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Vuelta al crecimiento: un programa de reformas para el presupuesto de la Unión Europea

En 2003 el informe Sapir (Agenda de una Europa en crecimiento) concluyó que "el presupuesto comunitario es una reliquia histórica". Ocho años después, en medio de una crisis de la deuda soberana, sigue habiendo líderes en el Consejo y el Parlamento Europeo que insisten en que la receta para alcanzar la competitividad es más de lo mismo. Más dinero de los contribuyentes para los propietarios de tierras y las grandes empresas alimentarias. Más distorsiones del mercado en el sector agrícola. Más subvenciones a las minas de carbón, los conciertos de música pop y el combustible para los barcos pesqueros. Y nos preguntamos por qué no somos competitivos.

La UE ha logrado grandes avances en los últimos 20 años. Contamos con el mercado único y el euro. El Tratado de Lisboa nos da la estabilidad constitucional que necesitamos y el acuerdo para crear el Mecanismo de Estabilidad Europeo proporciona los cimientos para una estabilidad financiera a largo plazo.

Estoy convencida de que Europa estará a la altura de los retos que tiene por delante. El derrotismo es para los euroescépticos y los que se alegran del mal ajeno. Ahora bien, si queremos impulsar un crecimiento inteligente, sostenible e inclusivo, en consonancia con la Estrategia Europa 2020, tenemos que emprender reformas profundas. Debemos empezar ahora. Y debemos empezar por reformar nuestro propio presupuesto.

Desde esta perspectiva, la Comunicación de la Comisión Europea sobre la revisión del presupuesto comunitario fue decepcionante. Si bien contiene algunos aspectos positivos, carece de un programa claro de reformas.

En última instancia, el presupuesto comunitario está formado por recursos escasos que podrían utilizarse para la inversión y el consumo privados o para el gasto público en los países miembros. Por lo tanto, el presupuesto comunitario debería financiar actividades que generen un verdadero valor añadido europeo a través de economías de escala o soluciones a los desafíos transfronterizos. Actualmente, una gran parte del presupuesto comunitario se destina a actividades que no cumplen dichos criterios.

Asimismo, el futuro presupuesto comunitario debe reflejar una realidad en la que muchos Estados miembros se ven obligados a realizar importantes recortes en sus presupuestos nacionales. Por lo tanto, el próximo marco financiero plurianual debería ser más concreto, reducido y centrado en el crecimiento. Un objetivo razonable es un techo presupuestario muy por debajo del 1% de la renta nacional bruta europea.

En lugar de conservar las prioridades anteriores, la UE debería reorientar el gasto hacia ámbitos como la investigación y el desarrollo, las infraestructuras transfronterizas y el medio ambiente. También deberíamos invertir en la lucha contra el crimen organizado y en la Política Exterior y de Seguridad Común. Todos estos ámbitos proporcionan un valor añadido europeo.

La reducción y la modernización del presupuesto comunitario se deben conseguir recortando el gasto en agricultura, la cual a su vez debería hacer más hincapié en el medio ambiente y el suministro de bienes públicos europeos. Los fondos estructurales deberían destinarse a las áreas de la Unión Europea más necesitadas.

Creo firmemente que Europa volverá a ser una economía del conocimiento vibrante, dinámica y competitiva a escala mundial. Pero esto requiere romper decididamente con las actitudes inmovilistas y las prioridades presupuestarias del pasado.

Para alcanzar prosperidad, Europa necesita un punto de partida distinto al actual presupuesto. Afirmar esto no es simplista ni antieuropeo. Es responsabilizarse del futuro de Europa. Es demostrar nuestro liderazgo. Y requiere determinación.

Como declaró el Grupo de Reflexión sobre el futuro de la UE, liderado por el ex presidente del Gobierno español Felipe González, el dilema está entre "reformarse o decaer".

Birgitta Ohlsson es Ministra de Asuntos Europeos de Suecia

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