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Rousseff suelta amarras de Lula

La caída de Palocci, mano derecha del expresidente y padre del milagro económico, abre una nueva etapa política.- Una senadora inexperta, Gleisi Hoffmann, nueva ministra de Presidencia

El legado de Luiz Inácio Lula da Silva y su ascendencia sobre su sucesora no van a disiparse de un plumazo, pero la presidenta brasileña, Dilma Rousseff, comienza a soltar amarras. La dimisión el martes por un escándalo de corrupción de Antonio Palocci -ministro de la Presidencia, figura crucial en el Gobierno, abanderado de la disciplina fiscal y del control de la inflación, y embajador ante los inversores extranjeros- ha desatado en Brasil un terremoto político teñido de incógnitas económicas. Los analistas se preguntan si la renuncia de Palocci significa para la presidenta una crisis de credibilidad y una muestra de debilidad política a cinco meses de haber constituido su Ejecutivo. Pero otros expertos se plantean si la decisión de prescindir de Palocci -contra la voluntad de Lula- es la señal de que "por fin Dilma comienza a ser Dilma", de que la presidenta empezará a gobernar con mayor libertad, sin necesidad de muletas protectoras. La historia se repite. Lula da Silva sufrió su primera grave crisis política tres años después de formar Gobierno. El entonces jefe de la Casa Civil -una suerte de primer ministro- y el hombre más influyente de su Gabinete, José Dirceu, tuvo que dimitir por un escándalo de corrupción. A su sucesora, Dilma Rousseff, la crisis le ha explotado nada más arrancar su mandato.

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Palocci -exministro de Economía de Lula y autor del milagro económico del predecesor de Rousseff- fue impuesto por Lula a la presidenta como garantía ante el mundo financiero y empresarial de que la presidenta continuaría la senda del proyecto liberal del antiguo sindicalista, que logró sacar de la pobreza a decenas de millones de personas y transformó Brasil en una potencia económica y política que va a atraer la atención del mundo en los próximos años con la organización de los Mundiales de fútbol (2014) y los Juegos Olímpicos (2016).

Palocci fue uno de los cerebros de este milagro que ha colocado la economía del gigante latinoamericano en una situación privilegiada: crecimiento del 7,5% del PIB en 2010; 4,9% de inflación, 7% de desempleo y 10.800 dólares de renta per cápita. Aunque este año el comportamiento de la economía no es tan prometedor, y el relevo de Palocci ha generado un interrogante: ¿Se aplicará una política económica más intervencionista por parte del Estado? La presunta corrupción de Palocci -su patrimonio se multiplicó por 20 en los últimos cuatro años- y el hecho de que Rousseff no se decidía a cortar por lo sano estaban desangrando al Gobierno y envenenando la opinión pública. Ahora, ha tomado el toro por los cuernos.

Los analistas observan como un síntoma significativo de su independencia el hecho de que Rousseff haya escogido para reemplazar al ministro de Presidencia no o a otro barón del antiguo Gobierno de Lula, sino a la joven abogada, Gleisi Hoffmann, prácticamente desconocida, con escasa experiencia política y que acaba de estrenarse como senadora como representante de una nueva generación de políticos no comprometidos con el pasado. Hoffmann se parece mucho más a Dilma Rousseff cuando fue escogida por Lula como ministra de la Casa Civil que al dimisionario Palocci. Es una ejecutiva, más gestora que política. La propia Hoffmann ha afirmado que ayudará a Dilma a "gestionar" los asuntos del Gobierno. Por eso ha sido ya apellidada "la Dilma de Dilma". Otra duda que persiste, acompañada de ciertas sombras sobre la vulnerabilidad del Gobierno, es si la nueva e inexperta ministra de Presidencia sabrá moverse con acierto entre bambalinas. Palocci había logrado forjar la coalición de Gobierno y era el encargado de gestionar las relaciones con los partidos políticos en el Congreso. "Rousseff no tiene un operador político para mantener unida la coalición y protegerla del hambre de poder de los aliados", aseguraba ayer a Reuters el analista político José Luciano Dias.

Estas circunstancias van a obligar a Rousseff a comenzar a crear su verdadero Gobierno. Hasta ahora, se decía que el Ejecutivo que había formado, con la ayuda de Lula, era más bien un gobierno Dilma-Lula. Hay quien, como el analista César Maia, considera una baza inteligente la decisión de sustituir al poderoso Palocci por una mujer. Es un cambio que cuenta con la aprobación de la opinión pública, ante la que la presidenta estaba perdiendo puntos. Según Maia, la gente común piensa que "una mujer es siempre más difícil de corromper que un hombre". Otra historia que vuelve a repetirse. Lula, cuando prescindió del entonces jefe de la Casa Civil, José Dirceu, escogió a otra mujer: Dilma Rousseff. Es impensable que la presidenta haya decidido librarse completamente de la tutela de Lula. Nunca lo haría. Pero es cierto que este episodio la presenta ante la opinión pública y ante la clase política con una impronta más independiente.

Habrá que esperar meses para saber si su decisión, que le ha costado sangre sudor y lágrimas adoptar, resultará la adecuada. De ser así, caminaría ya con sus propios pies y tendrá asegurada su reelección en 2014. De lo contrario, Lula ya ha hecho saber que él sigue en el banquillo de reserva, preparado para tomar el timón, es decir, para volver en 2014. Si Dilma triunfara, será también el triunfo de Lula, que la escogió. Si la presidenta fracasara -ya lo ha dicho Lula en público- habrán sido sus enemigos quienes la hayan hecho fracasar, y en ese caso el sindicalista tomaría de nuevo el relevo.

La presidenta brasileña impone su forma de gobernar y se aleja de la sombra de Lula.
La presidenta brasileña impone su forma de gobernar y se aleja de la sombra de Lula.REUTERS

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