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Reportaje:Catástrofe en Haití

"Tratan a los muertos como basura"

La Autoridad Suprema del vudú haitiano denuncia que se entierren sin respeto los cadáveres - "Las potencias no nos perdonaron nuestra independencia"

Francisco Peregil

En las mejores guías de viajero suele aparecer un viejo dicho sobre Haití: "El 80% de la población es cristiana, el 20% protestante y el 100% profesa el vudú". También se hace constar que pocas religiones han sufrido una operación de desprestigio tan abrumadora como ésta que nació en África y viajó al Caribe con los primeros esclavos. Max Beauvoir es la Autoridad Suprema de los seguidores del vudú haitianos. Para los suyos es una especie de Papa. De 74 años, casado y con una hija de 45, vive rodeado de árboles gigantescos sagrados, a una hora de Puerto Príncipe en mototaxi. Viste guayabera blanca, habla criollo, francés, inglés y español, tiene una casa en forma circular, varios templos en su jardín y una especie de museo con esculturas de vudú. Se lamenta de que hayan enterrado a tantos miles de personas sin ningún respeto, ni dignidad.

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"El presidente René Préval me mandó llamar hace cuatro días para celebrar una reunión junto al resto del Gobierno. Ahí se habló de la ayuda internacional, de la distribución, del caos... pero no tratamos el tema de los entierros. Y me parece gravísimo. Se ha tratado a la gente como basura, sin la dignidad y el respeto que merece cualquier ser vivo. Sé que la situación es compleja y yo no tengo la solución. Pero seguro que si nos hubiéramos sentado, habríamos encontrado alguna vía en media hora. Y aún estamos a tiempo, porque todavía quedan muchos muertos por enterrar".

Los creyentes del vudú acostumbran, según el Ati o Autoridad Suprema, a celebrar la ceremonia del entierro durante nueve días. "Ahí reunimos a la familia, a los amigos y enemigos del muerto. Durante ese tiempo comemos y convivimos juntos. Todo el que tenga algo que decir sobre el muerto lo dice, ya sea bueno o malo. Después enterramos el cuerpo, pero el alma se va debajo del mar, un año y un día o siete años y un día, depende. Durante ese tiempo, se purifica. Es importante saber que nosotros creemos en la reencarnación y que la persona vive ocho veces como mujer y ocho veces como hombre. Esto es así porque el objetivo de la vida es ganar conocimiento. Después de ese proceso, todo el mundo sin excepción se integra en Dios y comienza una existencia en la que cuida de todas las cosas vivas del Universo".

Beauvoir aclara que la imagen que se tiene en gran parte del mundo del vudú como una creencia cuyos brujos [él reniega de esta palabra] o sacerdotes pueden infligir daño a los demás valiéndose, entre otras herramientas, de un muñeco al que se pinchan alfileres es totalmente falsa. "No he visto ni un solo muñeco de esos en todo Haití. En cualquier grupo social hay gente buena o mala, pero el vudú no promueve que se haga daño a nadie. Hay una vertiente religiosa del vudú. Y otra vertiente filosófica. Tenemos normas muy definidas sobre cómo hay que vivir, sentarse, comer, caminar. Eso es lo que permite a un haitiano reconocer a otro en cualquier parte del mundo con verlo simplemente andando a lo lejos".

Beauvoir achaca esa mala imagen de su religión al cristianismo y a las potencias extranjeras como Francia, Estados Unidos y España. "El vudú ha hecho a Haití como país. Nuestra independencia se alcanzó gracias a una ceremonia celebrada el 14 de agosto de 1791 conocida como la de Bwa Kayiman. Haití es vudú". Cuando se le dice: "Pues vaya país más desgraciado que generó el vudú, ¿no?", el Ati responde: "Pero los españoles, los franceses y Estados Unidos nunca nos perdonaron nuestra independencia e hicieron todo lo posible para hacernos la vida más difícil. Y lo peor fue cuando los cristianos llegaron al poder en 1816. Todavía se mantienen ahí, con la ayuda económica de Estados Unidos y Francia".

Desde 2003 los sacerdotes del vudú disfrutan del primer reconocimiento oficial como religión. Aquel fue el año en que el ex presidente Aristide les concedió autoridad para unir en matrimonio a la gente. Simplemente Ati significa gran árbol que se abre como un paraguas para proteger a los más pequeños. En este caso, él considera que tiene que alzar la voz para defender a su gente, ya que Préval no los defiende. "Yo agradezco que el presidente haya querido consultarme, pero él sigue favoreciendo a la Iglesia de Roma, a los europeos y americanos que consideran sus religiones europeas o centroasiáticas superiores a la africana".

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Sobre la firma

Francisco Peregil
Redactor de la sección Internacional. Comenzó en El País en 1989 y ha desempeñado coberturas en países como Venezuela, Haití, Libia, Irak y Afganistán. Ha sido corresponsal en Buenos Aires para Sudamérica y corresponsal para el Magreb. Es autor de las novelas 'Era tan bella', –mención especial del jurado del Premio Nadal en 2000– y 'Manuela'.

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