Cristina Fernández releva hoy a su marido con un programa continuista
La nueva presidenta argentina dará prioridad a la política exterior
Ni tan igual, ni tan diferente, salvo en la política exterior. El reto que asume hoy Cristina Fernández como presidenta de Argentina es marcar distancias con la gestión de su marido, Néstor Kirchner, afrontando nuevos problemas y corrigiendo desequilibrios pero sin que la diferencia se note demasiado. Al fin y al cabo los argentinos se decantaron el pasado octubre por la continuidad y las innovaciones de la nueva presidenta tendrán que ser ejecutadas casi por los mismos ministros que han formado el Gabinete de Kirchner. Pero hay una excepción: Cristina Fernández quiere dar una alta prioridad a un área descuidada por su marido: la política exterior.
La jefa de Estado desea atraer más inversiones extranjeras
Buenos Aires se ha vestido de gala para recibir hoy a la primera mujer elegida presidenta en Argentina y a la vez se ha convertido en un escenario donde las reuniones internacionales van mucho más allá de los saludos protocolarios. Y la primera en dar ejemplo ha sido la propia Administración. Jorge Taiana, ministro de Exteriores de Kirchner que hoy jurará el mismo cargo, visitó ayer a la madre de Ingrid Betancourt secuestrada por las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) hace cinco años.
La visita no es pura cortesía. Buenos Aires se convertirá en los próximos días en la sede de conversaciones para lograr la liberación de la secuestrada, a petición del presidente francés, Nicolas Sarkozy, quien por carta pidió a la Administración argentina "ayuda". Un gesto impensable en estos años de la Administración de Kirchner, que ha mantenido duros enfrentamientos con las autoridades francesas por su hostigamiento a las empresas del país galo. En respuesta, el ex presidente francés Jacques Chirac dejó Argentina fuera de sus giras en América.
Cristina Fernández reivindica los logros económicos alcanzados por el país durante los cuatro años y medio de mandato de su marido. Éste se enfrentó a los organismos de crédito internacional, pero uno de los primeros actos de la nueva presidenta será reunirse mañana con el director del Fondo Monetario Internacional (FMI), Dominique Strauss-Kahn, quien además es uno de los invitados a la ceremonia de toma de posesión. Fernández quiere reconstruir una imagen de Argentina atractiva para las nuevas inversiones extranjeras, algo muy complicado tras años en los que las palabras "inseguridad jurídica" se han asociado a Argentina en los corrillos financieros internacionales.
Para lograrlo, la nueva presidenta es consciente de que deben terminar, al menos parcialmente, las restricciones tarifarias impuestas en 2001. Una congelación de tarifas en los servicios que le hacen al país una muy mala publicidad exterior entre los potenciales inversores. Y en este aspecto entran de lleno algunas grandes empresas españolas presentes en Argentina, a las que la nueva Administración ha prometido subidas.
En el caso de España la nueva Administración no pretende variar la línea: las relaciones entre ambos gobiernos son buenas. Y Fernández está especialmente agradecida al hecho de que el Rey Juan Carlos la recibiera el pasado verano en Mallorca cuando ya era candidata presidencial. Aunque se trató de una audiencia privada, la maquinaria oficialista la publicitó como un claro gesto de apoyo de España a la entonces candidata.
Al contrario que su marido, la nueva presidenta no se siente incómoda en las reuniones con dirigentes extranjeros. En las entrevistas concedidas, Fernández ha dejado claro cuál es el modelo que quiere seguir: la Alemania de Angela Merkel, una mujer en principio lejana de su manera de concebir la política. La alemana es una dirigente de centro-derecha que gobierna su país por consenso. Pero es la líder de un país puntero en tecnología y con prestigio exterior.
Una ceremonia inédita en muchos aspectos
Cuando hoy a las 19.15, hora española, Cristina Fernández de Kirchner jure como presidenta ante el Congreso de Argentina lo hará con una serie de circunstancias que harán de la ceremonia algo único en la historia del país.
Será la primera vez en que una mujer elegida en las urnas acceda a la presidencia de la nación suramericana. La primera en que el traspaso del bastón presidencial se realiza entre un matrimonio -en un gesto que ayer la prensa local calificaba ayer como "el enroque K", la primera en los últimos 70 años en que un presidente elegido democráticamente traspasa el mando a otro electo de la misma manera sin que medie una crisis de por medio. Y también la primera en que el presidente saliente teniendo la oportunidad de haberse presentado a la reelección renunció a ello.
Poco antes de dirigirse al Congreso y al resto del país en su primer discurso como presidenta, Cristina Fernández de Kirchner ceñirá la banda presidencial con los colores celeste y blanco de la bandera argentina, los mismos de la Casa de Borbón en los que está inspirada la enseña.
De hecho, a excepción de un sol dorado en el centro, y los símbolos de la libertad y la República en la borla, la banda es igual a la de la Real Orden de Carlos III, una de las más altas condecoraciones españolas. Y en el acto estará presente un descendiente directo de ese rey español; el Príncipe Felipe de Borbón.
Desde el Congreso, la presidenta, escoltada por una guardia de Granaderos, se dirigirá por la avenida de Mayo hasta la Casa Rosada para tomar juramento al Gobierno, cuya composición es casi igual al de su marido, Néstor Kirchner. Cuando en España sean las once de la noche, Cristina Fernández tiene previsto aparecer en la plaza de Mayo ante sus seguidores.
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