detalle las menores acusaciones de corrupción formuladas contra él, pero ninguna está fundada", declaró. "Además, ¿qué haría con este dinero?", se preguntaba. "No ha pisado un restaurante desde hace 45 años, su vestuario se limita a esos grotescos uniformes (...), nunca vivió rodeado de lujo".
¿Para qué acumuló, entonces, esa fortuna? Si no hubo enriquecimiento personal, sí hubo aprovechamiento de esos fondos para ganar adhesiones a su causa, preservar lealtades de palestinos dubitativos o apaciguar a sus opositores en las filas de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), que dirigió durante 35 años.
Jawad Gussein es el único palestino que ocupó un cargo relacionado con las finanzas de la OLP -desde 1984 hasta 1996 dirigió el Fondo Nacional Palestino y ahora vive exiliado en Londres- que haya aceptado hablar de su experiencia. Cada mes, declaró a la agencia Associated Press, transfería a Arafat unos diez millones de dólares, que éste utilizaba para ayudar a los fedayin, indemnizar a las familias de los mártires, etcétera.
Los únicos dineros que no fueron, aparentemente, a parar a la causa palestina fueron los que recibió su esposa, Suha. Para poder llevar, junto con su hija Zahwa, un lujoso tren de vida en París, donde reside desde hace años, se le giraban cada mes desde la Mukata (sede de la presidencia palestina) unos 100.000 dólares.
Otras transacciones financieras de Suha suscitaron sospechas. La Fiscalía de París ordenó el año pasado la apertura de una investigación por blanqueo de dinero después de que el Banco de Francia le señalase que 11,4 millones de euros habían sido transferidos en siete meses desde Suiza a las cuentas parisinas de la señora de Arafat.
¿Cómo pudo Arafat hacer acopio de tantos millones? La OLP era un pequeño imperio financiero, pero caótico, en el que sólo su presidente y algún allegado sabían dónde estaban las cuentas corrientes e inversiones repartidas por el mundo. Muchas de ellas estaban a su nombre o al de sus más fieles colaboradores. Desde 1979 hasta la guerra del Golfo los países árabes alimentaban esas cuentas con unos 200 millones de dólares anuales. Cuando le cortaron el grifo, en 1990, porque se alineó con el iraquí Sadam Husein, éste compensó a Arafat dándole 150 millones en tres cheques, según Gussein.
Tras el arranque de la Autoridad Palestina y su regreso a Gaza, en 1994, los métodos de gestión de Arafat no cambiaron. Persistió la confusión entre lo público y lo privado, aunque el rais echó mano del periodista kurdo Mohamed Rachid, al que se ha visto estos días en el hospital Percy de París, para regentar sus finanzas. "Arafat no posee ninguna propiedad en ningún lugar del mundo", aseguró Rachid en París. Los israelíes filtraron cómo, según ellos, Arafat se quedaba con parte de los impuestos que cobraba, por cuenta de la Autoridad Palestina, la aduana de Israel y los colocaba a buen recaudo en el Banco Leumi de Tel Aviv. Corrieron también rumores de que se apropiaba de parte de la ayuda de EE UU y de la UE. La oficina de lucha contra el fraude de la Comisión Europea tiene una investigación abierta que no ha dado resultados.
Un informe del Fondo Monetario Internacional (FMI) arrojó, sin embargo, el año pasado un poco de luz sobre algunos trapicheos. Señalaba, por ejemplo, que una institución supervisada por Rachid, que regentaba el monopolio del tabaco y del cemento, desvió, en 1999, a misteriosas cuentas 897 millones de dólares. El representante del FMI en Palestina, Karim Nashashibi, aseguró después que el dinero fue reintegrado.
Preocupada por esta gestión harto dudosa, la comunidad internacional impuso a Arafat, en septiembre 2002, un ministro de Finanzas, Salam Fayad, que no era de su cuerda. Hasta entonces era el encargado de Palestina en el FMI y, desde hace dos años, pone orden y transparencia en las cuentas de la Autoridad Palestina.
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