EE UU escruta a Irán desde Dubai
Washington busca datos y testimonios directos para desentrañar las intenciones iraníes, después de tres décadas sin relaciones
Cuando el 4 de noviembre de 1979 un grupo de estudiantes revolucionarios asaltó la Embajada de EE UU en Teherán, los diplomáticos se apresuraron a destruir los documentos que consideraron más comprometedores. No les dio tiempo a quemar las tiras de papel que salieron de las trituradoras y decenas de aquellos jóvenes exaltados dedicaron los meses siguientes a reconstruir los mensajes secretos mientras mantenían secuestrados a medio centenar de funcionarios norteamericanos. Washington cortó relaciones con la República Islámica y se quedó sin sus ojos y sus oídos en el país. Los cables difundidos ahora por Wikileaks revelan cómo EE UU trata de compensar la falta de contacto directo mediante una red de observadores en los países vecinos y una "oficina regional" en Dubai, que recopilan información con el mismo celo con el que los iraníes desentrañaron sus confidencias hace tres décadas.
Nada en los cables revela colusión de EE UU con las protestas poselectorales, como denuncia Teherán
"Muchos de ellos buscan un visado para EE UU lo que también puede colorear lo que dicen a un funcionario de EEUU"
"Irán visto desde Bakú es el primero de una serie en la que el observador de Irán en la Embajada informará de asuntos de interés sobre el Irán", anuncia la entonces embajadora en Azerbaiyán, Anne Derse, el 12 de junio de 2009, poco antes de abandonar su cargo (documento 211821). Al mes siguiente, el observador ("Iran watcher" en la jerga de los cables) envía un largo despacho titulado Veinte preguntas sobre las protestas iraníes en el que recoge las opiniones de una treintena de iraníes residentes tanto en Bakú como en Irán sobre el derrotado candidato reformista Mir Hosein Musaví, el por qué del fraude, la amplitud del malestar, etcétera (documento 217501). Con el tiempo, la Secretaría de Estado incluso le felicita por transmitir el sentir de los "iraníes de a pie", tras haber transmitido sus conversaciones con camioneros iraníes en la frontera.
Desde Ashgabat, la capital de Turkmenistán, el observador de Irán da cuenta el 15 de junio de 2009 de una conversación con un hombre de negocios iraní residente en esa ciudad y que califica de "golpe de Estado" las elecciones presidenciales celebradas tres días antes y que dieron el triunfo al radical Mahmud Ahmadineyad. Según el interlocutor, al que se presenta como un hombre bien relacionado, la Guardia Revolucionaria, el ejército ideológico del régimen, está detrás de lo ocurrido.
Pero no hace falta ser un Iran watcher para aportar un granito de arena al esfuerzo de Washington por entender Irán. El cónsul general en Yeddah, Martin Quinn, consigue elaborar un detallado perfil de Ali Akbar Salehí, al poco de su nombramiento como jefe de la Organización de la Energía Atómica de Irán, durante una cena de despedida a un diplomático árabe que ha coincidido con él en un puesto anterior. La fuente ve en la designación de Salehí el intento de poner "una cara civilizada" al programa nuclear, ya que le considera un moderado. Cuenta que se licenció en la Universidad Americana de Beirut y en el Instituto de Tecnología de Massachusetts, y que trabajó con el reformista Mohamed Jatamí.
La diplomacia estadounidense se revela obsesionada con Irán. Frenar su programa nuclear y de misiles, hacer lobby para frenar cualquier iniciativa que permita saltarse las sanciones a los ayatolás y, sobre todo, lograr información que ayude a descifrar las intenciones del régimen. La ausencia de una legación diplomática en Teherán convierte recabar datos y testimonios directos sobre la República Islámica en una tarea que transciende fronteras e involucra a todas las embajadas norteamericanas en Oriente Próximo. La sección de visados del Consulado en Dubái se convierte en algo más que una ventana, una mina que permite acceder desde estudiantes a diputados, pasando por un teniente de alcalde de Teherán, hasta hombres de negocios, empresarios y amas de casa.
Una oficina regional
En 2006, la Administración Bush estableció la Oficina Regional de Irán en ese consulado, siguiendo el modelo de la estación instalada en la Embajada en Riga durante los años veinte del siglo pasado para observar la Unión Soviética. El equipo está formado por media docena de diplomáticos, respaldados por otras 15 personas en Washington, que además de conversar con los iraníes que pasan por el consulado analiza los contenidos de los medios de comunicación de la República Islámica.
Así, al día siguiente de las controvertidas elecciones presidenciales de junio de 2009, Ramin Asgard, el director de la oficina (cuyo nombre sugiere ascendencia iraní), ya informa del "estallido de grandes protestas en Teherán" y anticipa que "van a continuar" (documento 211992). En su opinión, el monopolio de la fuerza por parte del régimen "probablemente acallará la mayoría de la disensión", pero también apunta que "dado el elevado número de destacadas figuras políticas a las que esta elección ha irritado, puede desatarse una crisis a gran escala". De momento, aconseja, "esperar y ver". No obstante, advierte, "si la oposición empieza a organizarse a gran escala, o si los enfrentamientos se vuelven violentos, tendremos que determinar con rapidez una posición pública adecuada. Muchos simpatizantes de la oposición mirarán probablemente hacia EE UU -en especial tras el discurso de El Cairo? en busca de inspiración".
Nada en los documentos secretos a los que ha tenido acceso EL PAÍS revela la más mínima colusión de EE UU con las protestas, tal como reiteradamente ha denunciado el Gobierno de Teherán. Tampoco con los grupúsculos independentistas que jalonan las regiones fronterizas de la República Islámica, en su mayoría habitadas por minorías étnicas o religiosas distintas de la mayoría persa y/o chií que define la imagen del país. Al contrario, en algunos de los despachos se revela la sorpresa de los diplomáticos cuando se les presentan personas que se identifican como "separatistas de Ahvaz", la capital de la región árabe iraní.
"Este puesto pide orientación sobre reuniones con grupos de Ahvaz", solicita el cónsul Jason Davis a mediados de 2006. "¿Debiera ser el apoyo al separatismo una línea roja para continuar el contacto con esos grupos / individuos?", pregunta. Tras no encontrar fotos en Internet de quienes se han presentado como destacados dirigentes de uno de ellos, Davis también apunta la posibilidad de que los "activistas sean en realidad agentes secretos iraníes tratando de identificar a sus contrapartes estadounidenses y de establecer cómo reaccionaría EE UU a ese tipo de acercamientos".
Por otra parte, los diplomáticos de la Oficina Regional de Irán son realistas sobre el alcance de su actividad. "La mayoría de la gente que vemos en Dubái es relativamente moderada, occidentalizada y acomodada, lo que casi por definición significa que son anti-Ahmadineyad", reconoce Davis. "Muchos de ellos buscan obtener un visado para EE UU, lo que también puede colorear lo que dicen a un funcionario norteamericano", advierte expresando una preocupación que se repetirá a lo largo del tiempo. Pero como sus colegas en Bakú, no escatiman esfuerzos y de vez en cuando se dan una vuelta por el zoco de las especias o la ensenada de la que parten los barcos que hacen contrabando con Irán para hablar con obreros iraníes. Descubren así que "les gustan los estadounidenses, pero no la política de EE UU, y que valoran a Ahmadineyad porque 'es fuerte y luchará contra la corrupción y el Gobierno de EEUU".
Washington trata de llenar las carencias que dejan esas fuentes con la ayuda de sus aliados. Así, cuando en 2007 se producen los primeros contactos públicos a alto nivel entre Irán y EEUU relativos a Irak, recurren al entonces embajador británico en Teherán, Geoffrey Adams, para que les informe "sobre el estilo y las tácticas de negociación de la República Islámica" (documento 132234). Durante dos días, el 24 y el 25 de noviembre, en tres sesiones con diplomáticos y militares estadounidenses, Adams les aconseja "ser firmes y constantes, duros, pero no agresivos, y al mismo tiempo buscar el acercamiento y llamar la atención hacia los intereses mutuos".
El británico, que se ha doctorado en negociaciones con Irán durante la crisis de los marinos británicos capturados unos meses antes por los iraníes en el Shatt el Arab, subraya que "su obsesión con y desconfianza de Occidente puede cegarles a sus propios intereses". Les recuerda la necesidad de tener paciencia porque "las respuestas a las preguntas y propuestas que se les hagan no llegarán hasta reuniones posteriores, ya que la necesidad de consenso ralentiza el proceso de decisión". Y concluye señalando que "es importante quitar a los iraníes su convicción de que el tiempo juega de su parte".
Incluso los españoles ofrecen consejo. Durante una visita a Madrid en 2008 de Gregory Schulte, entonces jefe de la delegación estadounidense ante el Organismo Internacional de la Energía Atómica en Viena, un embajador con experiencia en Teherán, defiende la necesidad de una solución diplomática regional dado que "los iraníes no responden a argumentos técnicos o legales". De momento, ninguna de estas ayudas parece haber servido para reducir la desconfianza entre dos países que por más que lleven tres décadas enemistados comparten muchos intereses comunes.
PD: El trabajo de recomposición de los despachos de la Embajada de EEUU en Teherán que realizaron los estudiantes revolucionarios se publicó en una colección de libritos que aún se venden en aquel edificio, convertido en un museo y rebautizado como "nido de espías" por la propaganda iraní. El de los diplomáticos estadounidenses ha quedado a la vista en estas filtraciones.
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