Obama da el último empujón a la reforma sanitaria estadounidense
Los líderes demócratas pretenden ganar la votación definitiva el viernes
En las horas finales del momento decisivo de la presidencia de Barack Obama, todos, en la Casa Blanca, en el Congreso y en la sociedad civil, hacen el último esfuerzo de cara a una ocasión en la que está en juego mucho más que la reforma sanitaria. Los líderes demócratas pretenden celebrar y ganar la votación definitiva el viernes, y Obama confía en que, sobre esa victoria, reconstruirá su popularidad y su proyecto.
Tanto se ha dicho sobre la reforma sanitaria en el último año que es dudoso que alguien sepa ya con qué objetivos se planteó esta propuesta en un principio. Tantas veces se ha votado ya esta ley en el Capitolio que es lógico que nadie confíe ya en que alguna vez puede llegar a aprobarse del todo. Una combinación de errores del Gobierno para defender sus ideas y aciertos de la oposición a la hora de distorsionar la reforma, ha encanallado tanto el debate que incluso la aprobación final de ley puede acabar perjudicando electoralmente a quienes lo hicieron.
El presidente confía en que, sobre esa victoria, recuperará su popularidad
Después de algunos titubeos tras la derrota demócrata en las elecciones de Massachusetts, Obama decidió finalmente apostar a fondo por la reforma, consciente de que lo contrario hubiera arruinado por completo su gestión. Ahora está literalmente dedicando cada minuto de su tiempo a alcanzar la meta: conversando individualmente con los congresistas que se resisten a dar el sí, agitando a la opinión pública, presionando a los líderes del Congreso a fijar un plazo de votación y atacando con contundencia los argumentos de los contrarios.
No es el único en esta batalla. Cientos de seguidores del movimiento ultraconservador Tea Party se concentraron ayer en las puertas del Capitolio gritando en contra de la ley. Con ellos, varios representantes republicanos advertían a sus colegas demócratas del altísimo precio que pagarán en las urnas si siguen la voluntad del presidente. Los líderes de la oposición aseguran que la aprobación de este proyecto significaría la mayor trasgresión del Estado de derecho en muchos décadas.
El Centro para la Integridad Pública, un grupo privado de control al Gobierno, ha averiguado que 4.525 lobbystas contratados por 1.750 empresas vinculadas a la sanidad han trabajado en el último año para bloquear esta reforma. Son alrededor de ocho lobbystas por cada miembro del Congreso. En 2009, el sector de la salud gastó 544 millones de dólares en lobby, 267 de los cuales corresponden a la industria farmacéutica.
Esta desproporción de argumentos y medios contra la reforma es, al mismo tiempo, una prueba de su trascendencia. Con todas las limitaciones que quieran destacar los críticos, esta legislación dará protección sanitaria a 31 millones de personas que no la tienen y revisará por completo el papel que las aseguradoras, los hospitales y los médicos tienen actualmente en el sistema sanitario. Se trata de una reforma gigantesca que, analizada con la perspectiva del tiempo, merecerá el esfuerzo que se le ha dedicado.
Todavía quedan por escribirse, sin embargo, algunas líneas de esta historia. Los demócratas aún no han decidido mediante qué procedimiento intentarán aprobar la ley. Es una decisión importante porque de ella depende, en alguna medida, la credibilidad del producto final. Si finalmente se logra, Obama se subirá el domingo al Air Force One convertido en un hombre nuevo.
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