Sobre la clausura de 'Euskaldunon Egunkaria'
Ya se dijo con respecto al cierre del diario Egin, y lo volvemos a repetir ahora ante el raid judicial sobre Euskaldunon Egunkaria y otros medios de comunicación en euskara: por muchas sospechas de colaboración con banda armada que puedan existir, la decisión de suspender un medio de comunicación, en democracia, es una medida desproporcionada y, ante todo, peligrosa para la propia democracia. Más aún cuando no se respetan principios como el de la presunción de inocencia, la proporcionalidad de las medidas judiciales o la primacía de las responsabilidades personales. De hecho, el proceso judicial contra Egin ni siquiera ha finalizado, después de casi cinco años, y el diario sigue igual: cerrado a cal y canto.
La diversidad de las voces, en democracia, es fundamental para la supervivencia de la misma. Y la supresión de una o algunas de ellas, por lo tanto, una de las más graves amenazas que pueda sufrir. Una supresión que puede ser física, cosa que nunca nos cansaremos de denunciar, o político-judicial, como ésta que nos ocupa aquí. Y contra la que también hay que protestar, claro está. Sobre todo teniendo en cuenta la forma brutal en que se ha llevado a cabo.
En el caso de Euskaldunon Egunkaria, un diario surgido hace casi trece años en el País Vasco, hay, además, una particularidad que merece destacarse: es el único que, hoy por hoy, se edita íntegramente en euskara. No es un dato banal. Gracias a este periódico, muchos euskaldunes han podido ejercer su derecho a informarse, diariamente, en su propia lengua, algo que había sido imposible hasta la fecha de su fundación. Por otra parte, sería difícil cuantificar la contribución que, en todos estos años, ha hecho Euskaldunon Egunkaria al proceso de normalización lingüística: gracias a la labor de los profesionales de dicho diario, la lengua vasca se ha convertido en un instrumento más maleable, más útil para el hablante; ha desarrollado un registro de la lengua escrita, el periodístico, que, aunque sin duda contaba con ilustres precedentes entre nosotros, puede decirse que estaba, antes de su llegada, subdesarrollado. Ciertamente, queda mucho por hacer en ese campo, y Euskaldunon Egunkaria no está (¿no estaba?) solo en ese empeño, pero nadie niega, tampoco, la extraordinaria importancia de su aportación. Y, además, como escritores, no podemos olvidar la especial atención que Euskaldunon Egunkaria ha prestado a la cultura vasca en toda su extensión y, sobre todo, a la que se realiza en euskara, condenada durante muchos años a un espacio casi marginal en la mayoría de los demás diarios. Euskaldunon Egunkaria ha sido, para los representantes de la cultura euskaldun, un verdadero medio de comunicación (en el sentido etimológico de la expresión) y un espacio de debate, abierto y nutritivo a la vez, al que por ejemplo podían acceder, desde hace unos meses, los lectores de habla inglesa a través de su página web. En definitiva: Euskaldunon Egunkaria nos ha ayudado, de muy diferentes maneras, a vivir de una manera algo más normal como vascoparlantes.
Por lo demás, podremos estar más o menos de acuerdo con la línea editorial del periódico o con el tratamiento dado a ésta o aquella noticia. Nos pasa con todos los periódicos que solemos leer: con unos más que con otros, pero, en general, con todos. Y desde ese punto de vista, lo cierto es que Euskaldunon Egunkaria no nos parece de los más sectarios: con respecto a la situación política del País Vasco, por ejemplo, hemos podido leer en sus páginas opiniones de toda índole, sin exclusiones. Es posible que abunden más un tipo de posturas que otras, a qué negarlo, pero lo raro sería lo contrario, teniendo en cuenta las características sociológicas del público lector euskaldun. Ahora bien: nadie en su sano juicio podría afirmar, por ejemplo, que la línea editorial de Euskaldunon Egunkaria sea favorable a ETA o a sus postulados. No hay más que tirar de hemeroteca para darse cuenta de eso.
Autores como Ramón Saizarbitoria y Pello Salaburu han insistido, estos últimos años, en la necesidad de comenzar a romper el binomio nacionalismo-euskara: una unión que si bien ha sido muy importante a la hora de entender la supervivencia y el resurgimiento del euskara, al menos desde la segunda mitad del siglo XX, empieza quizás a suponer un lastre para un mayor desarrollo de la lengua. Quienes esto firmamos creemos que se han dado y se están dando pasos cada vez más importantes en este sentido, lo que nos parece positivo: el euskara tiene que ser, cada vez más, cosa de todos. Acciones como la que se ha llevado a cabo contra Euskaldunon Egunkaria y otros medios de comunicación (Argia, Jakin...) sólo contribuyen a afianzar dicha ligazón, tanto de puertas para adentro como de puertas para afuera, y a criminalizar a todo un sector de la población que no tiene otra pretensión que hacer cultura en una lengua minorizada, pero (aún) viva.
Es nuestra obligación moral decirlo: no al cierre de Euskaldunon Egunkaria.
Iban Zaldua y Patxi Zubizarreta son escritores. Firman también este artículo Ana Arregi, Bernardo Atxaga, Jorge Giménez, Joxemari Iturralde, Anjel Lertxundi, Inazio Mujika y Joxean Sagastizabal.
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