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Columna
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Las fechas secretas

José María Ridao

"Las jornadas históricas", escribió Borges en 1952, "tienen menos relación con la historia que con el periodismo: yo he sospechado que la historia, la verdadera historia, es más pudorosa y que sus fechas esenciales pueden ser, asimismo, durante largo tiempo, secretas". Borges aludía a un comentario de Goethe al Duque de Weimar durante un paseo militar por París, en el que afirmó que la derrota de los prusianos en Valmy sería el origen de una página inédita en la historia. Para Borges, las "jornadas históricas" no cesaron de multiplicarse desde entonces. "Una de las tareas de los Gobiernos", escribió, "ha sido fabricarlas o simularlas, con acopio de previa propaganda y de persistente publicidad".

Los tres partidos del Ejecutivo vasco no han dudado en considerar un éxito la marcha

La reflexión de Borges podría interpretarse en el sentido de que una vez que adquieren la calificación de históricas, algunas jornadas, "en las que se advierte el influjo de Cecil B. de Mille", se revisten de una equívoca importancia; una importancia que, en realidad, no es el reflejo de su auténtica influencia en el curso de la historia, sino de lo extendida que llega a ser la creencia de que fueron fechas decisivas. Pero es posible adivinar otro sentido en la reflexión de Borges, quizá más inquietante: las jornadas en las que "la historia, la verdadera historia" cambia de rumbo pasan desapercibidas porque lo que de verdad ponen en juego queda sepultado bajo estrépitos diversos, desde el fragor épico de las batallas hasta el eco sordo de las voces a coro, reunidas en una manifestación.

Los tres partidos del Ejecutivo vasco no han dudado en considerar un éxito la marcha que convocaron el sábado bajo el lema "En defensa de nuestras instituciones", haciendo el preceptivo "acopio de previa propaganda y persistente publicidad" al que recurren los Gobiernos cuando en lugar de gobernar se echan a las calles. La manifestación fue, en efecto, tan nutrida que, salvadas todas las distancias, este 26 de enero podría suscitar el mismo comentario de Goethe en aquella conversación con el Duque de Weimar: "En este lugar y el día de hoy, se abre una época en la historia del mundo". Desde esta perspectiva, el Gobierno vasco podría imaginar que se trató no sólo de un éxito, sino de un éxito capaz de convertir la jornada del sábado en histórica, a juzgar por la perfección del decorado a lo Cecil B. de Mille que compusieron miles de personas en Bilbao.

Pero, siempre siguiendo a Borges, también podría imaginarse que las "fechas esenciales" en la tormentosa relación entre el Gobierno vasco y el central permanecen secretas, y que el carácter teatralmente histórico de la jornada del sábado sólo contribuyó a incrementar al estrépito que las sepulta. Así, no habría que descartar que la fecha decisiva en esta confrontación cada vez más abierta hubiera que buscarla más atrás, cuando los tribunales de justicia, incluido el Supremo, se fueron dejando arrastrar por la tentación política. Cada vez que los partidos han reclamado de un magistrado una interpretación de la ley afín a sus intereses, y cada vez que una sentencia se ha dictado atendiendo a esta reclamación, "la historia, la verdadera historia" ha fijado una de esas fechas esenciales y secretas que cambian el rumbo, si no del mundo, al menos de la tensión nacionalista en España. Por haberse politizado insensatamente la justicia durante años, el tripartito vasco puede convocar hoy una manifestación bajo la excusa de que, según dicen, la sentencia contra Atutxa es política.

Si llegase a calar en el ánimo, no ya de los participantes en la marcha, sino de todos los ciudadanos del país, el lema que el sábado recorrió las calles de Bilbao también es propicio para esconder una fecha secreta de la historia. Las instituciones cuya defensa invocaban los manifestantes no son las suyas, por más que estuviera escrito en la pancarta que abría el cortejo; eran las instituciones de todos los que respetan la Constitución del 78, de la que derivan y de la que forman parte. El sistema autonómico empezará a convertirse subrepticiamente en otra cosa cuando, frente a una pretensión como la que los nacionalistas expresaron en la "jornada histórica" del sábado, los no nacionalistas acaben interiorizando que existen instituciones que pertenecen a unos e instituciones que pertenecen a otros.

Como la derrota de los prusianos en Valmy, puede que la marcha convocada por el Tripartito vasco sólo sea una "jornada histórica" si se contempla con los ojos del periodismo, no con los de la historia, aunque sean los de la pequeña historia. Si alguna vez ésta se decidiera a revelar sus fechas secretas, seguramente se descubriría que el verdadero origen de los problemas se encuentra en la manera frívola de gestionar las instituciones. Ni las nuestras ni las suyas, las de todos.

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