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Stoiber deja el liderazgo de la CSU tras 14 años de poder total en Baviera

Miguel Ángel Villena

Un millar de delegados del Congreso de la Unión Social Cristiana (CSU) de Baviera respiraron ayer aliviados cuando el hasta ahora todopoderoso Edmund Stoiber, presidente del partido y jefe del Gobierno regional, se despidió de ambos cargos tras un año de conflictos internos. Con un discurso de autosatisfacción y un balance de sus logros durante 14 años como presidente de Baviera, Stoiber abrió el paso a que Gunther Beckstein, ministro del Interior bávaro, lo sustituya en el cargo público y probablemente Erwin Huber, titular regional de Economía, en la jefatura partidista.

Los conservadores bávaros, el partido hermano de la democracia cristiana federal (CDU) y con dos ministros en el Gobierno de la gran coalición en Berlín, ensayan de este modo una bicefalia al frente del land más prospero de Alemania. La canciller federal, Angela Merkel (CDU), puso Baviera como ejemplo de la recuperación económica alemana. Merkel defendió el modelo de la gran coalición entre CDU, CSU y los socialdemócratas y atribuyó a ese equilibrio los éxitos económicos del último año.

Un dibujo en el influyente diario Suddeutsche Zeitung, de Múnich, es una muestra del deterioro de Stoiber. El líder aparece asomado a un balcón contemplando una masiva manifestación en su favor. "Quizá no debería haber dimitido", exclama. Su ayudante le responde: "Todos son actores de cabaré y caricaturistas, jefe".

La cáustica ilustración revela hasta qué punto Stoiber ha pasado de ser un político admirado y temido a convertirse en el objeto preferido de los chistes. Todo en apenas en los 10 meses transcurridos desde que en enero una llamativa y rebelde dirigente local del partido, Gabriele Pauli, denunciara que Stoiber había ordenado que la espiaran y vigilaran a causa de sus constantes críticas al presidente de Baviera y de la CSU.

A partir de aquella crisis, los eternos segundones como Beckstein y Huber vieron el cielo abierto para terminar con la era Stoiber que ha durado desde 1993.

De nada le han servido los magníficos resultados electorales obtenidos en el Parlamento regional de Baviera en 2003, con un 65% de los votos y una aplastante mayoría absoluta, ni la prosperidad económica del land que registra el paro más reducido de toda Alemania -apenas llega al 5%- ni los avances industriales de una de las regiones con más desarrollo tecnológico de Europa. Algunos analistas comentan que el político bávaro inició su declive en 2002, cuando fue derrotado por el socialdemócrata Gerhard Schröder en las elecciones alemanas por apenas un puñado de votos.

Sea como fuere, Stoiber apareció ayer frío y serio, no hizo apenas alusiones a su despedida de los cargos, precisamente el mismo día que cumplía 66 años, y se centró en una reafirmación de los valores que han permitido a la CSU gobernar en Baviera durante el último medio siglo, todo un récord en los países de la UE. "Somos un partido más de valores que de personas y nos importan los contenidos", tronó ante un auditorio que ansiaba terminar con el capítulo de la crisis. Raíces cristianas, defensa del matrimonio y de la familia, tradición y modernidad a un tiempo y una economía basada en las capacidades del individuo fueron las recetas que Stoiber ofreció para que los conservadores de la CSU se mantengan en el poder.

No dudó el responsable bávaro en destacar que "en esa combinación de pantalones cortos de cuero y ordenadores portátiles", entre el folclorismo y la vanguardia, se halla la clave del éxito electoral de un partido identificado y confundido totalmente con su región. En este sentido, la palabra patriotismo fue una de las más utilizadas por todos los oradores, una noción que obliga a los alemanes. Stoiber aprovechó este ambiente patriótico para matizar una de sus últimas citas que levantaron una gran polémica. "Las mezquitas no pueden ser más altas que las catedrales, pero con ello quiero decir que los inmigrantes tienen derechos pero han de aceptar los valores de la mayoría", aseguró.

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