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Exteriores logra que Marruecos rebaje la presión sobre la prensa española

Los corresponsales españoles se quejaron en un comunicado del acoso al que les sometía Rabat

Los periodistas españoles acreditados en Rabat publicaron ayer un comunicado en el que formulaban una serie de quejas sobre el trato que les otorgaban las autoridades marroquíes, pero las gestiones del Ministerio de Asuntos Exteriores han logrado resolver en pocas horas un problema que se arrastraba desde hacía meses, según ha anunciado su portavoz.

Lanzamos "un último grito desesperado ante una situación que consideramos insostenible". Doce corresponsales españoles acreditados permanentemente en Marruecos denunciaban el acoso que padecen por parte de las autoridades marroquíes.

Tras meses de gestiones inútiles con el embajador de España en Rabat, Luís Planas, y con el ministro de Comunicación marroquí, Khalid Naciri, los periodistas tomaban la decisión, sin precedentes, de hacer pública su queja.

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"Todos estamos amenazados por la arbitrariedad del Gobierno local y nos sentimos absolutamente desamparados", proseguía el texto suscrito por siete representantes de cadenas de televisión, tres representantes de emisoras de radio, un corresponsal de un diario y otro de una agencia de prensa.

La cobertura del conflicto del Sáhara

Los periodistas manifestaban a continuación su enojo por "las presiones que ejerce el Ejecutivo marroquí en todo lo que respecta a la cobertura del conflicto del Sáhara Occidental".

Concretamente, el ministro de Comunicación, Khalid Naciri, había informado a la dirección de la cadena COPE de que la acreditación de su corresponsal en Rabat, Beatriz Mesa, no sería renovada. Se le reprocha haber asistido, en febrero en Mallorca, a un acto organizado por una asociación simpatizante del Frente Polisario. En el acto en Mallorca también estuvo presente Carla Fibla, corresponsal de la cadena SER en Rabat desde 2001, y sobre ella pendía una amenaza similar.

Paralelamente al comunicado los periodistas enviaron, a través de sus medios, cartas colectivas a la vicepresidenta del Gobierno, María Teresa Fernández de la Vega; al ministro de Asuntos Exteriores, Miguel Ángel Moratinos; y al secretario de Estado de Comunicación, Fernando Moraleda.

En esas misivas daban más detalles sobre lo que describían como una peligrosa degradación de su situación desde enero. Informaban, por ejemplo, de que las televisiones TVE, TV-3 y Canal Sur-TV habían sido privadas del permiso que poseían desde 2004 para transmitir directamente a España vía satélite.

Señalaban además que, tras participar en la elaboración de un reportaje sobre el Sáhara Occidental, el corresponsal de TV-3, Medir Plandolit, fue, a principios de enero, víctima de un robo en su casa. Los misteriosos ladrones se llevaron ordenadores e información escrita, pero no dinero ni objetos de valor.

Quedó claro, en opinión de los corresponsales, que no se trataba de un asunto de delincuencia común. Se lamentaban a continuación de que la policía marroquí no les haya dado, meses después, ninguna información satisfactoria sobre este asunto. Su falta de explicaciones convincentes aumentaba la sensación de inseguridad entre los periodistas españoles.

Tras conocerse el comunicado, Fernández de la Vega llamó a Moratinos y le pidió que intentara resolver este problema, lo que logró en cuestión de horas. "El asunto está solucionado en todas sus vertientes", ha declarado Manuel Cacho, portavoz del Ministerio de Exteriores.

Excelentes relaciones bilaterales

A principios de esta década (2001-2002) las autoridades marroquíes acosaron a varios medios de comunicación españoles, pero aquel episodio dio la impresión de estar en parte relacionado con la tensión que prevaleció en aquellos años entre Rabat y el Gobierno español encabezado entonces por José María Aznar y que generó el incidente del islote de Perejil.

Desde que el socialista José Luís Rodríguez Zapatero llegó al poder en España, las autoridades de ambos países se jactan de tener las mejores relaciones desde que Marruecos accedió a la independencia hace 52 años. Al margen de algunos incidentes puntuales, la prensa española nunca había estado tan atosigada como estos últimos tres meses.

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