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Entrevista:BUDD SCHULBERG | Guionista de 'La ley del silencio' y 'Más dura será la caída'

"Los héroes nunca son los escritores"

Elsa Fernández-Santos

Budd Schulberg (Nueva York, 1914) ha vivido lo mejor y lo peor de lo que fue el gran sueño dorado de Hollywood. Hijo de un pionero, el productor de la Paramount B. P. Schulberg, fue también el guionista de La ley del silencio y Más dura será la caída y autor de El desencantado, una novela estremecedora en la que Schulberg relató su experiencia de joven guionista junto a un escritor sumido en la más absoluta autodestrucción: F. Scott Fitzgerald. Escrita en 1951, la obra fue publicada en 2004 en España por El Acantilado, la misma editorial que ahora edita la primera parte de sus memorias, De cine. Memorias de un príncipe de Hollywood.

Schulberg se mueve con la ayuda de un bastón de cabeza de pájaro. Duro de oído, y ligeramente tartamudo, pide un poco de agua para poder hablar. Su mujer, mucho más joven, saca de su bolso un cepillo negro con el que le peina. "Ya puede empezar. Ahora está guapo", ordena la mujer.

"¿Se imagina qué historia tan diferente hubiésemos tenido si Bobby hubiera ganado? Desde aquel día todo salió mal: Nixon, Reagan, Bush..."
"Tengo sentimientos encontrados sobre haber delatado a mis compañeros. El Comité era innecesario. Pero yo estaba en contra del partido"
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Pregunta. ¿Existen todavía príncipes en Hollywood?

Respuesta. Sólo si se mira desde fuera. Desde dentro sólo hay gente que tiene que maquillarse a las siete de la mañana para ir a trabajar. Demasiado duro para ser reyes de nada.

P. ¿Y antes?

R. Era más glamouroso. Hacer cine era algo menos frío y profesional. Había mucha pasión, una pasión que no era comercial.

P. Ha sido un testigo privilegiado de lo que fue aquel Hollywood. Era el hijo del jefe.

R. Tenía seis años y ya iba a los estudios. Todo aquello era parte de mi vida, no era nada especial. Era un privilegio, pero yo lo sabía. Tenía un libro de autógrafos que todavía guardo. La mayoría me ponían en la dedicatoria la misma frase: "Ojalá seas tan buen tipo como tu padre". Por desgracia, supe desde muy pronto que todas aquellas estrellas escribían esa dedicatoria pensando más en que mi padre la leería que en mí. Así que aprendí pronto a mirar aquel mundo con suficiente cinismo.

P. ¿Y esa decepción creció?

R. Desde luego. Aprendí que los héroes nunca son los escritores. Y yo quería ser escritor. Los escritores ni importaban ni importan. Las películas nunca son suyas. Es un asunto que todavía me preocupa.

P. En su libro El desencantado usted relata su viaje iniciático como guionista al lado de F. Scott Fitzgerald. Es un retrato descarnado sobre un hombre enfermo y fracasado, pero lleno de admiración y ternura.

R. Mis sentimientos por él fueron muy profundos. Me gustó mucho desde el primer día que le conocí. Nos hicimos muy amigos. Hablábamos mucho y a mí me gustaba mucho escucharle. Yo había leído sus libros cuando en Hollywood no los vendían en ningún sitio.

P. ¿Y por qué los había leído?

R. Mis padres eran muy letrados. Teníamos una gran biblioteca y Fitzgerald estaba en ella.

P. En el libro usted afirma que en América nada fracasa tanto como el éxito, que la adoración por el éxito destruye.

R. Y creo que es así. Se trata de algo extremo que sólo ocurre en nuestra cultura. He conocido a escritores en México, o en Inglaterra, que fueron siempre respetados y celebrados por un solo gran libro. En ningún sitio es tan fuerte el impacto del éxito y, por tanto, el del fracaso como en Estados Unidos. En Europa los medios preguntan por el libro que has publicado, en Estados Unidos sólo quieren saber qué haces ahora, ahora y ahora. La presión del ahora destroza muchas carreras. Recuerdo que cuando a Sinclair Lewis le concedieron el Nobel de Literatura dijo: "He ganado el Nobel. Estoy acabado". Hay una extraña paradoja en nuestra cultura, una especie de fatalismo en torno al triunfo. Eso destruyó a Fitzgerald.

P. ¿Y por qué cree que él confió en usted?

R. Sabía tratarle. Mi niñez fue diferente. Chaplin pasaba horas en mi casa. Greta Garbo entraba y salía. Yo no veía iconos, veía a personas que conocía. Recuerdo a Chaplin hablando durante horas del socialismo en el sofá de mi casa. Recuerdo tener 14 años y quedarme dormido mientras él habla y habla del socialismo.

P. ¿Por qué entró en el Partido Comunista?

R. Cuando dejé el instituto la situación social y política era terrible. Todo me empujó al Partido Comunista, al que pertenecí casi cuatro años.

P. ¿Por qué testificó en contra de algunos compañeros de su partido ante el Comité de Actividades Antiamericanas?

R. Hay varios motivos. El primero fue porque yo entonces estaba escribiendo mi primera novela, ¿Por qué corre Sammy?, y en el partido me dijeron que sólo lo podía escribir bajo la supervisión del jefe del partido en Hollywood. Aquello se sumó a un viaje a Moscú en el que conocí a muchos escritores que acabaron siendo represaliados por Stalin. Se cortaron muchas cabezas y a otras, simplemente, las dispararon. Todo aquello tuvo un impacto muy fuerte en mí. Me considero un hombre de izquierdas. No he perdido esos ideales, pero mi comunismo no se basaba en la realidad.

P. ¿Pero se arrepiente de haber delatado a sus compañeros?

R. Tengo sentimientos encontrados. Creo que el Comité era innecesario. Pero lo cierto es que yo estaba en contra del partido.

P. ¿Le afectó?

R. Yo ya no vivía en Hollywood. Me instalé en una granja en Pensilvania y mi editor de Nueva York me dijo que estuviera tranquilo.

P. ¿Y qué le parece lo que les ocurrió a los que nunca pudieron volver a trabajar?

R. Que fue terrible. La lista negra era real... ¿Qué más le puedo decir?

P. Usted ganó un Oscar por el guión de La ley del silencio, una película en la que Marlon Brando interpreta a un delator. Una película que muchos interpretan como expiatoria.

R. Se basa enteramente en una historia real que conocí en los muelles. Allí conocí al cura que interpreta Karl Malden y a los obreros a los que él animaba a testificar sin miedo.

P. Marlon Brando dijo alguna vez que la famosa escena de La ley del silencio del coche, en la que le recuerda a su hermano cómo le vendió y cómo le convirtió en un boxeador fracaso, fue una improvisación.

R. Incluso le escribí una carta a Marlon para que no siguiera con esa mentira. Era tan buen actor que se creía todo lo que decía. Y se lo creía tanto que acababa pensando que se le había ocurrido a él. Falso. Todo estaba en el guión.

P. ¿Qué le atrae tanto del boxeo?

R. Mi padre me llevaba de niño. Era increíble conocer a aquellos hombres. Ahora suelo ir a Las Vegas con mi hijo de 27 años, que es un gran escritor de boxeo.

P. Usted ha conocido a gente extraordinaria. Elija a una estrella.

R. Cary Grant. En un negocio donde nadie le reconoce a nadie nada era generoso y humilde. Mi padre le descubrió y le puso el nombre. Era judío, Archibal Leach. Recuerdo que solíamos discutir con mi padre los nombres de los actores. En casa, en la cocina, nos dejaba sugerirle nombres. Otros tiempos, ¿no cree?

P. ¿Es cierto que usted estaba con Bob Kennedy cuando le mataron?

R. Eramos grandes amigos. Estábamos en el hotel un grupo de amigos suyos, la mayoría escritores, bajábamos en el ascensor, y nos pidió que le esperáramos en el bar de la entrada del hotel. Escuchamos los disparos... terrible. Yo incluso agarré por un momento a su asesino. Allí no había ni un solo policía ni un solo agente del FBI. ¿No le parece extraño? Edgard Hoover odiaba a Bobby. Y allí no había nadie. Qué gran pérdida para nuestro país. ¿Se imagina qué historia tan diferente hubiésemos tenido si Bobby hubiera ganado? Desde aquel día todo salió mal: Nixon, Reagan Bush....

Budd Schulberg, ayer en Madrid.
Budd Schulberg, ayer en Madrid.LUIS MAGÁN

SUS LEYENDAS

- En 1939 Budd Schulberg recibió el encargo de reescribir junto a F. Scott Fitzgerald el guión de Winter carnival

- En 1941 publica su primera novela, ¿Por qué corre Sammy?, una obra sobre el sindicato de escritores que le enfrentó a los estudios de Hollywood y al partido comunista- Entre sus guiones más famosos está La ley del silencio (1954), dirigida por Elia Kazan

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Sobre la firma

Elsa Fernández-Santos
Crítica de cine en EL PAÍS y columnista en ICON y SModa. Durante 25 años fue periodista cultural, especializada en cine, en este periódico. Colaboradora del Archivo Lafuente, para el que ha comisariado exposiciones, y del programa de La2 'Historia de Nuestro Cine'. Escribió un libro-entrevista con Manolo Blahnik y el relato ilustrado ‘La bombilla’

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