Muere el congresista con más años de ejercicio en la historia de los EE UU
Robert Byrd evolucionó de segregacionista a defensor de los derechos civiles
Si había alguien que representó como nadie la vida política del Congreso y la historia del Partido Demócrata de Estados Unidos, desde los años cincuenta a la elección histórica de Barack Obama, era el senador demócrata por Virginia Occidental Robert Byrd, el congresista más veterano de la historia, fallecido en la madrugada de hoy en Virginia, a los 92 años de edad.
El día de la votación de la reforma sanitaria, en marzo, sus asistentes llevaron a Byrd en silla de ruedas al Senado, para que pudiera votar, a última hora, y salvando la reforma in extremis. Fue una de sus últimas apariciones en la cámara. Byrd era una preocupación de Obama desde los primeros días de su presidencia. Entonces, los demócratas tenían los votos justos para aprobar cualquier ley en el Senado, y temían que la baja de Byrd pusiera en riesgo medidas de importante calado. Hace un año, sin embargo, falleció Edward Kennedy, y su escaño lo acabó consiguiendo el republicano Scott Brown.
Nadie supera los 57 años de servicio de Byrd en el Congreso: Entre 1953 y 1959 en la Cámara de Representantes y, posteriormente, hasta hoy, en el Senado. De sus muchos puestos (líder de los demócratas en el Senado en mayoría y en minoría y presidente pro tempore de esa misma cámara, entre otros) el que más poder de maniobra le ofreció fue el del Comité de Financiación, el que aprueba el gasto en proyectos del Senado, y a través del cual desvió numerosas inversiones al Estado que representaba, uno de los más depauperados del país.
Construyó carreteras, puentes, cárceles y centros tecnológicos . En una proeza política sin parangón, llevó una serie de oficinas de la Guarda Costera a su Estado, a pesar de que no tiene salida al mar. Sus electores le adoraban, hasta el punto de que Virginia Occidental está plagada de carreteras y avenidas consagradas a Byrd, héroe popular.
Virginia Occidental, a 150 kilómetros de distancia de Washington, es, de hecho, un lugar de miseria endémica, el antepenúltimo en todas las listas oficiales de pobreza per capita. Allí, de niño, se mudó Byrd, que en realidad nació en Carolina del Norte en el año de 1917, pero que muy pronto quedó huérfano de madre y fue adoptado por unos tíos. Allí vivió y creció, en los primeros valles de lo que se conoce como el Sur profundo.
Allí se unió, cuando el tiempo lo requirió, al Klu Klux Klan. Tenía 24 años y exhibía un ardor apasionado en contra de los negros y del comunismo. Ese fantasma del racismo le perseguiría durante toda su carrera política, pero no de una forma que le impidiera ser elegido en sus muchos puestos en el Congreso. Décadas más tarde admitió en su autobiografía de 2005: "Ese recuerdo ha vuelto en mi vida para amenazarme y avergonzarme".
En 1945 envió una carta a los líderes locales del Klan en la que aseguraba, enardecido, que "jamás lucharía en las fuerzas armadas con un negro". Esa misma carta fue copiada y difundida hasta la saciedad en las primeras elecciones a la Cámara de Representantes a las que se presentó, en 1952. Pero su vida y su membresía en el Klan eran reflejo de una época y de una comunidad concreta, que votó a favor de él y le abrió la puerta a una larga estancia en Washington.
El Partido Demócrata sufrió un profundo cambio en los años de Lyndon B. Johnson, quien logró aprobar la ley de derechos civiles que acabó con la segregación. Entonces muchos demócratas eran parte de la oligarquía racista del sur. Byrd se opuso a esa misma ley, aprobada en 1964, y llegó a calificar al reverendo Martin Luther King de "agitador de masas".
En los años sesenta, como muchos demócratas admiradores en secreto de Richard Nixon, defendió que las causas de la pobreza eran culturales, y no económicas. En las sesiones del Senado criticaba a los hombres negros por no querer trabajar y a las madres de familia afroamericanas que tenían hijos sin casarse sólo para obtener subsidios. Propuso ofrecerles educación y acabar con los programas de caridad social.
Con los años, sin embargo, cambiaría, hasta ser el hombre al que ayer mismo alabó el propio Barack Obama, el primer presidente negro de la nación. "La historia del senador Byrd es típicamente americana", dijo Obama en un comunicado. "Nació en una abyecta pobreza, pero se educó a sí mismo para convertirse en un académico de autoridad y un inigualable defensor de nuestra Constitución".
De ser un firme partidario de la Guerra de Vietnam pasó a ser el senador más querido de los pacifistas durante la invasión de Irak. Fue un durísimo detractor de George Bush. Días después del inicio de la guerra apareció en el Senado y dijo, compungido: "Hoy lloro por mi país". Allí, en aquel momento, 50 años después de haber entrado en el Congreso federal, la izquierda le perdonó sus pecados. Y Robert Byrd se dispuso a acabar sus días totalmente redimido.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.