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Columna
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Badawi y la Umma

Andrés Ortega

Malaisia, donde no sin problemas se da quizás uno de los multiculturalismo más puros, acaba de cumplir 50 años de independencia (merkeda) con un éxito en el mundo musulmán que es la envidia de muchos, pues ha logrado hacer bajar de 50% a 7% la parte de la población por debajo del nivel de pobreza. Su actual primer ministro, Abulá Badawi, que apoya la Alianza de Civilizaciones de Zapatero, quiere aprovechar esta circunstancia, junto a su presidencia de la Organización de la Conferencia Islámica (OCI), para lanzar un nuevo foro de entendimiento entre Occidente y Oriente. Para Badawi hay que romper la "identificación del islam y los musulmanes con la violencia, la inestabilidad, la pobreza y el analfabetismo", y otras carencias. Plantea, aunque prefiera no usar esta expresión, el modelo malaisio de país islámico moderado y de convivencia, pese a las leyes que discriminan en favor de los malayos, que representan un 60% de la población, frente a chinos e indios que son el motor económico del país. La sharía (ley islámica, en una versión suave) se aplica a la población musulmana, no a los demás.

El calendario importa y está medido pues cuando en enero de 2009 Bush salga de la Casa Blanca, le suceda quien le suceda, se abrirá un impulso mundial para un diálogo de culturas. Pero para que eche a volar su proyecto, que girará en torno a un grupo de notables, Badawi no puede alienar a los indispensables saudíes y egipcios. Hay que hacerles subir a bordo. De ahí que, por el momento, Badawi se limite a intentar impulsar la agenda económica para el mundo musulmán, aprobada por la cumbre de la OCI hace dos años en La Meca. Badawi, según declaró la semana pasada en un Foro Internacional sobre esta materia en Kuala Lumpur, plantea cinco imperativos en lo que es casi un programa de lucha contra la pobreza: mantener la voluntad política, empezar la reforma por las mentes y corazones, reconocer la centralidad de desarrollar el capital humano (mujeres incluidas), destinar los recursos necesarios y movilizar a la comunidad internacional para mejorar el bienestar la de la Umma, la comunidad musulmana, ahora más globalizada que nunca.

Kuala Lumpur, junto a Londres y Manama (Bahrein), se ha convertido en uno de los tres centros en el mundo del sistema financiero islámico, que, como se sabe, prohíbe el interés, pero que está ganando una creciente importancia e inventándose en el camino (fondos, Dow Jones islámico, seguros, hipotecas, etcétera), aunque "los bancos españoles no han entrado aún", comenta un experto. En la modernísima capital de Indonesia, hay un gran edificio cóncavo. Es la sede de Tabung Haji, el Fondo de Gestión de los Peregrinos de Malaisia, con varios miles de millones de dólares en depósitos. El hajj, la peregrinación a La Meca obligada para todo musulmán una vez en su vida, es un gran negocio para muchos. Antes, como explica el propio Badawi, la gente vendía sus tierras para pagar este viaje y al regresar se encontraba sin nada. Tabung Haji nació de una barraca de madera y se ha consolidado como una institución que no sólo ha impedido estas situaciones, sino que muchos de los que ahorran para el hajj siguen haciéndolo después.

Malaisia tiene éstas y otras cualidades para lo que propone Badawi. Es un sistema democrático (aunque el mismo partido ha gobernado desde su independencia hace 50 años, en dos Estados federados gobiernan islamistas). El propio Badawi (sí algunos de sus ministros) no se refirió a la democracia, sino al Estado de derecho y a la capacidad de buena elección. "Occidente tiene mucho que ganar de la emergencia de un mundo musulmán más pacífico, estable, y próspero", señala Badawi, dirigente cuyo poder parece inversamente proporcional a su tono de voz. Un problema es que el mundo musulmán existe como Umma, pero sus países sólo exportan entre sí un 13,5% de su total, frente al 51,5% al mundo industrializado. Malaisia cuenta con la ventaja añadida de que el inglés es también idioma oficial, lo puede ayudar al tan necesario diálogo global. aortega@elpais.es

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