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Reportaje:

La UE pasa con Croacia de la lupa al microscopio

Los Veintisiete someten a Zagreb a una negociación más dura que la de otras ampliaciones

Guillermo Altares

Si hay algo que no falta en las negociaciones entre Croacia y la Unión Europea, que empezaron a finales de 2005, es sinceridad por parte de los dos extremos de la mesa. Zagreb prepara su ingreso cuando la UE vive la peor crisis política de los últimos tiempos. Y no sólo por el limbo en el que se encuentra la Constitución europea. Bruselas todavía no ha acabado de digerir la ampliación de 15 a 25 miembros en mayo de 2004, mientras que Rumania y Bulgaria, que ingresaron en enero, han obtenido un aprobado muy raspado y entraron con cláusulas de salvaguardia. Vladímir Drobnajk, jefe del equipo negociador croata, lo explica sin medias tintas: "Al resto de los países los miraron con lupa; a nosotros, con microscopio". Vincent Degert, jefe de la delegación de la Unión en Zagreb, está de acuerdo: "Sabemos que somos muy exigentes".

El equipo negociador croata sabe que se enfrenta a una tarea larga y dura más allá de las 70.000 páginas de legislación comunitaria que deben ser incorporadas a la suya y de los interminables asuntos que se tratan, desde el regreso de los refugiados serbios hasta la propiedad intelectual en Internet.

Este país, que se independizó de Yugoslavia en 1991 y que sufrió una guerra civil que se prolongó hasta 1995, perdió el tren de la ampliación de 2004 por las consecuencias de un conflicto que provocó graves daños en una tercera parte de su territorio. Ahora, Croacia se encuentra con el impulso adecuado pero en el momento equivocado. El inicio de las negociaciones se retrasó ante la falta de cooperación del Gobierno de Zagreb con el Tribunal Penal Internacional para la ex Yugoslavia (TPIY).

Cuando finalmente se abrió el proceso, en octubre de 2005, poco antes del arresto en Canarias del general Ante Gotovina, las cosas habían cambiado. En la última cumbre de jefes de Estado y de Gobierno, los Veinticinco acordaron que "no habrá más ampliaciones hasta que se resuelva el problema institucional". Este portazo no incluye a Croacia, pero las negociaciones se verán afectadas.

Corrupción y justicia

Croacia se convirtió en país candidato al mismo tiempo de Turquía, que se enfrenta a un proceso mucho más largo, complejo e incierto. Pero tanto el equipo negociador como la prensa croata tienen claro que Bruselas puede mandar mensajes a Ankara a través de Zagreb. "Si todo va bien, nosotros estaremos preparados para entrar en 2009, aunque no quiero adelantar una fecha de ingreso", asegura el primer ministro de Croacia, Ivo Sanader, en una entrevista reciente con un grupo de periodistas españoles. "Somos conscientes de que es un proceso más duro que otros, pero la Comisión tiene la experiencia de las anteriores ampliaciones. Se trata de medidas que tarde o temprano tendremos que implementar", agrega el primer ministro, que pertenece al HDZ, el antiguo partido ultranacionalista croata, convertido ahora en liberal conservador.

La corrupción -Croacia ocupa el puesto número 70 en la lista de Transparencia Internacional, muy por debajo de los actuales miembros de la UE, aunque por encima de Rumania-, el sistema judicial -en un país de cuatro millones de habitantes hay 1,6 millones de casos judiciales pendientes- y la reforma de la administración son los puntos débiles de Zagreb. No se trata de asuntos sencillos de resolver, ya que afectan al corazón mismo del funcionamiento del Estado de derecho.

"Quizá en Croacia el nivel de vida sea más alto, pero eso no quiere decir que esté mejor preparada para entrar en la UE", señala Constantino Longares, de la Delegación de la UE, para responder a una de las preguntas que más veces surgen en Zagreb. ¿Por qué Rumania y Bulgaria sí y Croacia no? Este país tiene una renta de unos 8.000 euros, que corresponde al 43% de la renta media europea y a la renta media de los países de la ampliación. Tanto la capital como la costa mediterránea, con ciudades históricas como Dubrovnik, ofrecen un aspecto inmejorable.

La UE considera que se han producido avances en el retorno de los refugiados serbios (han vuelto unos 120.000 de los 350.000 que fueron expulsados en 1995); no así Human Rights Watch, que publicó un informe durísimo contra Croacia en septiembre. La posición de la misión de la Organización de Seguridad y Cooperación en Europa (OSCE), dirigida por el español Jorge Fuentes Monzonís-Vilallonga, se encuentra en un término medio. Se han realizado avances, pero todavía queda mucho por hacer.

Como explica el experto en minorías de esta delegación, "cuando se llega a un lugar de la zona afectada por los combates y las infraestructuras siguen muy dañadas, está claro que se trata de un pueblo serbio". La situación política ha permitido que el Ejecutivo croata se tome en serio este asunto: aunque parezca increíble, el partido del nacionalismo croata, el HDZ, gobierna con el apoyo de los tres diputados de la minoría serbia. Quizá, más allá de su camino hacia la UE, no hay un símbolo más profundo de los cambios que está viviendo este país.

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Sobre la firma

Guillermo Altares
Es redactor jefe de Cultura en EL PAÍS. Ha pasado por las secciones de Internacional, Reportajes e Ideas, viajado como enviado especial a numerosos países –entre ellos Afganistán, Irak y Líbano– y formado parte del equipo de editorialistas. Es autor de ‘Una lección olvidada’, que recibió el premio al mejor ensayo de las librerías de Madrid.

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