A 80 kilómetros, sin freno y en silla de ruedas
Un joven paralítico recorre 6 kilómetros de una carretera de Michigan enganchado al frontal de un potente camión
Ben Carpenter es un joven paralítico de 21 años que vive en Kalamazoo, una pequeña localidad del Estado de Michigan. Ayer, como otros muchos días, salió de casa a dar una vuelta con la ayuda de su silla motorizada. Disfrutaba de un refresco a la entrada de una gasolinera cuando, en cuestión de segundos, y sin que nadie se percatara de lo que estaba sucediendo, los engranajes de su silla quedaron entrelazados con los del morro de un potente camión que en ese momento abandonaba la estación después de repostar gasolina.
Sin comerlo ni beberlo, Ben se encontró a sí mismo indefenso y embarcado en una absurda carrera sin frenos. Poco metros más arriba de donde había quedado incrustado Ben, en la cabina del vehículo, el conductor iba acelerando sin saber que debajo de sus pies viajaba otra persona por accidente. El camión alcanzó en pocos minutos el máximo de velocidad permitido -50 millas (80 km/h)- mientras los conductores que se cruzaban a su paso en la autopista Red Arrow no daban crédito a lo que estaban viendo. Algunos intentaron sin éxito avisarle mediante señales de luz o tocando la bocina.
Después de recorrer cuatro millas, el camionero paró su vehículo en un depósito de la compañía para la que daba servicio y se encontró que allí le esperaba la policía, que se abalanzó sobre él para advertirle de la presencia de su asustado compañero de viaje. El incauto automovilista no entendía aún que estaba pasando. Sólo al bajar del camión encontró la respuesta. En el frontal del vehículo seguía Ben y su silla enganchada a la rejilla de ventilación. La cara del joven lo decía todo.
Al final todo quedó en un susto porque Ben no sufrió heridas en su infernal recorrido carretera abajo. Y además parece que el suceso no le dejará secuelas psicológicas porque, lejos de arrugarse, se lo tomó con bastante buen humor. En sus primeras declaraciones a la policía dijo que lo único que lamentaba es que la velocidad había hecho que su refresco se vertiera en el asfalto sin apenas haberlo saboreado. "Fue realmente un paseo....muy rápido, eso sí lo puedo asegurar", dijo después a la televisión local Word TV. Con todo, el joven dijo estar feliz porque no se cumplieron sus peores pronósticos: "Pensaba que él [el chófer] iba a continuar conduciendo sin parar otros cien kilómetros". De haber ocurrido eso, admitió, "hubiera muerto mucho antes de completar esa distancia".
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