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Columna
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Suicidas ilimitados

Andrés Ortega

El derribo de la gran estatua de Sadam Husein en Bagdad -hoy hace cuatro años- fue un gran montaje publicitario. Primero, un soldado norteamericano izó encima una bandera de su país, para ser ordenado que la reemplazara por otra iraquí (se suponía que era una liberación, no una conquista), y con un vehículo militar, echarla abajo. Resultó fácil hacer caer la estatua de un sanguinario dictador. Ahora, buena parte de Irak, y especialmente Bagdad, viven otro tipo de dictadura: la del caos del horror. No hay estatua que derribar cuando día tras día el manantial de los suicidas sigue alimentando, aparentemente sin límites, el terror. Estados Unidos no se esperaba esto cuando invadió un país sin armas de destrucción masiva y sin terrorismo de Al Qaeda. Hoy, según informes occidentales, Al Qaeda está ganando la partida en Irak y parece dominar sobre la insurgencia. Donde no había un problema, como ahora admite el Pentágono, ha nacido uno de enormes proporciones que seguiremos pagando todos durante años y lustros.

Tras ver que en Irak no vitoreaban a sus soldados como cuando entraban en pueblos y ciudades francesas en la Libération (que lo fue), Estados Unidos primero culpó de la violencia en Irak a Al Qaeda, para luego percatarse de que también estaba chocando con una o varias guerras de resistencia nacional, esencialmente suní, pero posteriormente también chií, y se encontraba, como ocupante, en medio de un conflicto civil. George W. Bush, haciendo caso omiso de las recomendaciones del informe Baker-Hamilton, ha optado por mandar más tropas, la famosa surge (crecida), al tiempo que ha lanzado unas conversaciones con una parte de la insurgencia suní. Era hora de este contacto, pero quizás llega tarde. Pues es Al Qaeda la que parece haberse hecho con el grueso de la capacidad de violencia en Irak. Estados Unidos no ha hecho sino alimentar a la hidra, sin poder, como Hércules, cortar todas sus cabezas a la vez.

¿De dónde salen estos suicidas que parecen no tener fin, aunque sí un doble objetivo: echar a los norteamericanos y provocar una guerra civil? Empezaron ya incluso antes de la toma de Bagdad. El 29 de marzo de 2003, un soldado iraquí se inmolaba matando a cuatro norteamericanos. Desde entonces hasta ahora ha habido en Irak casi 700 ataques suicidas -en su mayoría suníes, pues este método no entraba en la tradición chií-, algunos involucrando a más de un autor, y con un efecto devastador, pues estos ataques son de una pavorosa productividad. Día tras día llegan noticias de atentados en Irak (y ahora en Afganistán) contra todo tipo de objetivos: chiíes, suníes y otras etnias, policías, políticos y fuerzas ocupantes, en Bagdad u en otros lugares, y con una eficacia que ha aumentado de forma aterradora, pues es capaz de golpear simultánea o consecutivamente en plazas diversas. Según medios occidentales, la mayoría de estos ataques son ahora obra de Al Qaeda en lo que esta organización denomina, no sin razón, el "Estado Islámico de Irak" (que lo es).

La surge, con 21.500 soldados más, desplegados desde el pasado 14 de febrero, intentaba imponer orden en Bagdad y en algún otro lugar. Puede llegar a frenar temporalmente (pues aún no lo ha logrado) esta ola de atentados. Pero, de momento, el ocupante y el Gobierno iraquí están perdiendo la batalla mediática que Al Qaeda sabe librar tan bien. Pues lo que parece haber, más que una crecida de soldados norteamericanos, es una surge alqaediana. Los disparos contra civiles parecen haberse reducido. Los coches y camiones bomba, no. Y no hay explicación clara sobre esta reserva aparentemente sin límite de suicidas, además de explosivos y vehículos.

Algunos se preguntan si en Irak Al Qaeda no se ha convertido en la vanguardia de la insurgencia. La Base debe contar con una buena red local, incluso si no buscan el apoyo de la población, ya ni siquiera en la lucha contra el ocupante, sino el miedo. La dinámica terrorista de Al Qaeda podría haber tomado la vez sobre la patriótica, o al menos estar a la par. ¡Qué grandes estrategas los que han logrado esto! aortega@elpais.es

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