Argentina se queda sin carne
La huelga de agricultores y ganaderos deja las tiendas vacías
"Lamentamos la falta de CARNE por el hecho de DOMINIO PÚBLICO". El cartel, escrito tal cual, se exhibe en cientos de sucursales de una de las cadenas de supermercados más importantes de Argentina, que ha elegido esa extraña fórmula para referirse a la huelga que desde hace 20 días tiene paralizado al campo argentino. Se trata de un "hecho de dominio público" que ha provocado un desabastecimiento casi total de carne y lácteos en las ciudades y ha generado una brutal subida de precios. "Está claro que todos los argentinos llevamos un escritor dentro", ironiza un cliente al comentar cómo está redactado el aviso. Bajo el rótulo aparece el blanco refulgente de unas estanterías vacías que deberían estar cubiertas del rojo de una de las mejores carnes del mundo. El cliente en cuestión lleva en el carro unas cebollas por las que pagará el 200% más que hace una semana.
Las cebollas se han encarecido un 200% en una semana; el pollo, un 150%
Mientras el Gobierno hace ofertas difícilmente aceptables para los productores agropecuarios, porque no suponen una marcha atrás en su decisión de aumentar las retenciones a las exportaciones hasta el 44%, los huelguistas decidirán hoy si el paro prosigue. Ya desde el lunes permiten el paso de camiones cargados con productos lácteos para tratar de aliviar la situación y evitar que la oleada de apoyo popular urbano recibida la semana pasada se vuelva en su contra. Porque la situación raya el surrealismo en uno de los países más ricos del mundo en carne, lácteos y productos del campo. La mayoría de las pequeñas carnicerías llevan días cerradas y algunos han comenzado a hacer negocio por su cuenta.
"Te ofrecen carne, pero a precio de oro", se queja Gabriel Zona, un vecino de la localidad de Avellaneda. Y donde queda carne sólo es picada, más vulnerable a presentar problemas sanitarios. Ante la situación de emergencia, la aduana ha prohibido exportar carne.
Hasta que se regularice la situación, las tiendas no permiten que cada cliente compre más de una botella de leche o de aceite. "En casa hay cuatro niños y no tenemos más remedio que hacer una ronda diaria por diferentes comercios o venir varios y repartirnos", explica Flor Lombardi, vecina del barrio porteño de Belgrano, mientras hace fila ante la caja. Tras ella, sin cruzar palabra, está su marido y detrás de él, como si nos los conociera de nada, un hijo adolescente. Todos con su botella correspondiente.
Para evitar el efecto negativo de ver las estanterías vacías, muchos comercios las llenan de cualquier otro producto y así, donde debería haber carne, ahora se instalan botellas de Coca-Cola o cartones de zumos. Pero hay otro efecto que no se puede disimular con algo de ingenio. En apenas 10 días el precio de la carne se ha elevado en un 60% y el aceite en un 50% en las primeras marcas. El pollo, del que tampoco hay ni rastro, se ha disparado un 150%. Esta situación perjudica más a los huelguistas que al Gobierno. Los primeros necesitan el respaldo de los consumidores, al segundo le basta con negar la inflación real como viene haciendo desde hace meses y esperar a que el paro caiga por su propio peso. Ayer, miles de personas apoyaron en la Plaza de Mayo a la presidenta Fernández, que encabezó una manifestación en la que pidió de nuevo el fin de los bloqueos en las carreteras.
Aunque la huelga fuera levantada totalmente hoy, no es tan fácil volver a poner en marcha la cadena de distribución. El pasado sábado se vivió un ensayo general cuando durante seis horas se levantaron los bloqueos y miles de camiones varados pudieron llegar a su destino. Sólo en el Mercado Central de Buenos Aires -abastece a 12 millones de consumidores- se tuvieron que tirar 30.000 kilos de frutas y verduras que se habían podrido. Los inspectores sanitarios ni siquiera dejaron descargar al 25% de los camiones que llegaron. Bastaba con acercarse a ellos para saber que la mercancía se había perdido. Y los productores avícolas advirtieron ayer que van a tener que sacrificar 2,5 millones de pollos.
La falta de carne, aceite y maíz también crea dificultades en colegios y hospitales. En la provincia de Buenos Aires un millón y medio de niños almuerzan en las escuelas. En ocasiones es la única comida del día. Mientras, algunos hospitales han subrayado que la carne es un alimento esencial en la dieta de pacientes diabéticos.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.