La crisis mexicana ahora sí parece crisis
Si hay algo que sabemos los mexicanos es comer con picante, fallar penaltis y ligar las devaluaciones a las crisis económicas. Y no es para menos. La mayor parte de las crisis económicas en la historia moderna mexicana -por lo menos las más graves- han sido inauguradas con devaluaciones del peso.
En 1976, el peso pasó de 12,5 unidades por dólar, nivel en el que se había mantenido desde 1954, a 22 pesos por dólar en unas cuantas semanas. Situaciones similares ocurrieron en febrero de 1982 y en diciembre de 1994, cuando nuevamente al peso le bastaron unas cuantas semanas para perder la mitad de su valor.
En algunos de estos eventos se presume que algunos inversionistas mexicanos, usando información privilegiada, cambiaron pesos a dólares y los sacaron del país obteniendo jugosas ganancias.
La bancarrota de Lehman Brothers exacerbó el llamado riesgo contraparte y los inversionistas internacionales empezaron a rebalancear sus portafolios y poner sus activos en los instrumentos más seguros, los bonos del Tesoro de Estados Unidos
Así pues, en el imaginario popular -y en el de gran número de políticos y analistas- las crisis van acompañadas de devaluaciones y tienen culpables muy precisos: el gobierno que no sabe manejar la política económica y los sacadólares que se enriquecen especulando contra el peso.
Por eso ésta ha sido una crisis singular para los mexicanos. De hecho el primer problema con el peso no se dio sino hasta el verano pasado, un año después de iniciada la crisis mundial, y fue un problema de ¡sobrevaluación! Sí, la moneda llegó a estar a 10 pesos por dólar y el problema de las autoridades financieras no era analizar cómo parar una devaluación (algo con lo que los funcionarios financieros mexicanos han venido lidiando durante décadas) ¡sino cómo evitar que el precio se siguiera apreciando!
Por ello, el 25 de julio la comisión de cambios, (formada de manera paritaria por funcionarios el Ministerio de Hacienda y el Banco de México, aunque con voto de calidad de la primera) anunció que el Banco de México dejaría de subastar dólares, es decir, explícitamente disminuiría la oferta de dólares para inducir una depreciación del tipo de cambio, una situación inédita.
Tal vez por ello los mexicanos nos negábamos a reconocer la presencia de la crisis a pesar de que los datos y los cintillos de los periódicos a nivel mundial así lo indicaban. ¡Hombre!, lo que pasa es que para nosotros una crisis sin devaluación no es crisis.
Sin embargo, la luna de miel del tipo de cambio finalizó en octubre pasado. La bancarrota de Lehman Brothers exacerbó el llamado riesgo contraparte y los inversionistas internacionales empezaron a rebalancear sus portafolios y poner sus activos en los instrumentos más seguros, los bonos del Tesoro de Estados Unidos.
Esto es el llamado "flight to quality" o "fuga hacia la calidad": los inversionistas liquidan sus posición en activos menos seguros (incluyendo los mexicanos) cambian sus pesos a dólares, y los invierten en bonos del Tesoro; resultado, el peso, como muchas otras monedas, se devaluó y rápidamente alcanzó niveles de 13 pesos por dólar en noviembre y llegó a situarse a niveles cercanos a 15 pesos por dólar en la primera quincena de marzo, es decir una devaluación de 50% en siete meses.
Todo esto a pesar de que la comisión de cambios revirtió su decisión del verano pasado y a partir del 8 de octubre empezó a vender 400 millones de dólares por día.
Ahora sí, esta crisis sí parece crisis, ya tiene su propia devaluación. Y como empieza a parecerse a las que conocemos, hay que regresar al debate que conocemos. Así, desde hace unas semanas, varios políticos y analistas se preguntan, cada vez con mayor insistencia, quiénes son los sacadólares de esta crisis.
Más allá de que el secreto bancario proteja la identidad de los sacadólares esta pregunta, en esta crisis, es ociosa. Quienes cambiaron dólares son los inversionistas extranjeros, los mismos que por ejemplo trajeron dólares el verano pasado para aprovechar el diferencial de tasas de interés (el llamado carry trade) y llevaron el tipo de cambio a 10 pesos por dólar, pero esta vez los sacadólares no ganaron, vendieron dólares a 10 pesos y los recompraron a 15 pesos, es decir perdieron un tercio de sus inversiones.
En fin, todo ha sido diferente en esta crisis. No se inició con una devaluación, los sacadólares no ganaron dinero sino que lo perdieron, y en este drama al tipo de cambio no le ha tocado interpretar un papel estelar. Pero cuidado, si bien muchas monedas se devaluaron frente al dólar en el otoño pasado, la mayor parte de ellas se estabilizó a partir de diciembre; es decir, algo está pasando en México que ya no podemos atribuir enteramente a la crisis mundial.
Así que hay que mantenerse atento, hasta ahora el tipo de cambio ha jugado un papel secundario, pero hay que recordar que los actores de reparto también ganan oscares y en ocasiones hasta se roban la película. En fin, que en el capítulo mexicano de esta crisis, el guión todavía se está escribiendo.
*El autor es ejecutivo de la banca privada. Cuenta con estudios de Economía en la Universidad de Nueva York. Fue jefe de finanzas del gobierno de la Ciudad de México en la administración de Andrés Manuel López Obrador.
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