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Cambio en la Casa Blanca

Obama llega con una ola de esperanza

El nuevo presidente de Estados Unidos pide a los ciudadanos trabajar unidos - Mañana firmará una serie de decretos con medidas inmediatas de cambio

Antonio Caño

El mito será, finalmente, coronado al mediodía de hoy. Barack H. Obama tomará posesión como el 44º presidente de Estados Unidos ante dos millones de testigos presenciales y varias decenas más de millones de telespectadores en este país y a lo largo de todo el planeta. No se recuerda cuándo un ser humano concentró en torno a su persona tal cantidad de esperanzas de un mundo ansioso de optimismo.

Muy pronto empezará a comprobarse si el hombre elegido por sus compatriotas está a la altura de esa expectación desorbitada. Hasta ahora, Obama ha citado a Kennedy, ha elogiado a Roosevelt y ha puesto a Lincoln como modelo. Pero en ninguno de ellos podrá escudarse a partir de hoy. Hoy Obama empezará a construir su propio legado, Obama tendrá que ser el presidente Obama y, con suerte, algún día compartirá con ellos la gloria, y la humanidad, todavía en plena era de dependencia americana, se habrá beneficiado de ello.

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Sobran las razones para ponerle a esta fecha una nota pesimista. La acumulación de crisis políticas y económicas contemporáneas hace aún más patentes las obvias limitaciones que un hombre por sí solo tiene para corregir la dirección del mundo. Pero la emoción es también un motor de la historia, y Obama llega a la presidencia de Estados Unidos sobre una ola de energía positiva que necesariamente debe engendrar un momento nuevo en el devenir de las calamidades cotidianas.

Cientos de miles de personas, en su mayoría jóvenes y sonrientes, algunos llegados desde tan lejos como California, Kansas, Kenia, Japón o Alemania, están desde ayer en las calles de Washington para dar testimonio de ese momento, excitante, insólito, lleno de posibilidades, creado en torno a una figura tan excéntrica de la política tradicional que ha devuelto la fe a auténticas masas de descreídos. Si la elección de Obama fue posible, todo parece ahora al alcance de la mano. ¡Yes, we can!

Es cierto que cada cuatro años, el pueblo estadounidense se rinde ante el nuevo presidente con la ilusión infantil que caracteriza a esta sociedad. Cada cuatro años Washington se engalana y rinde homenaje a la democracia a la que sirve de sede. Pero esta vez hay algo más. El pésimo recuerdo dejado por George Bush, unido a la gesta de haber elegido al primer presidente negro de la historia, sumado a la propia personalidad y biografía del gran protagonista, hacen de esta inauguración casi una reinvención del sistema político norteamericano.

Obama ha empezado esa tarea humildemente. Por ahora, ha demostrado ser un hombre prudente y sereno al que el éxito no le ha separado todavía los pies del suelo. Ayer, con motivo de la celebración del día de Martin Luther King, recorrió los barrios pobres de Washington, echó una mano en el adecentamiento de las horribles condiciones de algunos locales públicos -una pequeña contribución con el rodillo y la pintura- y transmitió una receta muy sencilla para responder a tantas expectativas. "Si todos cumplimos con nuestro trabajo, las cosas pueden ir mejor. Pero tenemos que involucrarnos todos, no podemos permitirnos manos ociosas", declaró.

Por supuesto él tiene ya preparada una agenda intensa para su primer día en la Casa Blanca. El mismo miércoles tiene previsto firmar varias órdenes ejecutivas (decretos) para el cierre de Guantánamo, probablemente la prohibición de la tortura y otras medidas urgentes que no pueden esperar al debate en el Congreso. También mantendrá reuniones con sus equipos económico y de seguridad para tomar enseguida distintas iniciativas relacionadas con la crisis financiera, el paquete de estímulo económico, la guerra de Gaza, el repliegue en Irak y el refuerzo en Afganistán.

Las primeras 24 horas de Obama como presidente van a ser una vorágine de actividad que marcará el resto de sus primeros 100 días, en los que quiere aprobar las medidas para contener la crisis económica -con un pequeño crecimiento, si es posible, para final de año- y establecer una nueva relación con el mundo, basada en la apertura del diálogo con países con los que ahora no lo hay -Siria, Irán, quizá Cuba- y el impulso de propuestas novedosas en relación con Oriente Próximo y el desarme nuclear. Todo ello desde una nueva filosofía, en la que se entierra la división superficial entre buenos y malos, y con un nuevo estilo, escuchando antes de tomar decisiones.

Esto es, al menos, lo que se promete y lo que mantiene aquí a la gente casi unánimemente en torno a su nuevo presidente, un valor, el de la unidad, que Obama intentará preservar. "Mañana (por hoy) vamos a estar todos como un solo pueblo en el Mall, donde todavía suenan los ecos del sueño del doctor King".

Obama necesita prolongar esos sueños y conservar el respaldo de los ciudadanos porque éstos, a su vez, van a necesitar paciencia. Ni Guantánamo se va a cerrar al día siguiente de que lo ordene Obama ni la crisis económica va a desaparecer en el momento en que se adopten las nuevas medidas. Obama necesita extender el actual periodo de gracia durante varios meses, si no años, antes de que los resultados de su gestión sustituyan a sus hermosos discursos.

Pero, de momento, las palabras también cuentan. Las palabras son, en definitiva, las que señalan el camino. Y hoy es un día de palabras, unos 17 minutos de palabras que Obama pronunciará para la historia.

Obama pinta la pared de un refugio para adolescentes en Washington.
Obama pinta la pared de un refugio para adolescentes en Washington.AP

Otros discursos

Frases más célebres

en las tomas de posesión presidenciales:

- Abraham Lincoln (1865). "Sin malicia hacia nadie (...), esforcémonos para (...) vendar las heridas de la nación".

- Franklin D. Roosevelt (1933). "De lo único que debemos tener miedo es del miedo mismo".

- John F. Kennedy (1961). "La antorcha ha pasado a manos de una nueva generación de estadounidenses".

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