_
_
_
_

Oligarcas rusos a la greña

El magnate Berezovsky reclama 3.700 millones ante un tribunal de Londres al dueño del Chelsea, Abramovich

El Tribunal Comercial de Londres inauguró ayer su moderna nueva sede con la pugna judicial entre dos gallos de muy altos vuelos, los oligarcas rusos Borís Berezovsky (65 años) y Roman Abramovich (de 44), que se supone que en tiempos ya lejanos fueron amigos. O al menos, socios. Ahora, Berezovsky reclama 3.200 millones de libras (3.700 millones de euros) con el argumento de que Abramovich le obligó a venderle a bajo precio su participación en la petrolera rusa Sibneft bajo la amenaza de echarle encima al entonces presidente ruso Vladímir Putin, con el que Roman tenía y tiene muy buenas migas y Borís se había enemistado.

En contra de Berezovsky juega el alto nivel de exigencia de la ley británica para considerar probado un chantaje como ese y que la operación se cerró cuando él había abandonado Rusia en el año 2000 porque ya había caído en desgracia con el régimen. A favor juega el hecho de que Abramovich, dueño del club de fútbol Chelsea, le pagó a Berezovsky 1.600 millones de dólares (1.200 millones de euros) cuando este estaba ya exiliado en Londres.

Mientras el segundo sostiene que ese dinero era a cambio de sus acciones en Sibneft, el primero afirma que era una donación por lo mucho que le ayudó a cimentar su imperio. No mucho tiempo después, en 2005, Abramovich vendió Sibneft a Gazprom por 8.500 millones de libras (casi 10.000 millones de euros). Los dos oligarcas asistieron a la apertura del caso, que se puede prolongar tres meses.

La pelea entre los dos oligarcas es un ejemplo del mundo que surgió de la privatización de la economía soviética: el fabuloso enriquecimiento de unos pocos, siempre a la sombra del poder político. Berezovsky, a la sombra de Yeltsin. Abramovich, primero a la sombra de Yeltsin a través del dinero que le pagaba a Berezovsky para que "protegiera" sus negocios desde que le conoció en 1994, cuando solo tenía 28 años, y luego a la sombra de Putin.

Berezovsky, que además de sus negocios en gas y petróleo y en aluminio tenía un poderoso imperio mediático, cayó en desgracia por las críticas de sus medios a Putin tras la catástrofe del submarino Kursk. Se fue de Rusia en 2000. Primero a España y Francia, y luego a Reino Unido.

El abogado Rabinowitz subrayó ayer que los dos oligarcas trabajaron juntos para adquirir Sibneft y se hicieron amigos. Pero que Abramovich "traicionó" esa amistad cuando Berezovsky cayó en desgracia "y se vio obligado a empezar una nueva vida en el extranjero". "Sostenemos que en ese momento el señor Abramovich demostró hasta qué punto es un hombre al que el dinero y la influencia le importan más que la amistad y la lealtad y que eso le ha llevado, finalmente, a ir tan lejos como hasta llegar a negar que él y el señor Berezovsky llegaran a ser amigos", añadió.

Conocer lo que pasa fuera, es entender lo que pasará dentro, no te pierdas nada.
SIGUE LEYENDO
Los magnates Borís Berezovsky y Roman Abramovich, en 2006.
Los magnates Borís Berezovsky y Roman Abramovich, en 2006.TASS

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_