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El ambicioso plan de Lula contra el cambio climático

Juan Arias

Brasil, que pretende ser un interlocutor de prestigio y de peso en los foros internacionales, cuenta por primera vez con un ambicioso Plan de Cambio Climático, considerado por los analistas mucho más avanzado que el Protocolo de Kioto. Es la primera vez que el Gobierno de Luiz Inácio Lula da Silva ha decidido, con la movilización de 18 ministerios, elaborar un proyecto de defensa del medio ambiente para disminuir drásticamente la emisión de CO2, principal gas causante del efecto invernadero.

El Plan de Cambio Climático, firmado el lunes pasado por Lula y presentado a la conferencia de la ONU que sobre el tema se celebra estos días en Poznan (Polonia), ha sido bien acogido incluso por los ecologistas más críticos, aunque algunos consultados por este diario han sido prudentes, al recordar que Brasil se distingue por contar con leyes muy avanzadas que después acaban en agua de borrajas.

El Plan de Cambio Climático se ha hecho público justamente cuando se ha conocido que la destrucción de la Amazonia aumentó un 3,8% entre agosto de 2007 y julio de 2008, con un total de 11.968 kilómetros cuadrados de selva devastados, después de tres años de reducción de la deforestación.

Como es sabido, Brasil, con 20.000 incendios de selva amazónica por año, es uno de los países que más CO2 lanzan a la atmósfera. Es exactamente el cuarto país que más dióxido de carbono produce en el mundo. La Amazonia es responsable del 75% de los gases emitidos en todo el país. Según el ministro de Medio Ambiente, Carlos Minc, el protocolo firmado por Lula es como "cuatro Kiotos" juntos. El Plan de Cambio Climático abarca tres campos bien definidos: la lucha contra la destrucción de la Amazonia; el ahorro de energía y la alternativa al petróleo en los transportes. En este último campo se trata de aumentar un 10% el consumo de etanol en un año y evitar hasta 2017 la emisión de 500 millones de toneladas de CO2.

En lo referente a la deforestación de la Amazonia, el plan pretende reducirla entre el 20% y el 40%, evitando así la emisión de 4.000 millones de toneladas de dióxido de carbono y llegar a la meta de cero área destruida en 2015, plantando millones de árboles, tantos como se destruyen, en lugares hoy destinados a la ganadería y a la agricultura. Los productores que dejen de deforestar la selva permitiendo que pueda ser renovada serán indemnizados por el Gobierno.

También será abordado en el plan el asunto de la energía eléctrica, que pretende acabar con el desperdicio de un millón de megavatios anuales y reducir la emisión de CO2 en 120.000 toneladas a partir de 2009 y en 30 millones de toneladas hasta 2030. Se evitará la emisión de un millón de toneladas de CO2 mediante el cambio de un millón de calentadores eléctricos por otros que funcionan con energía solar.

Según el ministro Minc, Brasil, el país que cuenta con más agua dulce del planeta, con el mejor etanol, estaba hasta ahora en una posición defensiva y conservadora, mientras que, a partir de este Plan de Cambio Climático, todo eso va a cambiar. Lula ha pedido al ministro Minc que reúna a los 32 alcaldes de los municipios que más destruyen la Amazonia y a los gobernadores de los Estados involucrados para definir acciones conjuntas. Una de las iniciativas a discutir con ellos es la de estimular la conservación de la Amazonia con grandes incentivos del Gobierno para quienes se comprometan a dejar de destruirla.

En la redacción del plan han participado 18 ministerios —la mitad del Gobierno— incluso Hacienda y Asuntos Exteriores. Dichos ministerios seguirán ahora actuando para su realización. La secretaria de Cambio Climático, Suzana Kahn, recordó el lunes que el plan brasileño contra la contaminación ambiental va a realizar lo que nunca se había hecho en este país y que supera todas las expectativas. Según Kahn, entre los países en desarrollo sólo China e India cuentan con un plan semejante, pero el de Brasil, según ella, es el más concreto y consolidado.

Mientras tanto, el Gobierno se conforma con que la selva amazónica se destruya menos cada año. El fin de esta sangría, que ha acabado ya con el 20% de la mayor selva del mundo, es, por ahora, sólo un sueño.

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