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Reportaje:Catástrofe en Haití

"Venían camiones llenos de cadáveres"

Dos enterradores metieron cientos de cuerpos sin identificar en una fosa común - El Gobierno calcula que 75.000 personas han sido ya inhumadas

Antonio Jiménez Barca

En una calle en cuesta de Puerto Príncipe atravesada como todas de basura y de escombros, hay un cementerio no muy grande denominado Route Frère con algunas tumbas inclinadas por el terremoto. Una cabra siniestra bala sin dueño a lo lejos entre las sepulturas. Un grupo de hombres cierra con yeso un nicho aparentemente reciente. Dos de ellos son hermanos. Uno viste con una bota agujereada. El otro tiene una gorra de béisbol vieja y sucia y rota. Trabajan en el cementerio. Comen de lo que les dan las familias tras los funerales. El miércoles pasado, un día después del terremoto, enterraron ellos dos a más de 600 personas con sus manos, echándolos a la buena de Dios y a la carrera a una fosa común que rellenaron hace poco con los mismos escombros de cemento y piedras que brotaron de las tumbas deshechas.

"En ese agujero hay 680. Los contábamos antes de sepultarlos"
Las excavadoras llenan los hoyos de muertos mezclados con basura y maleza
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"Llegaban camiones volquetes, de los que usan en las obras, llenos de muertos, con montañas de muertos", explica Agoustin Jean Charles, el de la gorra, llevándose las manos a la cabeza, como si con el gesto quisiera abarcar un fenómeno incomprensible y diabólico. El camión frenaba a la entrada del cementerio y allí, como si fuera un montón de tierra, levantaba el volquete y descargaba los cadáveres, que se quedaban apilados ahí. Entonces, Agoustin y su hermano André, ayudados de otros hombres, los arrojaban a un agujero excavado a pocos metros, sin apuntar el nombre, el sexo, la edad o la procedencia.

- En ese agujero hay 680.

- ¿Exactamente?

- Sí.

- ¿Cómo lo sabe?

- Porque los contábamos. Por lo menos los contábamos.

Otras fosas comunes se abrieron y se rellenaron de muertos de manera aún menos humana. En la zona de Titayen, a base de palas excavadoras, se crearon hoyos inmensos que los camiones abarrotaron luego de cadáveres mezclados con maleza, basura y cascotes, una mezcla recogida así en la calle. Ahí ni siquiera hubo un número de orden que llevarse al más allá. Por eso, nadie sabe -ni se sabrá nunca- cuántos muertos se enterraron en Puerto Príncipe los días posteriores al terremoto. Nadie sabe tampoco el número exacto de fosas comunes que minan el centro y los alrededores de esta ciudad venida abajo. Hay quien ha enterrado a su hija y a su mujer en el jardincillo de su casa destruida sin preguntar a nadie y sin encomendarse a nadie. Y al revés: hay personas que acuden a la emisora de radio Signal FM en busca de información sobre su marido, su hijo, su mujer o su amigo, desaparecidos sin dejar rastro desde el martes pasado. Tal vez hayan acabado en algunas de las cinco fosas que los hermanos Jean Charles excavaron esta semana alrededor de las tumbas.

Los dos contaron ayer, con la naturalidad espeluznante del que está familiarizado con el espanto, que trasladaban los cadáveres cargándolos sobre una puerta rota o una plancha de plástico encontrada en el resto de una casa hundida.

El Gobierno haitiano calcula que en pocos días se han enterrado cerca de 75.000 cadáveres encontrados en la calle. Todavía faltan los que aún permanecen debajo de los edificios o de sus casas. En una calle céntrica hay un supermercado de varios pisos chafado como un sándwich que antes del martes contenía una barbería, un puesto de fotocopias y una concurrida tienda de comestibles.

Cada vez que alguien pasa por ahí se echa la mano a la boca, se aplica una mascarilla o se tapa con la parte de debajo de la camiseta para conjurar el olor dulzón de los cadáveres que duermen debajo desde hace ya una semana. Hay muchos edificios así. Nadie los ha contado.

El cementerio Route Frère parece tranquilo. Lo está. El hospital enviará pronto dos cadáveres, pero ya avisa antes. Acostumbrados a recibir propinas, los hermanos Jean Charles aún no han cobrado nada por haber enterrado a tanta gente sin nombre. Esperan a que el concejal de la zona se acerque un día de éstos a agradecerles, con algo de dinero, su labor de enterradores en serie.

Los hermanos Agoustin y André Jean Charles, enterradores del cementerio de Route Frère, junto a una fosa común.
Los hermanos Agoustin y André Jean Charles, enterradores del cementerio de Route Frère, junto a una fosa común.GORKA LEJARCEGI

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Sobre la firma

Antonio Jiménez Barca
Es reportero de EL PAÍS y escritor. Fue corresponsal en París, Lisboa y São Paulo. También subdirector de Fin de semana. Ha escrito dos novelas, 'Deudas pendientes' (Premio Novela Negra de Gijón), y 'La botella del náufrago', y un libro de no ficción ('Así fue la dictadura'), firmado junto a su compañero y amigo Pablo Ordaz.

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