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Hacia un nuevo orden mundial | El impacto en Europa

El desafío se juega también en el tablero europeo

Pekín tiende puentes con la eurozona al adquirir deuda de países bajo presión

Claudi Pérez

Las relaciones económicas entre EE UU y China, la superpotencia en declive y la gran nación emergente, son una especie de equilibrio del terror comercial y financiero. "Ellos nos dan productos envenenados, nosotros les damos papeles sin valor", resume con retorcida ironía Paul Krugman: China vende sus productos a EE UU y sigue creciendo a toda velocidad, e invierte el ingente superávit comercial que atesora en bonos estadounidenses. Europa entra ahora en ese juego: China llevaba tiempo tratando de librarse de una parte de la deuda norteamericana, pero los mercados hubieran podido convertir eso en una ruina. El dólar se hubiera hundido (y el consumo estadounidense con él) y los ahorros chinos se hubieran volatilizado. La crisis del euro le ha dado esa oportunidad.

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En medio de la peor crisis de los últimos 80 años -que coincide con una transferencia de poder desde Occidente hacia Asia como no se había visto en siglos-, China lleva semanas comprando deuda de los países más castigados (Grecia, Irlanda, Portugal y España). Con EE UU ya hizo algo parecido al asegurar que seguiría comprando bonos tras la quiebra de Lehman Brothers, según desvelaron los cables de Wikileaks. En ambos casos ha ejercido, de facto, como superpotencia al aparecer como ventanilla de último recurso. China como banquero de Europa; del mundo. Eso sí: nada es gratis, o al menos eso dice la máxima económica por antonomasia.

A cambio del salvavidas, Pekín quiere garantizarse activos estratégicos a bajo precio en los países más debilitados, y mayor influencia en la política económica europea. Además de otras regalías: es difícil morder la mano que te da de comer. Las críticas al sistema, a los atentados contra los derechos humanos o a la transferencia de tecnología por las buenas o por las malas -copia de diseños y patentes, etcétera- se hacen más complicadas cuando el precario equilibrio del euro está en juego.

EE UU adelantó a Reino Unido como superpotencia en el último tercio del siglo XIX, aunque la caída de la libra se retrasó 75 años más. Ahora China ocupa una situación similar a la de EE UU hace algo más de un siglo. Y en ese camino va dando pasos sutiles para desafiar a EE UU. La debilidad interna y externa de Obama es el correlato de su declive económico. Washington tiene ya bastantes problemas como para ocuparse de otros fuegos. En la crisis europea no ha jugado un papel relevante: es China quien la ha aprovechado para tender puentes con la deuda. Pero sus ambiciones son mayores. En Grecia ha empezado a hacerse ya con activos, con una inversión multimillonaria en el puerto de El Pireo. En Irlanda prepara una inversión para que su industria desembarque a orillas del río Shannon. Uno de sus grandes bancos está a punto de aterrizar en Madrid. Y así ad infinitum.

Puede que el golpe en el mercado de deuda sea menos espectacular de lo que parece. "Es difícil sobreestimar el papel de China en la economía global y sin embargo con la deuda europea lo hacemos", afirma en Bruselas Daniel Gros, del think tank CEPS. "La cifra invertida no es aún sobresaliente, entre otras cosas porque los chinos carecen de experiencia para evaluar los riesgos en esta zona del mundo. Y en cambio esa influencia que va adquiriendo tiene contrapartidas: el desarrollo de China le lleva cada vez más a competir con algunas de las cosas que se producen en la periferia de Europa", apunta. China ya fabrica zapatos en Prato (Italia). Ha levantado en Shanghai una terminal aeroportuaria extrañamente parecida a la millonaria T-4 de Barajas. Y no solo la periferia tiene razones para temblar: los chinos fabrican ya en su país el 60% de los componentes de sus coches, y saben hacer trenes de alta velocidad como los de Siemens. Mil millones de personas abandonaron silenciosamente el marxismo hace 30 años: desde entonces China ha parecido durante mucho tiempo un pozo sin fondo de mano de obra barata; ahora es ya el banquero de EE UU y el salvavidas de Europa. Y ha aprendido a usar su dinero como arma estratégica.

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Sobre la firma

Claudi Pérez
Director adjunto de EL PAÍS. Excorresponsal político y económico, exredactor jefe de política nacional, excorresponsal en Bruselas durante toda la crisis del euro y anteriormente especialista en asuntos económicos internacionales. Premio Salvador de Madariaga. Madrid, y antes Bruselas, y aún antes Barcelona.
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