El agujero negro de Birmingham
Winson Green, el barrio donde fueron asesinados los tres musulmanes, es el más pobre y violento de la ciudad
Los líderes de la comunidad negra acudían ayer al domicilio de Tarik Jahan, paquistaní de origen y padre del chico de 21 años asesinado el miércoles junto a dos amigos en el barrio de Winson Green, en Birmingham. Expresaban buenos deseos. Pero en este arrabal de la segunda ciudad de Reino Unido, el odio avasalla, la tensión se corta a cuchillo y el miedo a que los disturbios degeneren en un conflicto racial es patente.
Ya sucedió en 2005 que un rumor sobre la violación de una adolescente negra -nunca confirmado- desató una gresca monumental entre la comunidad negra (africanos y caribeños) y la asiática (paquistaníes, bangladesíes e indios). Las heridas no cicatrizan. Y la depresión que padece Winson Green es terreno fértil para la violencia. El 76% de los vecinos pertenece a estas minorías -el 26% en el resto de Birmingham-, que sufren como ninguna otra la crisis económica. Ahora, el hachazo al presupuesto ordenado por el Gobierno conservador amenaza con convertir el barrio en un agujero más negro de lo que ya es.
"El conflicto racial se puede desatar; existe el potencial", advierte un experto
El desempleo roza el 20%, mientras la media de la ciudad es del 9%
Aunque sus líderes aseguran que las relaciones entre negros y musulmanes no son tan malas, solo hay que preguntar a algunos jóvenes del barrio. "Los mataron los negros porque envidian que tengamos negocios y propiedades. El viernes, después del rezo, veremos...", dice amenazante un joven que dice llamarse No Name (Sin nombre, en castellano). No parece que su advertencia vaya a ir más allá por el momento: 6.000 policías patrullarán las calles en la región de West Midlands al menos hasta que retorne la calma. La mayoría teme que un día volverá a quebrarse.
Paul, mecánico negro de 38 años, rechaza la versión del joven sin nombre: "No estaban aquí para proteger sus propiedades. Tenían palos y navajas. Querían guerra". "La sociedad está envenenándose. Los jóvenes solo escuchan raps que enaltecen a los gánsteres", comenta un devoto paquistaní. "Creo", añade, "que mataron a los tres porque les impedíamos hacer lo que ellos querían: robar".
Derrick Campbell, profesor de la Universidad de Coventry que se reunió anteayer con el primer ministro David Cameron, no esconde su preocupación. "La comunidad musulmana está muy enfadada. Estos disturbios no han sido producto de un conflicto racial, pero se puede desatar. Existe el potencial". La densidad de población es de 5.369 habitantes por kilómetro cuadrado en Winson Green, mientras el promedio en Birmingham es de 3.649; el desempleo roza el 20%, mientras la media de la ciudad es del 9%.
Dudley Road, arteria principal de Winson Green, acoge algún restaurante modesto de comida jamaicana o de Cachemira; tiendas de saris indios, comercios de muebles; carnicerías halal (para los fieles a Mahoma). Pero es también un lugar donde el crimen campa a sus anchas. "En los últimos tres meses ha habido cinco muertes violentas en este barrio", asegura Campbell. Sam, un sij que es veterano en el activismo social en Winson Green, mueve las manos para apuntar a lugares en los que ha habido tiroteos en los últimos años. "La criminalidad aquí es excesiva. El Gobierno destina demasiado dinero a la lucha contra el terrorismo y demasiado poco a la seguridad ciudadana", explica. Y concluye, indignado, explicando por qué se sienten abandonados: "Ni siquiera el diputado en Westminster por este distrito ha aparecido por aquí".
Los saqueos y los destrozos en Birmingham no han alcanzado el nivel de los producidos en Londres, pero la ciudad comienza a acumular un abultado expediente de revueltas. "El odio de la comunidad afrocaribeña hacia la policía", señala Campbell, "es tremendo, pero eso no es nuevo". Así es. Casi siempre estos desmanes ocurren en verano. En 1981, a raíz de los disturbios de Brixton (Londres), en 1985 y en 1991 el suburbio de Handsworth ya sufrió altercados similares. "El Gobierno encuentra el dinero para la guerra de Libia, Irak o Afganistán, pero no para estas comunidades".
Muy cerca de donde James Watt inventó la máquina de vapor, Tarik Jahan pidió encarecidamente a los jóvenes, horas después de perder a su hijo, que no continuaran en las calles. Ayer decía: "Cuando tengan mi edad y miren hacia atrás se darán cuenta de lo estúpidos que han sido".
No está nada claro que algún día puedan ser conscientes. "Tenemos una generación que conoce sus derechos, pero no sus obligaciones. No respetan la ley ni a la autoridad. Si no trabajamos con estas minorías, va a perderse el control de la situación porque todos los indicios apuntan a que la situación económica va a empeorar", sentencia Campbell.
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