"Les dijeron que se bajaran de los coches y dispararon"
Colegas de dos periodistas asesinados relatan el ataque
La violencia en la región autónoma de Mindanao no es infrecuente, pero las dimensiones del ataque de ayer sí que sorprenden. Uno de los 12 periodistas asesinados -según la Unión Nacional de Periodistas de Filipinas- es Henry Arneta, de 45 años, que trabajaba para la cadena de radio DZRH. Su compañero Francisco Calado dice que la redacción está en estado de choque. "Henry era nuestro corresponsal en Maguindanao desde 1996. Él venía a veces a hacernos visitas a nuestra sede de Manila y nos traía regalos de la zona. Muchas veces comida tradicional".
Según Calado, la esposa de Arneta ha sido la encargada de identificar el cuerpo de su marido y ella les transmitió la noticia. "Esto es un desastre. Condenamos este acto propio de bárbaros", repulsa a la que se sumaron los principales grupos de prensa nacionales y la organización Reporteros sin Fronteras, que califica el acto como "la mayor pérdida de periodistas de la historia en un solo día".
Matanzas de este tipo son habituales en periodo electoral, según un misionero
"Por la información de que disponemos, el convoy en el que iban numerosos periodistas fue asaltado por unos cien bandidos, les ordenaron que se bajaran de los coches y abrieron fuego contra muchos de ellos. A otros se los llevaron secuestrados", explica Calado.
La conmoción también ha afectado a Bombo Radyo, una emisora local de la isla de Mindanao. Ernesto Maravilla, de 47 años, era el corresponsal de la cadena en la conflictiva región desde hacía 15 años. Uno de sus compañeros responde al teléfono de la emisora: "En cuanto se difundió la noticia del asalto al convoy llamamos a Maravilla pero no contestaba. Al rato alguien cogió el teléfono y respondió que nos habíamos equivocado de número. Era uno de los asaltantes". Más tarde, las autoridades les confirmaron que su corresponsal en Maguindanao era uno de los decapitados que habían sido identificados. "Estamos muy tristes. Maravilla era un gran periodista", dice.
La región de Maguindanao es la más pobre e inestable de Filipinas y las ONG tienen problemas para realizar sus actividades. Las condiciones de violencia estructural empañan los progresos de cualquier proyecto. "En Filipinas estamos acostumbrados a este tipo de matanzas, sobre todo en época electoral, pero en los 38 años que llevo aquí no recuerdo una tan masiva. Es un reflejo de la agresividad que existe entre las distintas fuerzas políticas", dice por teléfono el misionero claretiano Ángel Calvo desde Zamboanga, donde desarrolla tres proyectos de prevención de la violencia financiados por la ONG Manos Unidas y la Agencia Española de Cooperación Internacional (AECID).
Calvo, de 64 años, constata una realidad de violencia endémica en Filipinas. "Aunque la campaña electoral aún no ha empezado, todos estamos ya prevenidos, tomamos medidas. Por eso los asesinados habían ido a registrarse a la oficina electoral protegidos, rodeados por medios de comunicación y un grupo de abogados, pero no les ha servido de nada", dice Calvo.
"Zamboanga está lejos de la matanza, pero el contexto es el mismo: grupos militarizados, algunos de cuyos miembros han pertenecido tiempo atrás o siguen vinculados al Frente Moro; lucha encarnizada por el poder entre las familias más influyentes de la zona, entre las que estalla de vez en cuando un ridó, como se llama aquí a la vendetta; la actividad de los comandos, como denominamos a los grupos armados de inspiración islamista...".
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